La puntilla al campo mexicano

Los campesinos se rebelan en México. Con el nuevo año, entra en vigor la revisión del TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) que suprime los últimos aranceles para algunos de los productos clave del sector agrícola mexicano.

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Los campesinos han mostrado su oposición a la desgravación de las importaciones.

A partir de ahora, los productores americanos no tendrán que pagar ni un céntimo por exportar a México maíz, frijol, azúcar de caña y leche en polvo.

Aunque la revisión del TLCAN ya estaba prevista cuando en 1994 entró en vigor, la medida ha levantado ampollas entre los campesinos, que se oponen firmemente a que sus vecinos del norte "invadan" con productos estratégicos para el campo mexicano al mercado nacional.

¿Qué implica la desgravación de las importaciones?

Los agricultores mexicanos ya han advertido en varias ocasiones de que no tienen recursos para enfrentarse a la competencia de las agroindustrias estadounidenses.

Según un estudio de la Conferencia Nacional de Productores Agrícolas, el subsidio anual por hectárea de maíz es de 4,5 dólares en México, mientras que en EEUU llega a alcanzar los 125 dólares, es decir, 28 veces más.

En ocasiones, los agricultores estadounidenses logran incluso sacar adelante sus cultivos por costes inferiores a los de producción. Para evitar este tipo de desigualdades, la Conferencia propone que se llegue a un acuerdo a través de la Organización Mundial en el que los cultivos estratégicos para la seguridad alimentaria de los países en vías de desarrollo cuenten con una cierta protección.

"La desaparición de los aranceles significa la destrucción del campo mexicano", sentencia Martín Barrios, líder indigenista de Tehuacán, ciudad desde la que el próximo 26 de enero partirá rumbo al Distrito Federal la marcha del maíz, otra manifestación de protesta.

"Hasta grandes empresas que en su día apoyaron el TLCAN están ahora espantadas porque peligra su supervivencia", indica Barrios. "Los campesinos no tienen capacidad para competir con los productores estadounidenses porque mientras aquí se ha desnacionalizado el campo y han desaparecido los subsidios, en EEUU cada vez hay más ayudas", añade.

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Campesina en una protesta contra la liberalización agrícola

Las oposición continúa

Mientras, no parece que las movilizaciones de campesinos vayan a arreciar. Desde el 1 de enero un plantón de campesinos se ha establecido en la frontera con Estados Unidos para mostrar su rechazo a la supresión de aranceles y hoy mismo, un grupo de artistas oaxaqueños han pintado el muro que separa ambos países.

El próximo día 14 está prevista la celebración de una asamblea nacional de organizaciones campesinas y el 31 una manifestación de agricultores aterrizará en el Zócalo del Distrito Federal.

Incluso el conservador diario El Universal se ha mostrado reticente a la desgravación y destacaba en un editorial que los mexicanos no podían "ser ingenuos y solapar la asimetría en aras de una ortodoxia económica que ni siquiera los vecinos del norte respetan", porque está en juego "la vida de millones de compatriotas".

"Sin maíz no hay país"

"Sin maíz no hay país" es el lema que los campesinos han adoptado en esta versión agrícola de la lucha de David contra Goliat.

El maíz es la base alimentaria de los mexicanos, especialmente de los más pobres, cuya dieta se basa casi exclusivamente en él. La tortilla es el plato comodín y desde sola con sal hasta en los tacos domina casi por completo la gastronomía nacional.

Sin embargo, además de constituir el pilar alimenticio, el maíz tiene una gran significación cultural. Ya el Popol-Vuh, libro mitológico de los indios quichés (mayas), narra cómo los dioses, tras probar con la piedra y el barro, decidieron moldear a los hombres de maíz.

Tehuacán guarda en su seno un tesoro arqueológico: la primera prueba material de la domesticación humana del maíz. Martín Barrios, al igual que otros defensores de los pueblos indígenas, teme que además de las tan temidas consecuencias económicas, la entrada de maíz y frijol estadounidenses traiga consigo una pérdida de la identidad cultural mexicana.

Y es que el tipo de maíz que se produce en México, el blanco, es muy distinto del que se cultiva en EEUU, el amarillo. Durante siglos, los campesinos han plantado maíces indios y criollos, producto de una meticulosa selección. "Es un grano muy bueno, de una calidad que ahora va a ser sustituido, en gran parte, por productos transgénicos", indica.

"El maíz tiene en México una relevancia de vida y nunca debería haber sido negociado como un producto más en ningún tratado comercial", lamenta Barrios.