Tú sí que eres freak, Sardá

En estos días tan señalados, diarios y televisiones matan el tiempo haciendo resúmenes del año recién fallecido. Me gustó el de Cuatro, diferente, menos ortodoxo. Me horrorizó el último suplemento dominical del diario El Mundo, un siniestro especial dedicado a los fiambres ilustres del 2007. Entre otras cosas porque dedicaban 184 palabras a la memoria de Ryszard Kapuscinski, en una columna de página par, mientras que a Érika Ortiz Rocasolano le concedían 661 palabras, toda una página impar. Nada es lo que parece en los actuales medios de comunicación. Así, de la misma forma en que un periódico puede amarillear hasta convertirse en una mezcla entre el Caso y el Hola, un concurso de cazatalentos puede sonrojar hasta parecer uno de cazazoquetes. El que Telecinco estrenó anoche, sin ir más lejos: 'Tú si que vales'.

(Telecinco)

Dicen en Telecinco que el arte está en las calles. Con esta excusa abren su programación a los esperpentos más patéticos. Más aún que los presentadores del Tomate. Desde un grupo de niños envejecidos bailando claqué a una familia de forzudos (los Jiménez) pasando por unos magos de medio pelo o un espectáculo de artes marciales. Sólo faltaban los gitanos de la cabra. Yo los he visto tocando en la calle, y desde luego no hubiesen desentonado frente a los 'nuevos talentos' descubiertos por Telecinco.

Buen ejemplo del tono del programa fue Luis, un payaso simplemente siniestro. O un pobre hombre que ofrecía, como gran habilidad, cantar 'Bonanza' mientras chasqueaba la melodía con las manos. ¿Absurdo? Claro. Pero en lugar de decirle que muchas gracias, que otra vez sería, le dejaron participar en el casting. Y le grabaron. Y se cachondearon de él. Una crueldad tan miserable como menospreciar el trabajo de unas bailarinas clásicas, convirtiendo 'El Lago de los cisnes' en un circo.

¿'Tú sí que vales' es un nuevo nido de freaks? Sin duda alguna. Y el mayor de todos ellos Javier Sardá, más pasado de vueltas y de vanidad que nunca desde su posición como miembro del jurado. Un Sardá histriónico, excesivo, esperpéntico, que eclipsaba a presentador y concursantes con un protagonismo desbordado. Como no le den pronto un programa (de esos de máxima audiencia, sin miedo al ridículo), a este hombre le revienta el ego.