¿Preferirías ir desnuda a llevar pieles?

Esta temporada las revistas de moda están bombardeando al personal: se llevan las pieles. Fendi, Hermés, Loewe y Louis Vuitton las proponen en cualquiera de sus versiones posibles. Tintadas, de pelo corto, largo, chaquetas, abrigos, estolas. La variedad es enorme pero todas tienen algo en común: los altísimos precios de las pieles que muchas personas están dispuestas a pagar.

Los ecologistas acusan a la industria de la moda y a las famosas de fomentar el uso de estas prendas y sin embargo la causalidad de estos dos hechos no parece tan clara. En 2006, según explica José Miguel Martín, adjunto a la presidencia de la Organización Empresarial Española de la Peletería -OEEP-, se importaron prendas de piel por valor de 49 millones de euros, pero a pesar de que esta temporada parece ser la de las pieles, la OEEP espera cerrar 2007 con un descenso en la facturación. ¿Influye entonces la pasarela en la venta? La OEEP lo tiene claro: las pieles se venden cuando hace frío y dado que el invierno pasado y este mismo no han sido demasiado invernales las compras han disminuido, independientemente de quien se las eche sobre los hombros en el papel couché. Y hay otro factor importante. Las pieles son un artículo de lujo así que en momentos de crisis la industria se resiente.

Lujo. Ésta es una de las palabras clave que esgrimen los ecologistas: las pieles son sólo un elemento de ostentación innecesario que refleja un supuesto estatus. Por eso, confinar animales en granjas para sólo aprovechar su piel cuando hay tejidos sintéticos que proporcionan el mismo abrigo no es ético, explica Teo Oberhuber, desde Ecologistas en Acción.

En España hay granjas de cría de visón en Galicia, aunque la mayoría de la piel que se comercializa viene del norte de Europa. La OEEP sostiene que estas granjas se adecuan escrupulosamente a los estándares de la Unión Europea. Ecologistas en Acción no lo pone en duda, pero advierte de que es insuficiente. Por muy buenas condiciones que tenga una granja, dicen, los animales siguen encerrados en jaulas con el único objetivo de obtener beneficio.

A juzgar por las propuestas de algunos diseñadores podría parecer que la industria de la moda no entiende de polémicas, pero no es cierto. Comme des Garçons, Calvin Klein, Kenneth Cole y Polo Ralph Lauren son algunos de los que han decidido bajarse del carro de las pieles. Stella McCartney, verde militante hasta sus últimas consecuencias, fue una de las pioneras y nunca ha utilizado piel de animales en su marca. Emplea tejidos sintéticos hasta en la elaboración de zapatos y bolsos. Curioso mix se debe formar cuando coincide con sus amigas Kate Moss, Madonna o Naomi Campbell envueltas en nutrias, visones y astracán.

Algunas de estas celebrities que hoy lucen orgullosas sus abrigos de piel en otros tiempos fueron activas militantes de campañas contra el uso de las mismas. 'Preferiría ir desnuda que llevar pieles'. Y así era. La Campbell, Cindy Crawford, Elle MacPherson y alguna otra de la 'troupe' de los 90 aparecían cubiertas por escuetos carteles o por animales -vivos-. Más tarde, con el resurgir de aquellas supermodelos aceptaron contratos millonarios por anunciar pieles. De hecho, Elle MacPherson estuvo en el punto de mira de la organización PETA cuando firmó un contrato millonario con una empresa peletera Blackglama hace dos años. Le amenazaron con boicotear todos los actos a los que asista, como ya hicieron con Jennifer López. Las marcas también se llevan su parte, Burberry, por ejemplo, fue blanco de asociaciones en favor de los derechos de los animales que crearon hasta una página web llamada Bloody Burberry -Sangriento Burberry-. Y las protestas dan resultado: Prada y Tommy Hilfiger han dejado de utilizar pieles en sus colecciones tras ver vídeos de granjas de animales y después de enfrentarse con manifestaciones ecologistas en sus desfiles.

Los peleteros piden libertad para que cada uno decida qué se pone y qué no. Los ecologistas creen que ganarán la batalla porque cada vez la gente está más concienciada con los derechos de los animales. Y los consumidores se plantean ¿si el abrigo es una herencia de mi abuela, tampoco es ético ponérmelo? ¿hasta cuándo vamos a seguir vistiéndonos como primitivos? ¿hay que elegir entre ética y estética? Muchas preguntas pero sólo una respuesta: ¿sí o no?