Sarkozy dejó plantados a cuarenta intelectuales españoles y franceses

El peculiar estilo de Nicolas Sarkozy empieza a ser conocido fuera de Francia. Ayer, mientras ahondaba en su "excelente" relación con Zapatero, el presidente francés no tuvo empacho en dejar encerrados en un autobús, a las puertas del Palacio del Elíseo, a unas cuarenta personalidades. Eran intelectuales, artistas, empresarios y científicos. Españoles y franceses, todos juntos.

(EFE)

Sarkozy en El Elíseo.

El actor y director Josep María Flotats, miembro de la Comédie Française y poseedor de la Legión de Honor, máximo galardón galo; el músico Jordi Savall, genio de la música antigua y barroca, oficial de "lŽOrdre des Arts et Lettres" por el Ministerio de Cultura francés; el ex ministro de Exteriores español, Marcelino Oreja, ejecutivo de la constructora FCC, el presidente de Aguas de Barcelona, Jordi Mercader; el científico y catedrático de Física Teórica Cayetano López, el ex secretario de Estado y consejero del Banco Santander Guillermo de la Dehesa o el presidente de Sacyr-Vallehermoso, Luis del Rivero, salieron ayer contentos del Hotel Hilton, en la rue Courcelles, a diez minutos del Elíseo. Iban al aperitivo con Sarkozy y Zapatero. El presidente francés firmaba la invitación.

Al grupo de españoles le acompañaba otro grupo de notables franceses, todos miembros del Foro España-Francia. La cosmonauta y ex ministra para Europa Claudie Haigneré, el también ex ministro para Asuntos Europeos Alain Lamassoure o el Nobel de Física Claude Cohen-Tanoudji, se subieron al bus con sus colegas, después de una mañana de trabajo conjunto.

Desde primera hora, en la Académie Diplomatique Internationale, todos se habían dedicado a profundizar en sus proyectos, divididos en tres grupos: el de las Interconexiones España-Francia; un segundo, dedicado al Estudio cultural y de las Comunicaciones; y un tercero, sobre Educación Superior e Investigación.

Tras la correspondiente puesta al día e intercambio de pareceres, los sabios se dirigieron al Palacio Presidencial con la natural curiosidad. Para la mayoría de los españoles, era su primera oportunidad de observar de cerca al pequeño pero matón Sarkozy.

El trayecto del hotel a la sede presidencial duró apenas diez minutos. Tras un rato de espera, estacionados a las puertas del palacio presidencial, dos personas del protocolo comunicaron a los invitados que tendrían que esperar. No les sugirieron bajar del vehículo, pese a que el día en París, gris pero nada frío, invitaba a estirar las piernas. Media hora después de permanecer sentados, los notables fueron invitados a volver por donde habían llegado. La agenda de Sarkozy había sido modificada. Punto.

Haciendo gala de educación

La buena educación de los presentes, y un alarde de diplomacia mutuo, además de tolerancia hacia los politicos, hizo que el incidente se quedará en unos prudentes comentarios entre los más conocidos, sobre "qué mal gusto", o un susurro por "una contrariedad tan antipática". En las más de las veces, la queja se convirtió en un encogimiento de hombros, con cierta irritación.

Mientras algunos de los franceses que vivían en París se volvían a sus domicilios, el grueso del bus regresó a comer a la Académie Diplomatique, adonde poco después acudió el presidente del Forum España-Francia y ex vicepresidente del Gobierno socialista, Narcís Serra. Serra tuvo el detalle de explicar a los presentes algunos de los asuntos abordados durante la rueda de prensa.

"Bueno, es una anécdota, pero ilustrativa de quién es Sarkozy".