"El cuenco de Laca" expone la "fortaleza delicada" de los vietnamitas vista por Fernando Schwartz

Madrid.-  Fernando Schwartz comentaba un plácido día mallorquín con la artista Yannik Vu su viaje a Hanoi y lo espantoso que le pareció el mausoleo de Ho Chi Minh cuando, observándolo, vio, escondido en su monumentalidad, un bellísimo y pequeño busto en bronce del líder vietnamita. "¿Sabes?", le reveló su interlocutora, "lo esculpió mi padre".

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(EFE)

El escritor y diplomático Fernando Schwartz durante la entrevista con EFE en la que ha hablado de su nueva novela, "El cuenco de Laca".

Esta fue la chispa -contó hoy a EFE el escritor y diplomático-, que le impulsó a escribir la novela "El cuenco de Laca", una historia de amor y lucha en la Indochina de mediados del siglo XX, fruto de la "ensoñación" que fue aquel viaje a Vietnam, hace dos años, en el que quedó cautivado ante "la firmeza, orden y serenidad" de un pueblo capaz de sobrevivir a todas las ocupaciones y tiranías.

Esta narración, tal vez "la más serena", fluye sobre la idea de "inmortalizar la lucha contra la cultura europea de la colonización", explica Schwartz que, al abandonar 25 años de carrera diplomática y otros 16 años con el Grupo Prisa y en el programa Lo+Plus, "aquella gran diversión", cambió su compromiso político por otro con la Literatura -explica-, "la profesión más digna que uno puede ejercer cuando la vida política ha sido destruida".

Elegante y exquisito, se confiesa un privilegiado por tener su casa junto a un acantilado, cerca de Valldemosa, en Palma de Mallorca, donde mira el mar, navega y escribe "esta historia que le vino a la cabeza, sin que pueda saber muy bien de dónde salieron algunos personajes, ni por qué".

"Cada día veo al sol hundirse en el mar delante de mí", describe de su actual hogar y afirma que el mar le enseña serenidad, pero, como en la vida, tampoco hay que fiarse, porque el mar tiene "la placidez amenazadora de lo que en un momento puede ponerse a hervir".

Eso le ocurre a su protagonista, Liên, fuerte y delicada a la vez, hija de un médico -el fundador del Hospital de la Cruz Roja en Hanoi-, que estudió Derecho en La Sorbona y decidió regresar al Vietnam de sus raíces, en un momento en que, sin ella saberlo, estallaba la guerra contra los franceses (1946-1954).

"Si la colonización francesa en Extremo Oriente fue la más amable, la que más se identificó con la idiosincrasia local, resultó por lo mismo más dura y difícil", recuerda Schwartz de unos años que le llenan "de nostalgia" y en los que sitúa a esta franco-vietnamita como "símbolo de los sufrimientos y esperanzas de un pueblo".

El cuenco de laca al que alude el título -y cuyo laboriosísimo trabajo de años describe en un hermoso pasaje del libro- es, como su personaje, un sencillo recipiente que apenas vale unos céntimos, pero "bello, duro como el diamante e indestructible".

Schwartz recuerda la frase de un general vietnamita que resume la gran lección para Occidente: "Ustedes podrán matar a diez vietnamitas por cada francés que matemos nosotros, pero al final seguiremos ganando la guerra".

La capacidad de resistencia del pueblo vietnamita y la serenidad de la cultura budista están siempre muy presentes -apunta- y "resultan más sensatas que las peleas entre Rajoy y Zapatero".

Prefiere también la frivolidad que exhibe Sarkozy, aunque "no por ser hiperactivo, queriendo meter la nariz en todo, se anulan para él los problemas de encaje de tiene la sociedad francesa en este momento" y tanto "activismo disparatado" en un gobernante le pueden costar caros -cree-, "a Francia y a Sarkozy".

"Sin duda Carla Bruni ha visto la erótica del poder que él ejerce con gran simpatía", comenta Schwartz que en su día entrevistó a la modelo y constata que si no se dejó tentar por esta mujer tan seductora, fue para no "ser ahogado" por su esposa.

A Fernando Schwartz "divertirse y disfrutar de la vida" le parece una "clave necesaria" y está convencido de que la belleza es "indispensable" para el ser humano. "Si el mundo es horrible, lo bello se construye con ensoñación", sostiene.