Atahualpa Yupanqui mantiene su vigencia inspiradora a cien años de su nacimiento

Buenos Aires.-  Cien años después de su nacimiento, Atahualpa Yupanqui sigue siendo el mayor referente del folclore argentino, al que aportó un vasto repertorio de canciones que nutrió con la poesía y la sencillez de su pueblo.

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(EFE)

El cantautor argentino Atahualpa Yupanqui será homenajeado hoy y mañana, cuando se cumplen cien años de su nacimiento en Cerro Colorado, la tierra que eligió como refugio y donde descansan sus restos.

Hijo de José Demetrio Chavero, mestizo, e Higinia del Carmen Aram, vasca, "don Ata", como lo llaman sus seguidores, nació el 31 de enero de 1908 en Campo de la Cruz (224 kilómetros al noroeste de Buenos Aires) con el nombre de Héctor Roberto Chavero.

Descubrió su pasión por la música tocando a hurtadillas la guitarra de su padre. "En una sola cuerda recorría parte del diapasón buscando armar la melodía que más me gustaba: la Vidalita", recordaría el artista años después.

A los catorce años adoptó el seudónimo de Atahualpa Yupanqui -en quechua, "el que viene de viejas tierras para decir algo"-, cuando ya se había convertido en discípulo del maestro guitarrista Bautista Almirón, quien le acercó al mundo de los españoles Fernando Sors, Albéniz, Granados y Tárrega.

Autor, compositor e intérprete vocal e instrumental, Yupanqui es "un precursor y un maestro" que "utilizó sus canciones para marcar la existencia de situaciones injustas, pero que nunca sacrificó lo artístico por lo político en su quehacer poético", según el historiador argentino Félix Luna.

Desde los diecisiete años, Yupanqui deambuló por el extenso territorio argentino combinando su vocación musical con trabajos de ocasión, incluso como periodista.

Tras participar en una revuelta contra los conservadores, estuvo exiliado dos años en Uruguay, hasta que regresó a Argentina en 1936.

Un año más tarde conocería a la franco-canadiense Paule Pepin Fitzpatrick, "Nenette", a quien se uniría en 1946, tras el fracaso de su primer matrimonio con María Martínez.

"Nenette" fue el gran amor de su vida y compartió la autoría de decenas de canciones, que la mujer firmó con el seudónimo de Pablo del Cerro.

Roberto Chavero, único hijo de la pareja, recuerda a su padre como un hombre "muy tierno, muy cariñoso, severo cuando tenía que serlo, y siempre presente, aun cuando tenía que viajar".

En 1940 publicó su primer libro, "Piedra sola", al que seguirá "Cerro Bayo", que inspiró la película "Horizontes de piedra", con música del propio Atahualpa y en la que también intervino como actor.

Luna, en una biografía del artista, destaca que gracias a sus andanzas por el país adquiere un "increíble conocimiento de Argentina, su paisaje y su gente", una fuente de conocimiento que él mismo recomendaba a otros jóvenes músicos, como Ariel Ramírez.

Afiliado al Partido Comunista en 1945, durante el gobierno de Juan Domingo Perón (1946-1955), Yupanqui prácticamente no grabó ni actuó en público, fue detenido ocho veces y pasó varios meses preso en una cárcel de Buenos Aires.

Su refugio era Cerro Colorado, un villorrio del norte de la provincia de Córdoba (centro de Argentina), donde había adquirido una finca y en la que este miércoles y jueves se recordará al artista con diversas manifestaciones culturales.

Sin oportunidades en Argentina, en 1948 resuelve probar suerte en París: "Yo era todavía un don nadie. Me tocó actuar en el mismo espectáculo junto a Edith Piaf, que en ese momento estaba en la cumbre. Su humildad hizo que esa noche fuera yo la estrella y ella la segunda figura: por imposición de ella yo abrí y cerré el espectáculo. Cosas así no se olvidan", recordaría el artista en 1971.

El éxito en París fue rotundo. En 1949 dio más de sesenta conciertos en toda Europa.

Para mediados de la década de 1950, el folclore argentino vive una explosión en cuyo pináculo estaba Yupanqui como decano y voz más reconocida de ese movimiento.

En los 60 decide probar suerte en España, donde en poco tiempo alcanza la popularidad, aunque abandona el país un par de años después cuando los censores franquistas intentan supervisar sus letras.

"Yo no le pido permiso a nadie para cantar mis canciones", afirmó entonces Yupanqui, quien se afincó en Francia hasta su muerte, en Nimes, el 23 de mayo de 1992, a los 84 años.

Pese a que en vida no tuvo el reconocimiento merecido, su legado ha recobrado vigencia en los últimos años, influyendo incluso en el rock argentino, que lo rescató en 1993 de la mano de una versión de "El arriero" del grupo Divididos.