No le tengamos miedo a la morfina

Desde la carrera de medicina, se inculca a los futuros médicos el uso responsable y sin miedo de la morfina. Sin embargo, la burocracia, la política, el temor y la sociedad terminan haciendo frente a la voluntad del médico y el resultado es que siguen muriendo miles de personas con dolor en España.

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La morfina es el tratamiento más efectivo contra el dolor severo en los pacientes con cáncer.

Una de las primeras lecciones que aprende el futuro médico es que aquello a lo que más se enfrentará en su vida diaria es al dolor del paciente. Es el primer motivo de consulta y uno de los primeros o últimos síntomas de que algo que no va bien. La mayoría de las veces, la enfermedad podrá curarse y el dolor desaparecerá. Pero hay muchas en las que no puede hacerse nada salvo controlar los síntomas y precisamente uno de los que más invalidan es el dolor.

Pronto, el futuro médico aprende que existe la escalera analgésica de la OMS. Que cuando un dolor es lo suficientemente severo y el tratamiento inicial no funciona, hay que subir de escalón. Se comienza con los antiinflamatorios no esteroideos (AINES) como el ibuprofeno o la aspirina. Si ese tratamiento no funciona, hay que pasar al siguiente, a los opioides débiles como la codeína o el tramadol. Y si aún con ese paso no se logra aliviar el sufrimiento del paciente se recurre casi como último recurso a los opioides potentes, siendo la morfina su máximo exponente.

El futuro facultativo aprende el manejo de los analgésicos, sobre todo aquellos más utilizados como los AINES. Cuando le toca el turno a la morfina aprende que si se maneja bien es el mejor tratamiento para aliviar la mayoría de los dolores más severos, sobre todo en aquellos pacientes con cáncer. Que si establece unas dosis controladas es un fármaco muy seguro y no hay apenas riesgo de adicción o tolerancia (necesidad de administrar más cantidad para conseguir el mismo efecto). Y que, aún en el caso de que aparecieran, en aquellos pacientes que se encuentran a las puertas de la muerte éstos no serían precisamente un inconveniente.

Pero ante todo, lo que más oye el futuro médico por parte de los farmacólogos es que por nada del mundo le tenga miedo a la morfina, que no deje padecer a sus pacientes por miedo. Y no comprende bien el porqué de esa insistencia, cuando le han estado enseñando que la morfina bien manejada es muy segura.

El futuro médico se convierte en médico y se encuentra de frente a la realidad. Y se da cuenta que España es uno de los países de Europa que menos morfina utiliza. Que hay estudios que indican una clara relación entre las religiones de esos países y el uso de este analgésico. Siendo más elevado el consumo en aquellos cristianos protestantes y más bajo en los cristianos católicos.

También se da cuenta que tiene que rellenar gran cantidad de pasos burocráticos lentos y engorrosos si quiere utilizar la morfina.

Pronto, comienza a ver también que algunos de sus colegas más veteranos titubean al dar el salto al último escalón, al de la morfina. Antes de dar ese paso, algunos incluso aconsejan al paciente aguantar lo que le quede y utilizar analgésicos menos potentes. Y por si esto fuera poco, se encuentra con que suceden cosas que acrecientan aún más el miedo a la morfina, convirtiéndolo en pánico.

Y, mientras, miles de personas siguen muriendo o enfermando con dolor y el nuevo médico se pregunta qué es lo que falla.