Amaya Arzuaga: magia parece pero es real

Las cajas que usan los magos, en las que se introduce un objeto, desaparece, y surge sorprendentemente reconvertido, es la idea de la colección de Arzuaga. Sólo que en lugar de portezuelas invisibles y falsos fondos se sirve de la imaginación y el patronaje.

(EFE)

Punto grueso tejido a mano de espectacular volumen.

Colas de cocodrilo adornan la minifalda de un vestido negro de manga perdida. Bandas reflectantes iluminan la espalda y medias de rayas bicolores crean efectos fantásticos. Los hombros, muy estructurados, alargan la figura y el punto extragrueso genera volúmenes superiores que alteran la percepción. Trucos de profesional que exigen horas y horas de ensayo.

Piezas de cristal cosidas en los pliegues de las prendas, que refulgen cuando menos se espera, y siluetas piramidales y trapezoidales, que adquieren una consistencia distinta según cambia la perspectiva, contribuyen a recuperar la ilusión de que en España existen diseñadores con talento, como para medirse en escenarios internacionales.

No es nuevo que las faldas abullonadas y la multiplicidad de tejidos en una sola prenda le funcionan de maravilla. Pero cada temporada su determinación por ofrecer detalles imprevistos supera a la anterior. Es decir, evoluciona. El vinilo y la red empotrada sobre lana se suman a la actuación estelar de hoy, en una atmósfera absolutamente mágica.

Quien no haya leído 'Jonathan Strange y el señor Norrell' no entenderá porque hubo épocas en que la magia se vivía como una religión. En que la necesidad de los hombres por evadirse de la rutina era tal que se construían universos paralelos por los que vagar y en los que experimentar inquietantes sucesos.

Amaya se sube las mangas y sujeta la varita entre los dedos. Nada por aquí, nada por allá. El público es testigo: no hay trampa. El hechizo es natural.