Superar la tortura en Nueva York

NUEVA YORK.-  "Nueva York es un inmenso campo de refugiados", me comenta Asher Aladjem, profesor de psiquiatría de la New York University (NYU) y uno de los responsables del Programa para supervivientes de torturas del Hospital Bellevue. Se calcula que más de 50.000 personas que eran perseguidas en sus países han elegido la Gran Manzana para empezar una nueva vida. El año pasado, el hospital público, el más grande y antiguo de los Estados Unidos, trató gratuitamente a más de 500 torturados de 70 países y también los ayudó a cumplir con todos los trámites burocráticos para obtener el estatus de refugiado.

La soldado Lynndie England sujeta con una correa a un preso de Abu Ghraib.

El doctor Aladjem me recibe en el piso diecisiete del Bellevue. El hospital está situado en la Primera Avenida de Nueva York, y su entrada principal, por la que circulan diariamente cientos de personas con los vestidos regionales de sus países de origen, recuerda la sede de las Naciones Unidas. Tras muchos años de experiencia con pacientes, Aladjem afirma que "el ser humano es fascinante y tiene una capacidad extraordinaria para superar la adversidad; es un prodigio de resiliencia".

A lo largo de la entrevista repite constantemente una palabra que en los últimos años, especialmente desde los atentados del 11 de septiembre contra las Torres Gemelas y el Pentágono, he oído en numerosas ocasiones: "resilience". Para la profesión psiquiátrica, la resiliencia es la capacidad del ser humano para superar una tragedia sin romperse.

Los participantes del Programa para supervivientes de torturas, que tiene una lista de espera de dos meses, son un ejemplo de resiliencia. Algunos pacientes necesitan cirugía plástica –como un monje tibetano a quien las autoridades chinas quemaron la mano para impedir que pintara carteles de protesta contra el gobierno o una joven bosnia con la cara desfigurada- otras necesitan un informe médico que certifique la tortura –como la madre y la hija egipcias que habían sufrido una mutilación genital- otras necesitan atención psiquiátrica para superar sus problemas de ansiedad –pesadillas, fobias, dolores de cabeza y síntomas de estrés post-traumático- otras necesitan todo tipo de terapias y otras, sólo quieren hablar con alguien que las escuche. La mayoría de participantes aprenden a vivir con su pasado y a construir un futuro mejor.

Desde que se fundó en los noventa, el Programa para supervivientes de torturas ha tratado a pacientes del Tibet, Sierra Leona, Senegal, Egipto, el Yemen, Egipto, Bosnia, Timor Oriental y de otros lugares que no respetan las opciones religiosas, políticas o de orientación sexual de sus ciudadanos. También han tratado a un grupo de jóvenes iraquíes que fueron detenidos por error y encarcelados en Abu Ghraib. El gobierno de Estados Unidos les pagó el viaje a Nueva York para que pudieran ser atendidos por el equipo del Bellevue. "Estos jóvenes se encontraban en el lugar equivocado en el momento equivocado; muchos habían sido denunciados por conocidos que querían una recompensa económica o por enemigos que les querían mal", indica Aladjem: "confiaron en los médicos del hospital; nunca nos vieron como sus enemigos".

El programa del Bellevue es el único de estas características impulsado por un hospital del país. También es el único que ha diseñado terapias específicas para refugiados homosexuales y transexuales. Curiosamente, un siglo atrás, el departamento de Psiquiatría del hospital fue dirigido por el eminente psiquiatra Menas Gregory, un refugiado armenio. Para más información: www.survivorsoftorture.org.