La noche más 'friki'

La de ayer fue una noche para el recuerdo. Y para la infamia: la televisión pública española dio más asco y más pena que nunca. La gala para elegir al representante español en Eurovisión fue un cúmulo de despropósitos, una apología del desecho humano y artístico, un insulto al buen gusto y la buena música, una patada en los testículos del talento, un escupitajo en el ojo de la televisión de calidad. Un desastre y una vergüenza.

La gala de anoche se convirtió en toda una declaración de principios de TVE: si no somos capaces de hacer una televisión de calidad, hagamos una televisión 'friki'. Lo han bordado. Todo en esa gala larga, desafortunada y sin sentido era friki, desde la presentadora al último de los participantes. Un mundo vomitivo en el que destacó José Luis Uribarri, momia televisiva que jamás soñó con resucitar y volver a la vida audiovisual, y que intentó con todas sus fuerzas (como Campo Vidal en los famosos debates) recuperar el protagonismo perdido. Sus compañeros en el jurado (Boris, Bibi Andersen…) estuvieron a su altura.

Verles discutir cuáles eran las mejores canciones, los mejores interpretes, sugería el fracaso absoluto de la música, de la televisión pública. Y es que este programa no era un programa. Carecía de sentido, de estructura, de guión, de contenidos, de razón de ser... Era un engendro con cuatro canciones cutres en play back (voz en directo), una presentadora italiana prehistórica y cinco invitados de nivel ínfimo.

«Abrimos los teléfonos, ya podéis «telefonar»», decía Raffaella en el momento rapiña de uno de los espectáculos más lamentables ofrecidos por la televisión publica española en los últimos tiempos. «Telefonar» costaba… una pasta que era imposible averiguar: en una televisión de 57 pulgadas y alta definición no se podían leer las letras y números de la parte inferior de la pantalla. ¿Quizá 1.25 euros? Otra sinvergonzonería indigna de la televisión pública.

¿Los auténticos ganadores del evento? La Sexta y Cuatro, que con Chikilicuatre y Boris Izaguirre arañaban promoción para sus cadenas desde TVE.

Por cierto, `'El chiki chiki' no es la peor canción de todas las que se presentaban a Eurovisión. Simplemente es igual de mala que las demás. Igual de ridícula, de patética, de estúpida que 'Pensando gay' y el resto de temas, interpretados en su mayoría por cantantes de diminutas voces, pequeñas faldas y enormes muslos. O por imitadoras de Mónica Naranjo. El fracaso de la música.

Buenafuente, y lo que empezó siendo una de sus bromas, han terminado por desnudar dos miserias anunciadas: la de Eurovisión, que lógicamente a nadie le importa, y la de una televisión pública, la española, que está siendo destruida. Ver en marzo de 2008, en TVE, a Uribarri babeando mientras Raffaella Carrà cantaba «En el amor todo es empezar» («Explota, explota, mi corazón») resultaba absolutamente desolador y deprimente.