Si la empresa vino a mí, ¿por qué dices que vengo a quitarte el trabajo?

MADRID.-  El miedo a que nos quiten el trabajo es uno de los mayores argumentos para el rechazo a la inmigración que están experimentando los países europeos. En algunos, como en Suiza, un extranjero no puede incorporarse a un puesto hasta que no quede demostrado que no hay ningún ciudadano suizo que quiera realizarlo. Al mismo tiempo, la Unión Europea ha propuesto la 'Blue Card', una especie de visado de inmigrantes, como la 'Green Card' de Estados Unidos, que servirá para reclutar a profesionales extranjeros para que trabajen en países de la zona comunitaria. Esto aún es un proyecto, pero muchos empresarios ven los países en desarrollo como una cantera en la que reclutar personal cualificado a bajo coste. ¿Una excusa para bajar los salarios de los profesionales? ¿Una oportunidad para los titulados universitarios que no pueden ejercer en su país de origen? Preguntamos a dos enfermeras, una española y otra colombiana, para saber cómo les afecta esta tendencia mundial.

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Cada vez hay más extranjeros entre el personal de los hospitales.

Con 21 años, Ana terminó la carrera. De eso hace sólo cuatro años. Ahora, con 25, cuenta que desde entonces no le ha faltado nunca trabajo. Ha estado en la sanidad pública y privada. Y es en ésta última donde tiene ahora su puesto. El convenio del centro donde trabaja establece un sueldo de 1.600 euros netos al mes en 14 pagas anuales. Aunque matiza que sabe que hay otros centros donde los sueldos son mucho más bajos.

Elisabeth lleva trabajando desde los 25. Nunca ha tenido problemas para encontrar trabajo y ha llegado a ser la jefa de enfermeras de un hospital. Ahora tiene 55 años, pero hace sólo tres meses que llegó a Madrid. Es colombiana. Hace poco le surgió la oportunidad de venir a España, donde se ha reunido con su marido y su hija, con los que no vivía desde hace diez años, y que ya tienen la nacionalidad. En Bogotá se quedaron su otro hijo, sus hermanos y su madre. Ahora trabaja para una empresa privada. Cobra 18.000 euros brutos al año, un sueldo significativamente mayor a los 470 euros que cobraba en Colombia como enfermera jefe. Trabaja mano a mano con otras cuatro colegas. Una es boliviana y las otras tres españolas.

"Sólo pido que me enseñen"

En todos los trabajos que ha estado, que ya han sido tres, Ana cuenta que siempre ha habido enfermeras extranjeras. Y añade que nunca ha tenido problemas con ellas y no las ha visto, ni las ve, con recelo. "Yo me llevo muy bien con ellas —comenta— porque a mí lo que me interesa de mis compañeras es que sean agradables y, sobre todo, que sean buenas como enfermeras, con los pacientes". Además, añade que ella no ha visto "mal rollo en ningún momento" porque "cada uno aquí va a lo suyo, a hacer bien su trabajo".

Eso es más o menos lo que Elisabeth esperaba nada más llegar a España: "Que me enseñen, como yo he enseñado a las enfermeras nuevas en mis anteriores trabajos", explica. Sin embargo, se ha encontrado con una situación totalmente diferente. En sus primeros días de trabajo pidió a sus compañeras españolas que la enseñasen a desenvolverse en las labores diarias, como le habían sugerido en la empresa que la contrató, pero estas se lo negaron aduciendo que "eso debería usted saberlo". Apenas se habla con ellas. "Digo buenos días cuando llego a trabajar pero nadie me contesta", se queja. Hablando con su compañera boliviana descubrió la razón. "Me dijo que las latinas les venían a quitar el puesto a las españolas, que esos eran puestos para ellas, y que estábamos invadiéndoles sus empresas". Según dice Elisabeth, esta situación tan incómoda, le está afectando en su labor diaria.

¿Vienen a quitarte el trabajo?

¿Amenaza? Ana no lo ve así. "El problema es que hay muy pocas plazas para tanta demanda", pero no sólo de extranjeros, también nacionales. "Si se trata de buscar una amenaza", dice, "todos diplomados en enfermería, lo son". Lo que no sabe ella es que además de la falta de plazas es que las empresas privadas han recurrido al extranjero para buscar trabajadores que cobran menos por el mismo trabajo aunque ofrezcan una experiencia laboral mayor.

Esta es la forma en la que Elisabeth vino a España. No tuvo que buscar, ni mandar currículums frenéticamente. La empresa fue a ella. Un día uno de sus compañeros de trabajo le contó que algunas empresas españolas, a través de la embajada, reclutaban profesionales biosanitarios de Colombia para que vinieran a trabajar a nuestro país. La convocatoria se realiza por internet y está avalada por el SENA, una entidad estatal colombiana. Otra modalidad es a través de convocatorias directas de las empresas en Colombia. Elisabeth no es ni la primera ni la última enfermera que llega a España de esta manera. Muchas compañeras están aquí y, con ella, viajaron a España una veintena de profesionales de la salud, entre ellos muchos médicos, de su mismo país. Las condiciones de trabajo son muy estrictas. Si abandonan su trabajo antes de dos años tienen que compensar económicamente a la empresa. Algunos de sus compañeros se han vuelto por donde han venido.

La mayor parte de los españoles no ha oído hablar de esta nueva forma de reclutar personal con formación superior a un precio muy bajo. Así, en un mismo sistema. ¿Quién es la víctima? ¿Los españoles que ante esta práctica optan a menos puestos de trabajo? ¿O el inmigrante que aún habiendo sido buscado es considerado como una amenaza a su trabajo?