Hartos de las despedidas de soltero

LOGROÑO.-  La muy tranquila ciudad de Logroño anda revolucionada. No se habla de otra cosa, y el periódico local dedica portadas a un conflicto que amenaza justo al corazón de su cohesión social. La riojana calle Laurel (uno de las mejores lugares de España para darse a los vinos y los pinchos) se ha puesto de moda como lugar ideal para las despedidas de soltero, así que cada fin de semana se juntan varias docenas de celebraciones en apenas unos centenares de metros.

Bookwus (Flickr)

La escena tiene bastante gracia: en una pequeña travesía llena de bares se mezclan los hombres de camisa de cuadros, las señoras arregladas y los niños que aprenden a alternar con mosto, con los chikilicuatres, las vacas y las enfermeras sadomaso. "Oiga, dieciséis pinchos y dieciséis vinos para los que vamos de pasapalabra", se oía el sábado pasado por las barras.

El problema es que los de las despedidas, cuentan, vienen de comunidades cercanas, y no están tan acostumbrados como los parroquianos a los efectos del rioja del año a 80 céntimos. "Esto es un desmadre", comentaba el dueño del Achuri el domingo al diario regional. "El fin de semana pasado, nos rompieron un cristal y dos focos, y se llevaron seis percheros. No dejamos ni entrar a chicas, que aunque son más formales, atraen a los chicos". Una tragedia para una ciudad de provincias en la que, a diferencia de Vetusta, lo único que se enseña a los visitantes con orgullo es la zona de bares ahora convertida en despedidómetro.

Los dueños de los locales han llegado a pedir protección policial. Y lo que es peor, las autoridades han aceptado. "El ambiente de la Laurel como zona de convivencia pacífica se está pervirtiendo", se alarmaba el delegado del Gobierno José Antonio Ulecia. Así que desde este fin de semana, al carnaval de chikilicuatres y enfermeras se han unido un par de señores vestidos de policías local con cara de no saber muy bien qué hacen ahí de uniforme.

Comportamientos eufóricos

La que firma comprobó el sábado pasado -en un arriesgado ejercicio de periodismo de investigación- que los peligros amenazan la zona son los de siempre: que se te caigan al suelo los champiñones en el Soriano, te quemes con la aguja del pincho moruno del Paganos, se pierda el bote o te encuentres a tu profesor de parvulitos. Es difícil notar la fractura social y la pérdida de las tradiciones a partir del tercer cosechero. "Os estaréis portando bien, ¿no?", decía una respetable abuela a un novio mientras le golpeaba en un brazo, ambos en similar estado de alegría inducida.

Según Google, hay 5.414 bares cerca de la calle Laurel. Creemos que exagera, pero sólo un poco.

Para colmo de males, algunos miembros de las despedidas hasta ligan desinhibidamente entre sí en la ‘senda de los elefantes’. Y eso sí que no se ha hecho nunca en el lugar donde los logroñeses se agarran su primera curda y también la última, pero donde está muy mal visto demostrar la embriaguez. Los "comportamientos eufóricos", denunciaba el presidente de la Asociación Zona de Laurel, "no se pueden permitir".

Las malas lenguas dicen que lo que de verdad molesta a los hosteleros (más que las despedidas que tanta gracia hacen a la clientela) es la competencia surgida a los bares de siempre en las calles adyacentes, llenas de sitios nuevos con pinchos innovadores y que últimamente están a rebosar. En cualquier caso, permitidme un consejo para quienes ya hayan decidido celebrar el fin de su soltería en Logroño: hagan como los chiquiteros del lugar y dejen disimuladamente cada vino a la mitad.