Entre Warhol, los Steelers y el olor a perritos calientes

PITTSBURGH (EEUU).-  Vivo y trabajo en Pittsburgh, la segunda ciudad del estado de Pensilvania por detrás de Filadelfia, con una población en el área metropolitana de más de dos millones de personas. Situada en el norte de los EEUU, sobre la costa este, atravesada por dos ríos y rodeada de colinas, Pittsburgh ostenta actualmente el título de 'Ciudad más habitable de los EEUU.'

(LouisL flickr)

Vista nocturna del skyline de Pittsburgh.

El centro urbano aglutina 151 rascacielos que conforman el famoso skyline de las ciudades norteamericanas y 446 puentes que le han valido el sobrenombre de 'La ciudad de los puentes'. Considerada la ciudad del acero años atrás por la enorme industria del metal instalada aquí y hermanada con Bilbao por compartir actividad comercial, hoy en día Pittsburgh basa su actividad financiera en grandes empresas como Heinz, Bayer o FedEx . Actualmente, se ha lavado la cara y ha cambiado por completo la imagen ruda y áspera que le proporcionaba el acero por la de una ciudad que se reinventa a sí misma y se convierte en un espacio abierto a todo tipo de tendencias y culturas.

Pittsburgh es considerada una de las ciudades gays por excelencia gracias a su contribución como escenario a la serie de temática homosexual Queer as Folk (en España emitida por la cadena de televisión Cuatro), y luce orgullosa el haber sido la metrópoli natal del principal impulsor del pop-art, Andy Warhol, además de contar con un largo recorrido como plataforma de los movimientos indie y punk rock.

Cada año la ciudad se ve inundada por más de cien mil universitarios venidos de todo el mundo, tapizando las calles de lenguas y costumbres que encuentran su lugar perfecto en un Pittsburgh, que conjuga diversidad y armonía para dar ejemplo de civismo y urbanidad del siglo XXI.

Bajo el estadio de fútbol americano de los Steelers y entre el olor a hamburguesas y perritos calientes que inunda las calles, crece una nueva ciudad cosmopolita y multicultural: la del arte en la calle, la de los conciertos ofrecidos en el interior de casas reconvertidas en locales alternativos, la de los autobuses repletos de gente hablando decenas de idiomas diferentes... Un Pittsburgh de vanguardia y de libertad sobre el que escribiré en los próximos meses.