Cineflash

'Honey Dripper', de John Sayles, 'Sultanes', de Alejandro Lozano, 'Una chica cortada en dos', de Claude Chabrol y 'Una noche para morir', de Nelson McCormick, son las películas de las que habla Volpini esta semana.

'Honey Dripper', de John Sayles

No sé qué hacen en la película los niños y sonroja como metáfora el guitarrista ciego (que sin embargo tiene por sí solo otra película). Fuera de esto, uno se sienta y ve, y escucha buena música —no es un musical—, y disfruta una historia cálida, con sus momentos de 'suspense' (la sospecha de que algo va a acabar mal) y su pizca de denuncia racial edulcorada, como se pasa casi de puntillas por el drama verdadero: el señor del pollo frito. Siempre será o con ellos, o tirado en la calle, donde te pisotean otros como ellos. No va de eso 'Honey Dripper'. A punto de dejarse los dedos sobre el piano, Quiet Man Danny Glover buscándole las vueltas a su circunstancia con ayuda de otros.

'Sultanes', de Alejandro Lozano

Que el buen cine de acción se malogre por un guión insuficientemente trabado es una pena. Empieza bien 'Sultanes'. Muy bien incluso. Todo el asalto al banco —"amenazar a un ladrón de bancos con la cárcel es como amenazar a una prostituta con un consolador", que apunta a la familiaridad, será seguramente, a pesar de su dudoso gusto, la frase más citada—, el viaje (donde sobra tal vez, por mentirosa, una escena), la persecución, los tiroteos: buen cine de acción, digo. Lástima que a esa acción acabe por fallarle el argumento. Aun así, junto con 'Honey Dripper', de lo más apetecible esta semana.

'Una chica cortada en dos', de Claude Chabrol

Si el XIX fue el siglo del adulterio y el XX el del incesto, el XXI va camino de ser el de la pedofilia o, al menos, el abismo de la edad. Como 'Elegy' de Coixet. El animal acosado por el tiempo que tira dentelladas a la carne más fresca y la carne más fresca que se deja comer con mucho gusto y pide más mordiscos. Chabrol siempre ha sido morboso. Pero parece que en su caso el crimen sí pagaba. Estupendamente hecha (pese a descuidos como esa cabeza que se asoma, insistente, a un portal en Lisboa) y magníficamente interpretada, tiende, no al puritanismo o a la decadencia (Charles Saint Dennis, personaje, aventurando sobre la sociedad), sino al aburrimiento.

Pese a lo caprichoso del corte al que el título alude, un diez por 'Norma Jean'.

'Una noche para morir', de Nelson McCormick

En la terrible noche de los 'remakes' vivientes, 'zombies' de hechuras putrefactas que pueblan las pantallas; abortos inviables sin alma y sin sustancia que se alimentan de despojos ajenos, con frecuencia otro 'zombie': se comen entre ellos. En ese páramo desolado acaba de estrenarse 'Una noche para morir'. De insuficiencia. Tratamiento visual y musical de serie mala de televisión, trama que es a una historia lo que el palillo al cepillo de dientes, actores olvidados según salen (¿ésta quién es? ¡Ah, la protagonista!): veintitrés millones de dólares en Estados Unidos la primera semana. ¡Hay que j... cómo viven los muertos!

*Federico Volpini es nuestro crítico de cine.