PITTSBURGH (EEUU).- Pensilvania es un Estado restrictivo en su legislación sobre el alcohol y la vida nocturna: el alcohol sólo se puede comprar en tiendas exclusivamente dedicadas a su venta (y no en supermercados o farmacias) y todos los bares, pubs y discotecas cierran puntualmente a las dos de la mañana. Por otro lado, los americanos gustan de vivir en casas unifamiliares, de varias plantas, con un pequeño patio ajardinado y separados una distancia prudencial de los vecinos: el lugar perfecto para hacer una fiesta sin recibir la visita de la policía.
Una 'fiesta en casa' de Pittsburgh.
Así es que al poco tiempo de residir en Pittsburgh uno empieza a verse absorbido por las fiestas en casas particulares hasta darse cuenta de que se trata de una auténtica forma de vida. Todo empieza un día cuando en el trabajo conoces a un compañero y éste, amable, te invita a la fiesta que un amigo suyo organiza en su casa: de esta fiesta te surgirá otra, y de esa otra a su vez otra,… hasta que un día seas tú el que organizas la fiesta en tu propia casa y te encuentres dando la bienvenida a personas que ves por primera vez.
La cordialidad de los americanos en este tipo de circunstancias es extrema: durante el tiempo que dura la fiesta, la casa está literalmente para el uso y disfrute de los asistentes. Entras a la habitación de matrimonio para dejar tu chaqueta sobre la cama, sales al patio para coger una cerveza, paseas por la cocina para encontrar algo de picar, te implicas en alguna conversación por los pasillos y bailas un poco en el salón. Antes, al llegar, habrás traído algunas cervezas y algo para comer: unas bolsas de patatas fritas si te dijeron que ofrecerían snacks o algo más elaborado si advirtieron que 'food will be provided'.
En Pittsburgh, la gente se divierte en casa.
De cualquier forma, siempre habrá un fin de semana en el que ningún conocido organice una fiesta o, sencillamente, puede que acabes de llegar y todavía no tengas un círculo de amistades. En ese caso, tampoco tienes por qué renunciar a una fiesta fuera de los límites impuestos por el Estado de Pensilvania: cada mes se organizan varias fiestas, de nuevo en casas particulares, totalmente abiertas al público, previo pago de entrada (la cual, por otra parte, acostumbra a ser más barata incluso que la entrada a cualquier discoteca).
La ventaja de este tipo de fiestas es que están bastante bien organizadas y siempre ofrecen algún añadido que las hace diferentes a cualquier otra cosa. Por ejemplo, este pasado mes fue la segunda edición de la 'Roller Boogie Party': una fiesta absolutamente indie que a cambio de 12 dólares te permite disfrutar de tres conciertos en directo al tiempo que patinar alrededor del escenario. Pero antes pasaron la fiesta de Halloween, el carnaval brasileño, pequeña Italia… ¡no hay fin de semana sin evento!
Dado que para este tipo de fiestas públicas no necesitas conocer directamente a nadie relacionado con ellas, la forma más sencilla de enterarte de cuándo y dónde se celebran es a través de Facebook: consultando los eventos para los próximos días de la ciudad descubrirás varias páginas plagadas de fiestas en casas particulares. La otra forma es mediante terceros, pero nunca verás un cartel o un anuncio en ninguna parte: así es que Pittsburgh parece dormir por las noches, cuando en realidad ¡baila hasta bien entrada la madrugada!
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