Hundidos hasta el cuello

El cemento cimienta nuestra economía y sociedad. No es una perogrullada ni un juego de palabras. 700 años antes de Cristo, los etruscos utilizaron una mezcla de puzolana y cal para hacer un mortero, la primera datada en Occidente con la que construir modestos templos y hogares. Desde entonces, el consumo de cemento es un indicador adelantado de la situación de una sociedad. La nuestra se hunde hasta el cuello.

El poder de una sociedad se refleja en sus templos.

Los egipcios secaban al sol ladrillos de barro o adobe para crear paredes sólidas, casas en las que refugiarse del calor y otras inclemencias del tiempo. Los romanos, un siglo antes de Cristo, usaban una mezcla parecida para obtener hormigón y levantar sus primeros grandes edificios y templos.

En el siglo XVIII comienzan las mezclas de arcilla y caliza. Luego llegó un tipo llamado John Smeaton, un ingeniero inglés que encuentra las proporciones para el cemento concreto y lo compara con el color de las piedras de la localidad británica de Portland. Así nació el nombre más famoso de un clásico del cemento, con el que se han creado grandes multinacionales y empresas.

¿Y para qué tanto rollo histórico? Para tomar conciencia de lo importante que es en nuestras vidas cotidianas ese elemento gris, sucio, contaminante que se utiliza para construir nuestros hogares, nuestros 'nidos' donde soportar los buenos y los malos tiempos. Desde hace siglos, pues, el consumo de cemento es un indicador adelantado de lo bien o lo mal que le van las cosas a un país. Y desde finales del XIX y principios del XX, los economistas valoran la evolución de la demanda de cemento, que está directamente relacionada con la evolución del futuro económico inmediato de un país y con su bienestar en general.

Porque el material tan triste se utiliza no sólo para levantar pisos y oficinas, sino para construir puentes, carreteras, vías, todo tipo de infraestructuras públicas. Vale. ¿Y? Pues que en los tiempos dorados de la economía española, hace tan sólo unos meses, eramos los mayores consumidores del pegamento gris de toda Europa. Ya desde 2005 estábamos los primeros en ese ranking que nos ayudaba a contaminar más, pero liderábamos el 'boom' del ladrillo más espectacular que imaginarse podían nuestros vecinos europeos.

Pero ahora las cosas son bien diferentes. La patronal cementera, Oficemen, acaba de confirmar que vamos mal, de capa caída y para largo. El consumo de cemento en mayo ha caído un 18,7%, lo que demuestra que en los próximos meses el sector de la construcción continuará con su desaceleración. De enero a mayo, la ralentización de los pedidos de cemento ya era de un 12,4% en relación con los cinco primeros meses del 2007, pero el descenso de mayo ha sido el más notable hasta ahora. Un 18,7% es un dato más que notable, aunque la patronal cementera lo atribuye a las lluvias de todo el mes, que han impedido trabajar en las obras.