Las moscas, al muerto y a la mierda

Hay moscas que sin duda envidian la capacidad de nuestras televisiones para olfatear un cadáver. Las cadenas generalistas se han convertido en consumadas necrófagas. Se especializan en sacar jugo a la muerte, en rentabilizar óbitos, en hacer de la agresión y el crimen un negocio. Menos La Sexta, ajena de momento a las posibilidades comerciales de los decesos violentos, todas las programaciones están salpicadas de sangre. Pero TVE, más.

(rtve.es)

Luisa Martín representa a Victoria Álvarez -Dolores Vázquez en la vida real- en la miniserie de TVE

Anoche no pude ver la serie que estrenó TVE sobre Rocío Wanninkhof y Dolores Vázquez. Varias razones me obligaron a apagar la televisión a los cinco minutos. La primera, que estaba hastiado y avergonzado. A sentir vergüenza viendo la televisión me voy acostumbrando, pero sigo sin soportar las morbosidades camufladas de periodismo, de investigación, de entretenimiento. Me superan.

De cualquier manera, la razón importante es otra: tanto los Wanninkhof como Dolores Vázquez no querían que se grabase y emitiese esa serie. Quieren olvidar, no recordar. Desde su actual residencia (obligada) fuera de España, Vázquez asegura que no ha prestado "en ningún momento, ni antes ni ahora, su consentimiento, ni para la realización ni para la emisión de la serie" y expresa su "oposición a la reproducción y utilización, por cualquier medio, de su imagen o cualquier aspecto relacionado con su vida personal". Sus abogados hablan de un posible quebranto del derecho al honor y la intimidad. Alicia Hornos, madre de Rocío Wanninkhof, lamenta que se ruede una serie sobre la muerte de su hija "sin consultar nada a la familia".

¿Se imaginan lo que podría llegar a cobrar Dolores Vázquez por una entrevista en un programa basura? Pues no lo ha hecho. Se niega a rentabilizar su dolor, a hacer de su pena un espectáculo. Quiere vivir, recuperar la normalidad para ella y los suyos. Pero los hay que quieren chuparles hasta la última gota de sangre.

No creo que sea labor de una televisión pública sumergirse en estercoleros como 'El caso Wanninkhof', trabajo encargado, como no, a una productora externa (Pedro Costa P.C.). Y no lo es porque se trata de un entretenimiento no ya de perfil bajo, sino subterráneo: a tres metros bajo tierra. Esta insana y enfermiza pasión por la tragedia, por el sufrimiento ajeno, por la muerte violenta, se ha convertido en un recurso fácil para conseguir audiencia. Donde no hay talento, hay muerte.

La televisión pública debería dedicarse a cosas más positivas. O de mayor actualidad y calado. ¿Qué tal el reportaje que Cuatro ha preparado para la noche de hoy, analizando la situación de un líder político, Mariano Rajoy, que se enfrenta a su fin de semana más caliente: el congreso del PP en Valencia? Tiene buena pinta, con Gabilondo asomado a la terraza de Génova…

Son las contradicciones de TVE, una empresa sin norte. Por un lado hace la televisión más comercial, arañando la audiencia que pueda depararle la explotación de una de las noticias más negras y desagradables de nuestra historia reciente. Por otro, elimina minutos de publicidad, razón de ser de la televisión comercial, para regocijo de las empresas de televisión privadas, que se frotan las manos y sacan lustre a la cartera.

Las moscas van a la mierda. Y al muerto.

Un motivo para no ver la televisión

Dylan sobre Dylan
Jonathan Cott (edición)
Editorial: Global Rhythm Press.

El próximo día 23 de junio Bob Dylan, el genio de Duluth, comienza en Zaragoza su vagabundeo veraniego por los escenarios españoles. Serán once conciertos en los lugares más insospechados: día 24, Pamplona (plaza de toros); 27 Vigo (Recinto Ferial); 28 Ávila (Parque Natural de Gredos); 1 de julio, Cuenca (Complejo Deportivo La Fuensanta); 2 Alicante (Centro de Tecnificación); 4 Lorca (Plaza de Toros); 5 Jaén, (Recinto Ferial Prolongación); 6 Madrid, (Rock in Río); 8 Jerez, (Estadio Municipal Chapin ); 10 Mérida, (Plaza de Toros).

Para disfrutar de estos conciertos conviene empaparse con las grabaciones de Dylan, incluyendo su magnífico último disco: 'Modern Times'. Para ir más lejos, entrar en su complejo mundo y tratar de entender su actitud huraña con el resto del planeta, su amor-odio a los conciertos, su manera de escribir algunos de los mejores poemas de todos los tiempos… lo mejor es sumergirse en 'Dylan sobre Dylan', un libro imprescindible para dylanófilos, que pueden y deben disfrutar lectores de otras tribus y pelajes.

La razón es muy sencilla: en estas 475 páginas se recopilan las mejores entrevistas realizadas entre 1962 y 2004 a Bob Dylan. Sí, el tipo que casi nunca concede entrevistas. Treinta y una piezas calificadas, con toda la razón, como memorables. Primero porque la nómina de periodistas es impresionante, con gente de Playboy (en sus buenos tiempos, los 60), Rolling Stone (el digno, el USA), The New York Times, Los Angeles Times, Uncut… Y hasta una agradable sorpresa, con el gran Sam Shepard como enviado especial de Squire. Shepard convierte su charla, alucinen, en un diálogo teatral.

Dylan se ha desnudado a lo largo de los años en sus canciones. Y también en un puñado de entrevistas, pequeñas obras maestras que se convierten en todo un máster del género.