Futuros matadores, de entre 3 y 15 años, aprenden el arte del toreo en México

Mérida (México).-  Una veintena de niños, de entre 3 y 15 años, asisten a la escuela de matadores de Mérida, en Yucatán (sur de México), donde el torero francés Michel Lagravere enseña el arte de la lidia incluso a sus propios hijos, uno de ellos la joven promesa "Michelito".

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(EFE)

El joven torero de 10 años "Michelito" se entrena durante su sesión de calentamiento en la plaza de toros Mérida en el estado mexicano de Yucatán (México).

"Damos cuatro vueltas (al ruedo) corriendo, luego cuatro 'sprints' para adelante y para atrás, después banderilleamos y luego toreamos 'de salón'", relataron a Efe "Michelito", de 10 años, y su hermano André, de 8, ambos hijos del torero de origen galo.

El toreo 'de salón' es una figuración del arte taurino donde uno practica con el capote los diferentes pases mientras otro simula ser el toro.

Ambos se entrenan también ensartando banderillas en una caja de cartón, tan entretenidos como otros niños con un balón de fútbol.

El alumno más joven de la escuela de matadores es Jafet, de 3 años, que desarrolló la afición al ver torear a su primos André y "Michelito".

A los 2 años recibió un traje de luces como regalo y ahora es un asiduo a la fiesta.

El niño se divierte aprendiendo los pases y cuenta que su favorito es la "porta gayola" (recibir al toro de rodillas en cuanto éste sale a la plaza), que intenta emular girando el capote por encima suyo.

"A los niños que apenas vienen a entrenar les decimos que se lo tomen como diversión, después solitos se van dando cuenta de que es un juego, pero no como para perderle el respeto al toro", apuntó "Michelito", quien dio su primer capotazo con 4 años, se presentó en público a los 5 y mató un becerro a los 9.

La joven promesa toreó el sábado por la noche, en la misma plaza donde entrena, a "Buena suerte", un novillo de 250 kilos y más alto que él, junto a los veteranos Rodolfo Rodríguez "El Pana" -que acude a la plaza en calesa y con un gran puro- y Guillermo Capetillo.

Su acertada faena le brindó los aplausos del público y la vuelta al ruedo.

A su lado caminó André, también vestido con traje de luces -aunque antes quería ser futbolista- y a quien también se le adivina en los ojos las ganas de triunfar en los ruedos.

A la escuela de tauromaquia asisten 23 alumnos que acuden tres veces por semana al coso de la ciudad, fundado en 1929 y con capacidad para seis mil personas, del que Lagravere es empresario junto a otros dos socios.

Las altas temperaturas y la humedad del ambiente, propias del clima yucateco durante estos meses, han atrasado unas horas las clases para evitar los calores.

Muchos de los alumnos de la escuela, donde hay aspirantes a torero de hasta 22 años, ya se han medido frente a un becerro en alguna novillada.

La afición por los toros en Yucatán está muy extendida como lo demuestra el hecho de que la mayoría de las fiestas de los 106 municipios del estado cuentan con algún tipo de festejo taurino.

En el municipio de Uci, en ese estado, se llegan a lidiar, sin muerte y de forma rápida, tras apenas unos pases, decenas de astados, en un evento que dura hasta siete horas, relató a Efe un aficionado, cuyo hijo asiste a las clases de toreo.

El torero galo y padre de "Michelito", de 45 años, imparte las clases de forma gratuita.

El riesgo para el torero siempre está ahí, pero "un atleta bien preparado tiene menos probabilidades de tener un accidente", apuntó el matador, que se encuentra en activo.

"Soy matador de toros y estoy cosido a cornadas, pero es su pasión, aquí nadie puede empujar a un niño al medio del ruedo", dice consciente del riesgo de "Michelito" pero también de su afición y talento.

El ya conocido como niño-torero tiene siempre en mente que "los toros no tienen palabra de honor". Ya ha sufrido algún percance cuando un astado le metió un pitón en la boca y otro le lastimó la mano.

"Al principio no duele, lo sientes caliente, luego sí", apuntó. "Un poco", matizó después.