¡Pobre de mí!

En la recta final del Telediario de mediodía (La 1), y dentro de los cada vez más habituales bloques de autopromoción disfrazados de información, venden la cobertura especial que la televisión pública española realizará de los encierros de San Fermín: "TVE ofrecerá un despliegue técnico y humano que nos permitirá ver hasta el último detalle". Mienten. Y lo hacen de manera grosera, burda y malintencionada: las cámaras de TVE carecen del permiso necesario para entrar en la Plaza de Toros de Pamplona, en propiedad de Cuatro, por lo que no podrán ofrecer completo el encierro. No ya "hasta el último detalle": ni tan siquiera íntegro.

(rtve.es)

El equipo de TVE que retransmitirá los Sanfermines (incompletos) de este año.

¿Saben cómo acaba ese mismo telediario? Con 'La maleta del verano', un engendro difícil de calificar basado en una pareja de presentadores chillones incitando a los espectadores a llamar a un numero de teléfono, por supuesto de pago, para conseguir con facilidad miles de euros, coches, viajes y motos. Un concurso. "Es la manera que tiene TVE de agradecerte tu participación", dice uno de los voceros, que aúlla recordando el numero de teléfono, los premios... Nada más terminar este esperpento, el anagrama de los informativos de TVE pone fin al Telediario.

Creo profundamente en la televisión pública. Por eso me duele lo que Esperanza Aguirre, desde la derecha más depredadora, está haciendo con Telemadrid. También por eso me duele lo que el Gobierno está haciendo, desde la izquierda exquisita (de derechas), con TVE. Aguirre ha convertido la tele de la Comunidad madrileña en un instrumento político, olvidando el resto de posibilidades del medio. El Gobierno está destruyendo la televisión pública para beneficio de cadenas y productoras privadas.

Sólo así, desde la maldad capitalista de una izquierda de pega, puede entenderse el deterioro irreversible de TVE. Una televisión que ya no tiene ni calidad, ni audiencia, ni vergüenza. ¿Qué hacer, entonces, con la televisión pública? Una televisión digna. Buena televisión. Simplemente eso.

Los ladrilleros

Podría ser el título de una película protagonizada por John Wayne y Lee Marvin, y dirigida por Michael Curtiz, pero sólo es una historia sobre constructores y presentadores de televisión. "Los ladrilleros están en una crisis brutal", dice, palabras textuales, Ana Rosa Quintana, escritora. No sé si, en su condición de intelectual, firmará el Manifiesto de 'El Mundo', o el de las Nuevas Generaciones del PP, pero sí que entrevistó en su programa a "el pocero de Fuenlabrada", un constructor que vende sus pisos casi a precio de coste. El Robin Hood de los ladrilleros, podríamos decir.

José Moreno, que así se llama El Pocero II, vende pisos con calidades aceptables por entre 82.000 y 107.000 euros. Una ganga. Ana Rosa no se lo puede creer: "Yo hice una reforma en casa cuando nacieron mis dos niños, que ahora tienen tres años, y todo era caríííííííísismo". El Pocero II le responde de manera impecable: Construye en terrenos públicos y obtiene un 3% beneficio, del que le queda un 1-1,50% después de pagar abogados, notarios, etc. El resto de empresarios de la construcción obtienen unos beneficios que están entre el 30 y el 40%.

La entrevista de Ana Rosa al ladrillero coincide con la publicación de 'Destrucción a toda costa 2008', el informe anual de Greenpeace. Cuentan, entre otras muchas cosas, que a los tres millones de viviendas proyectadas en la costa en 2007 se han sumado 137 nuevas actuaciones urbanísticas en infraestructuras portuarias. Y que sólo en el último año, los casos de corrupción urbanística en el litoral han ascendido a 67.

Un motivo para no ver la televisión

Eugene Smith retrató la España del franquismo.

Eugene Smith

W. Eugene Smith
Exposición antológica en el Teatro Fernán Gómez, en los bajos de la madrileña Plaza de Colón.
Catalogo de la exposición (Editado por La Fábrica)

Fotográficamente, el reportaje ha muerto. Le han dado el tiro de gracia unos periódicos que se deben a las cuentas de beneficios, y no contemplan con buenos ojos que un fotógrafo tenga que estar un mes en Afganistán para contarnos una historia en blanco y negro. Muchos hoteles, muchas comidas, muchos festivos… muchos gastos. Esas seis páginas se pueden llenar, por ejemplo, con las fotos y un extracto del texto de un libro que se acaba de editar, y que les cede gratuitamente cualquier editorial. Mucho más barato.

W. Eugene Smith, leyenda de la fotografía, maestro del fotoensayo, periodista de los pies a la cabeza, dedicó toda su vida a contar historias. Unas veces por cuenta de 'Life', otras de 'Magnum' y, cuando hacía falta, de su bolsillo. Descansó poco, soñó bastante y trabajó muchísimo. Sus fotografías son, simplemente, emocionantes. En 1950 estuvo en Deleitosa, un pueblo cacereño con las calles de tierra y la tristeza instalada en las mirada de unas gentes vestidas de negro. En 1948 siguió los pasos de un médico rural de Kremmling, al pie de las montañas Rocosas. En 1951 fue la sombra de una comadrona del sudeste de los Estados Unidos. En 1954 viajó a África para ayudarnos a comprender la vida de Albert Schweitzer, médico, teólogo y músico alemán que apenas dos años antes había recibido el Nobel de la Paz.

Sus ensayos son reportajes amplios, dinámicos, eternos, sobre las vidas de seres que se esfuerzan. Para vivir, para sobrevivir, para ayudar a que los demás sobrevivan. Su compromiso es total, constante, y su fotografía atemporal. Es arte. Nadie debería perderse la exposición. Todos aquellos interesados en la fotografía como ejercicio narrativo deberían leer el libro, con textos inéditos del propio Smith. Periodismo puro, duro y estremecedor.