De animales y hombres

Luis Miguel Domínguez, productor de documentales, estuvo en 'Cuarto Milenio' acompañado por un macaco. No me refiero a Iker Jiménez, Dios me libre, sino a un mono de verdad, con su largo rabo, su cuerpo peludo y su desmedida afición por los dátiles y los cacahuetes. Concretamente se trataba de Berta, una hembra que, vivita y coleando, Domínguez puso sobre el hombro del individuo que habitualmente nos habla de extraterrestres, licántropos y apariciones marianas. Poco después de ser cómplice de semejante esperpento, Domínguez acabó con sus huesos en la cárcel de Conway (Estados Unidos), donde estuvo 24 horas incomunicado.

Una primera lectura de la noticia nos puede llevar a pensar que la justicia norteamericana es más sensible que la española. Al menos en lo que a malos tratos a los animales se refiere. En España, pensarán ustedes, mucho Proyecto Gran Simio avalado por los socialistas, pero cualquier naturalista de pacotilla puede explotar impunemente a un macaco en un programa cutre de televisión. Expertos de la Universidad de Chicago y de la Asociación de Zoos y Acuarios de Estados Unidos han denunciado que la utilización de monos en este medio audiovisual pone en entredicho su futuro, el de los monos, puesto que impide a los televidentes asimilar que estas especies se encuentran en grave peligro de extinción.

Pero no se confundan: Domínguez no fue encarcelado por llevar un mono a un plató de televisión, sino por suplantar a un policía. Suplantar es la base de la televisión moderna. Lidia Lozano se hace pasar por periodista; los que escriben las tramas y diálogos de 'Yo soy Bea', por guionistas; Dinio por actor; los de Operación Triunfo, por cantantes... El mismo Domínguez presume de naturalista, pese a que explota a los animales utilizándolos en programas de televisión. Un mundo éste al revés, en el que Buruaga puede llegar a pensar que es entrevistador y Hermann Tertsch creerse capaz de presentar un informativo.

De Tertsch hablaremos otro día. Buruaga merece que recordemos el arrollador éxito de 'En persona' (Telemadrid), su programa de entrevistas. El miércoles consiguió, con Aznar y Fernando Torres como invitados, un espacio muy equilibrado: el pasado y el futuro, el perdedor y el ganador, el rencor y la esperanza, el vinagre y la miel. Los televidentes premiaron su equilibrio con una audiencia a la altura de la cadena: 6,7% y 129.000 espectadores.

Para mejorar tan rácanos números me voy a permitir recomendarles que, como Iker Jiménez en Cuatro, utilicen algún primate. ¿Qué tal Curri Valenzuela y Luis Miguel Domínguez charlando sobre el desdoblamiento de la 501, crimen ecológico que nos está dejando en evidencia ante toda Europa?

Seguimos hablando de animales. Concretamente de culebrones. Ana Rosa Quintana ha confesado en Elmundo.es que le encantaría hacer uno. Un culebrón. La presentadora, que por cierto se hace pasar por escritora, carece de memoria, sin duda debido a la presión que la piel recauchutada del rostro ejerce sobre las venas de la cabeza, impidiendo la fluida circulación de la sangre por su cerebro. ¡Qué mejor culebrón que el de su famoso libro, firmado por ella pero escrito por un negro de la familia!

Un motivo para no ver la televisión

Derrumbe
Autor: Ricardo Menéndez Salmón.
Editorial: Seix Barral.

"El día que vine al mundo, mi madre parió dos gemelos: yo y mi miedo". La frase, del filósofo inglés Thomas Hobbes, está incluida por Menéndez Salmón en su libro. Y resume a la perfección la savia que circula por esas páginas.

'Derrumbe' es el terror. Una historia rápida, para leer de una sentada, protagonizada por gentes heridas, brutales, sin futuro. El dolor aparece aquí en todas sus posibilidades, en la mayoría de sus formas. Un crimen, una violación, un atentado terrorista… Cualquier desgracia es buena para mostrarnos ese lado verdaderamente salvaje de la vida.

En 'Derrumbe' no sobra una sola palabra. Ni falta un temor. Es una obra difícil, por áspera, de lectura obligatoria. Este mundo no es un lugar fácil, y el escritor asturiano nos lo recuerda de una manera dura, despiadada, brillante, inolvidable.