El acceso de toda la humanidad al agua requiere, como mínimo, 50.000 millones de dólares

Zaragoza.-  Las inversiones necesarias para que todos los habitantes del planeta pudieran tener acceso a agua potable, y que ésta pudiera posteriormente depurarse, serían, como mínimo, de 50.000 millones de dólares, que deberían de ser aportados, por obligación moral, por los países ricos.

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Así lo ha asegurado hoy en Zaragoza el ex presidente del Parlamento Europeo y actual presidente de la Comisión de Cooperación, Josep Borrell, antes de presidir una mesa redonda sobre "Agua y objetivos de desarrollo del milenio", organizada por el Parlamento Europeo en colaboración con el Gobierno de Aragón.

Después, en una rueda de prensa, ha puntualizado que "nadie sabe exactamente" cuánto costaría este objetivo, pero los 50.000 millones de dólares son un punto de partida, una cifra "global" que da la magnitud del problema.

Borrell ha recordado que cada día mueren cientos de personas en el mundo por no tener acceso a agua potable, que las mujeres del tercer mundo pasan horas y horas acarreando agua, arriesgando su salud y su vida, y que es "imposible saber" cuántos niños mueren al día como consecuencia de beber agua insalubre.

Por eso, la Unión Europea ha querido dedicar un día del ciclo organizado en Zaragoza con motivo de la Exposición Internacional a estos problemas de desarrollo.

En las sociedades ricas el agua es un elemento "tan habitual" que sus habitantes no se pueden hacer a la idea de lo que significa vivir en África o Asia.

Mil millones de personas "nunca han visto un grifo", ha insistido, y las soluciones se centran, sólo, en acometer inversiones en conducciones, embalses, saneamiento, depuración o colectores, porque el agua potable "no es un elemento de la naturaleza, sino un resultante de la inversión humana".

Y ese dinero lo deben de aportar los países más ricos, ha añadido Borrell, teoría con la que se ha mostrado de acuerdo la secretaria de Estado de Cooperación Internacional, Soraya Rodríguez, quien ha insistido en que los países que disponen de tecnología adecuada deben de ponerla a disposición de los países en vías de desarrollo y del tercer mundo.

Mientras el problema del acceso al agua potable no esté resuelto para toda la población mundial, ha añadido, no se podrá conseguir ninguno de los objetivos del milenio, y la comunidad internacional tiene "la obligación moral y política" de garantizar este derecho humano.

En esta línea, Borrell ha reconocido que los países que reciben la ayuda son quienes deben de fijar sus prioridades, y muchas veces son ellos mismos quienes no priorizan la depuración y conducciones de agua.

"No les podemos decir que sus prioridades valen siempre que coincidan con las nuestras", ha dicho.

Otra de las disyuntivas que se plantean en el complejo asunto del acceso al agua es si éste debe de ser resuelto íntegramente por la iniciativa pública o también por la privada.

Ha apostado por encontrar "puntos de equilibrio" pero teniendo en cuenta que debe de ser siempre un mercado "fuertemente regulado" para que no ocurra como en algunas ciudades de países latinoamericanos, en las que hay barrios en los que se paga más cara el agua que consiguen con cántaros que en los que la tienen abriendo el grifo.