Federico Volpini y el Dr. Etxea llegan con su película de la semana. Ésta vez le toca el turno a un filme español, 'El rey de la montaña', de Gonzalo López Gallego. Según el Dr. Etxea, es "un análisis al microscopio de la conducta humana en situaciones de peligro". Volpini, se cuestiona la gracia de hacer daño a las cosas.
El hombre y la naturaleza ¡Qué hermosura¡ piensa uno al pronunciar seguidos ambos nombres. Pues no. La naturaleza además de paisaje es escenario impasible de la crueldad de la otra naturaleza, la humana. El hombre reinventa formas ancestrales de seguir siendo un asesino y convertirse en fiera para el otro. Un juego de rol puede llegar a ser una cacería y nosotros tan tranquilos rindiendo vasallaje al ordenador. A mí que no me cuenten historias fantásticas. Basta con mirarse al espejo con atención perversa. Descubriremos al ogro.
Hasta cierto momento en que da un giro, 'El Rey de la Montaña' desespera. No sabemos lo que ocurre. Al protagonista, Leonardo Sbaraglia le pasa lo mismo. Esa es su gracia. Quizá tenga la culpa de todo María Valverde que desde 'La flaqueza del bolchevique' ha madurado en su candor provocativo, aunque a su voz aún le faltan unos cuantos tonos.
Después de 'Nómadas' y 'Sobre el arco iris' Gonzalo López Gallego plantea 'El Rey de la Montaña' como un análisis al microscopio de la conducta humana en situaciones de peligro. Ese miedo que surge cuando no sabemos ni quien nos quiere mal ni por qué alguien está empeñado en hacernos la vida imposible. ¡Con lo estupendos que somos todos¡ Recuerda al vecino acosador en 'De repente un extraño'. La segunda vez que intenté ver esta película de John Schlessinger me salí del cine.
En 'El Rey de la Montaña' se mantiene el suspense y el interés porque, ante todo, uno necesita saber qué pasa. Habría sido mejor que no nos dieran la explicación. Aunque así el director ha cumplido con su primer encargo, ha hecho una de terror más exportable y ha conseguido que se venda su película en unos cuantos países poco habituales de nuestra cinematografía. Los reparos que pongo se convierten en razones comerciales. Así pues si quieren cine español sin pretensiones, contenido de medios, sin alardes especiales, no está mal esta apuesta que llega a las carteleras. 'El Rey de la Montaña' está hecha para dar miedo. Quien se asuste demasiado es porque ha descubierto su sombra en una nube y se avecina tormenta.
¿Qué gracia tiene hacer daño a las cosas? Reconforta al principio. Romper vajilla. Quemar coches. Volar un oleoducto. Pero luego uno empieza a echar de menos un poco de emoción. Hacer daño a la gente. Para eso hay dos problemas: la conciencia (tiene mucho que ver con ponerse en el lugar del otro) y la pena, que te pillen y te funda la Justicia (tiene mucho que ver con ponerse en el lugar de uno). La solución a lo primero viene dada por la solución a lo segundo: la impunidad es cosificadora. El otro ya no puede ser uno ¡y sin embargo es otro!: siente, padece y ahí nos llega. Nos sacude un delicioso escalofrío. Si el mal es concebible eso prueba que existe, como dicen que el que sea concebible prueba la existencia de Dios. Que va a acabar con todos.
Hay que jugar a Dios: como "jugar a fútbol", pero correctamente escrito en castellano.
Empiezan a disparar contra ti. ¿Quién? ¿Por qué? ¿Tú qué has hecho? Aunque la verdadera pregunta sea: ¿qué tipo de persona es capaz de hacer esto? O, también, ¿qué hace nadie, para merecer nada? ¿Qué relevancia tiene aquello que uno hace, o que no hace?
'El rey de la montaña'. Todos en su papel. María Valverde (Bea) medida, corajuda, convincente. Leonardo Sbaraglia (Quim) convincente, medido, y con cierta tendencia a ser piltrafa. Otra constante humana.
A lo que importa: hasta el final, se pasa mal, luego se pasa bien.
*Federico Volpini y Dr. Etxea son nuestros críticos de cine.
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