Mirando a las alturas

MÚNICH (ALEMANIA).-  Al igual que el diablo, la extrañeza que nos sugieren otros paisajes urbanos está en los detalles. Y para comprobarlo no hay más que olvidar las prisas, frenar nuestro paso, respirar hondo y mirar hacia arriba.

V.O

Si Wim Wenders hubiera elegido el cielo sobre Múnich como telón de fondo para rodar el deambular de los ángeles Damiel y Cassiel, no habría echado de menos la columna de la victoria berlinesa.

En la capital bávara tenemos el Friedensengel. El ángel de la paz se apoya sobre una columna corintia de unos 40 metros, dirigiendo su benévola mirada a lo largo de la calle del príncipe regente. El entorno es muy bello, con frondosa vegetación y junto al río. Por contraposición es curioso que lo que los españoles preferimos colocar sobre una columna monumental es a Don Cristóbal señalando con el dedo (que tampoco es que sea el colmo de la buena educación).

El cenit del skyline de Múnich son las cúpulas gemelas de estilo bizantino de las torres de la catedral, la Frauenkirche, consagrada dos años después del descubrimiento de América. Este tipo de cúpula con forma de cebolla más o menos pronunciada es muy habitual en Baviera, y sorprendentemente algo propio de iglesias católicas.

Estas torres van a seguir fijando el techo de la ciudad con sus cien metros de altura. En un referéndum municipal celebrado en 2004 (y promovido por un ex-alcalde) se acordó prohibir edificar más alto que la Frauenkirche. El primer afectado fue el proyecto de la nueva sede de la editorial Süddeutscher Verlag al este de la ciudad, un rascacielos según los planos de 146 metros de altura , que hubo que recortar. A día de hoy se está terminando su construcción. Altura final: 99 metros y 95 centímetros.

V.O

En muchísimas calles no hay farolas, sino que atirantadas de las fachadas de las casas y suspendidas en el aire, cual araña mecánica en su red, se encuentran unas lámparas que proveen la necesaria iluminación nocturna, con su foco en el centro de la vía, en vez de dos en los extremos sobre las aceras. Un efecto secundario es que en las largas noches de invierno no se puede leer el periódico en la calle, y la ciudad tiene un aspecto más adormilado, acogedor y por que no decirlo, romántico, como de luz de velas.

Para terminar este pequeño paseo, una debilidad personal. Dejando la plaza de Stachus a la espalda y adentrándose por la zona peatonal se llega al gran almácen Oberpollinger. En lo más alto de sus tejados a dos aguas navegan dos galeones. Lo primero a resaltar es que el mar no está cerca: para llegar a la costa alemana hay que cruzar hacia el norte todo el país, hacía el sur rumbo al Mediterráneo italiano "solamente" los Alpes. Mi teoría es que uno de los dos se trata del barco pirata de Peter Pan. El segundo se me escapa.