La película mexicana "Lake Tahoe" llega a San Sebastián avalada por Berlín y Cannes

San Sebastián.-  La película mexicana "Lake Tahoe" trata de la ignorancia del tiempo cuando se pierde a un ser querido, del proceso de aprendizaje de una pérdida, según explicó hoy a Efe la actriz Daniela Valentine, representante del equipo del filme en el Festival de cine de San Sebastián.

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(EFE)

El director mexicano Fernando Eimbcke (2º izq.), junto a los actores de "Lake Tahoe" Diego Catano (izq.), Daniela Valentine (dcha.) y Juan Carlos Lara, el pasado mes de febrero en Berlín.

Tras pasar por la Berlinale, donde consiguió los premios Alfred Bauer, en reconocimiento a las nuevas perspectivas del cine, y el Fipresci de la crítica internacional, y por Cannes, el segundo trabajo del director mexicano Fernando Eimbcke ha llegado a San Sebastián dentro de la sección "Zabalegui. Perlas de otros festivales".

"Lake Tahoe" muestra un día en la vida de Juan, un joven que estrella su coche contra un poste y que en la búsqueda de un mecánico que le ayude se tropieza con una serie de extraños personajes que le ayudan a sacar la angustia que le ha provocado la muerte de su padre.

Y uno de estos personajes es el de Lucía, con el que Valentine realiza su debut en el cine. Una joven que trabaja en una tienda de recambios de automóvil, que es madre de un bebé y que se convertirá de alguna forma en la figura maternal que busca el protagonista.

En su opinión, el filme muestra una situación concreta, aquella en la que no te eres consciente del paso del tiempo. "No te das cuenta si ya amaneció, sólo piensas en lo que sientes".

"Eso es lo que le pasa al personaje principal y los personajes de alrededor somos una metáfora de los sentimientos que puede tener, en mi caso el de la maternidad", explicó la actriz.

Una película bastante autobiográfica al menos en su planteamiento inicial, ya que el director la realizó para entender mejor su propia reacción tras la muerte de su padre.

El resultado es una historia sobre la necesidad que todos tenemos en algún momento de querer escapar de la realidad, aunque antes o después tenemos que enfrentarnos a ella.

Lo hace de forma lenta y contemplativa, a lo que ayudó la localización, en Progreso, en la península del Yucatán, elegida por el director por su horizontalidad, que iba bien con el recorrido del personaje, y porque es un puerto industrial con mucho movimiento durante el verano pero que se vacía en la temporada baja.

Valentine resaltó que la cadencia de la historia es la misma que existe en realidad en el lugar que se rodó.

Allí, resaltó, "todo es lento, muy calmado y contemplativo, es un lugar en el que la gente siempre está esperando a que algo suceda".

Rodado casi exclusivamente con planos fijos y con escasos elementos en su composición, la narración se ve salpicada por planos en negro, algunos de considerable duración, durante los cuales se sigue escuchando el sonido ambiente de la película.