Jóvenes peruanos y guatemaltecos muestran a Camboya su lucha por la paz

Phnom Penh.-  Una misión de jóvenes guatemaltecos y peruanos con el pasado marcado por la violencia política ofrecen estos días sus experiencias a los camboyanos para superar el genocidio del Jemer Rojo a través de la paz y la reconciliación.

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(EFE)

Una misión de jóvenes guatemaltecos y peruanos con el pasado marcado por la violencia política ofrecen estos días sus experiencias a los camboyanos para superar el genocidio del Jemer Rojo a través de la paz y la reconciliación. En la imagen, el peruano Heeder Soto observa algunos de sus cuadros expuestos en una sala de Phnom Penh.

Los jóvenes participaron en un congreso internacional del 17 al 24 de septiembre, junto a testigos de la violencia en Filipinas, Nepal, Ruanda y Sudáfrica, y desde entonces y hasta el 12 de octubre se dedican a visitar organizaciones que atienden a las víctimas del Jemer Rojo.

"Compartimos con jóvenes camboyanos cómo superamos en Perú nuestra situación de violencia y cómo está el proceso de reparación, justicia y verdad", explicó el peruano Daniel Roca Sulca, dirigente nacional de Afectados por la Violencia Política en Perú.

Unas 300.000 personas murieron en Perú entre 1980 y 200 en los enfrentamientos entre las Fuerzas Armadas y el grupo maoísta Sendero Luminoso.

Para Roca, que perdió al padre y la madre, "la reconciliación es posible, pero hace falta verdad, justicia y reparación".

La organización guatemalteca HIJOS (Hijos e hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio) habló de los 250.000 personas que perdieron la vida oficialmente en su país entre 1960 y 1996.

"No puede haber reconciliación mientras siga la impunidad y la injusticia", afirmó Flor María Calderón, de HIJOS, una joven que lleva el nombre de su tía, una guerrillera desaparecida poco antes de que ella naciera.

"Nuestra lucha por la justicia social incluye la transformación de las relaciones de poder y económicas en Guatemala, y llevar a juicio a los responsables", aseguró Calderón.

Su compatriota Ixchel García Ferris, antropóloga forense que se dedica a la exhumación e identificación de cadáveres de fosas comunes en su país, habló de la dureza física y mental que supone su trabajo y también de la gratitud que muestran, a pesar del dolor, los vecinos del lugar que "ven en la exhumación una forma de hacer justicia a los muertos".

"A veces caminamos doce horas por la selva hasta llegar a una fosa común y allí te encuentras restos de hombres, niños o mujeres embarazadas", detalló García, de 25 años.

García comentó que ha descubierto en Camboya que, al igual que en Guatemala, muchos chicos de su edad desconocen la historia de su país.

"En Camboya hay ONG extranjeras pero no hay movimiento social propio", apreció Calderón, y lo atribuyó a una actitud de "conformismo" y a una ausencia de conciencia crítica y política.

La ONU y las autoridades camboyanas han establecido en Phnom Penh un tribunal internacional sobre el genocidio del Jemer Rojo, que en noviembre arrancará con el juicio del ex director del centro de detención de Tuol Sleng, Kang Kek Ieu, alias Duch, bajo cuyas órdenes murieron unas 14.000 personas.

El peruano Heeder Soto Quispe participó en una exposición, organizada de manera paralela al congreso, de pinturas de artistas huérfanos inspiradas en la violencia.

Soto presentó 27 obras en las que se refleja la relación entre víctimas y verdugos en una colección titulada "Entre ángeles y demonios".

"Hoy tenemos muchos demonios que pasan a ser ángeles", dijo Soto en referencia a los actuales dirigentes de su país, si bien aclaró que, con sus creaciones trata de denunciar y trabajar, a la vez, por la paz y la reconciliación.

La recaudación de la venta de los cuadros ingresará en las arcas de la Asociación de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos de Perú.