Versiones enfrentadas y cicatrices marcan a los supervivientes de Pando

Cobija (Bolivia).-  Un campesino que sobrevivió a tres heridas de bala en la cabeza y un activista autonomista que se salvó porque se encasquilló el arma con que iban a matarlo muestran sus cicatrices y dan versiones enfrentadas del peor episodio de la reciente ola de violencia en Bolivia.

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(EFE)

Militares bolivianos permanecen en un retén de ingreso a la población de Filadelfia, región de Pando. Mañana se cumple un mes de la matanza en la región boliviana de Pando, donde murieron al menos 15 personas en un choque civil entre campesinos oficialistas y autonomistas opositores.

Son dos de los testimonios sobre la matanza del pasado 11 de septiembre en Pando que recogió Efe en Cobija, la capital del departamento, en Filadelfia, bastión del oficialismo en la región, y en Brasileia, localidad brasileña donde están desplazados activistas opositores.

"Nosotros con palos íbamos a defendernos y los otros con armas de fuego". Así describió a Efe lo que vivió Miguel Racua, campesino y uno de los primeros heridos en el bando oficialista en los enfrentamientos que el Gobierno que preside Evo Morales califica de "masacre".

"Yo iba a ser el primer muerto, pero el arma negó (se encasquilló) dos veces", dijo por su parte a Efe Hugo, un activista opositor que huyó a Brasil, adonde es posible llegar desde Cobija con sólo cruzar un puente.

Ambos enseñan sus cicatrices como rastro de su participación en los que fueron los episodios más violentos de la ola de enfrentamientos que se extendió por varias regiones del país en septiembre pasado y que llevó al Gobierno a decretar el estado de sitio en Pando.

Los dos estuvieron en la pequeña localidad amazónica de Porvenir, un cruce de caminos que fue el escenario de un cruento choque civil armado que acabó con un número aún no preciso de muertos, unos quince según fuentes oficiales, casi todos campesinos afines al Gobierno.

Tanto Miguel como Hugo aseguran que estaban allí con intenciones pacíficas y que fue el otro bando el que comenzó lo que acabó por degenerar en una auténtica batalla.

"Yo fui uno de los primeros que caí, con tres tiros en la cabeza y uno en el pecho", agregó en conversación con Efe Racua, humilde campesino que todavía se encuentra convaleciente en el hospital de Filadelfia.

Sentado en una silla de ruedas, dolorido, con un débil hilo de voz, todavía se puede apreciar en la cabeza de Racua una maraña de cicatrices entre las que destacan tres grandes puntos ennegrecidos que dan fe de los tres balazos que recibió en su cráneo y que milagrosamente no pagó con su vida.

Racua, agricultor con doce hijos, según su versión se encontraba marchando con algo menos de un centenar de campesinos que partieron de Filadelfia hacia Porvenir, cuando "en una esquina comenzó la balacera".

"Sentí el impacto de la bala en la cabeza y caí traumado", asegura Racua, originario de la Comunidad Católica de la Cruz, una remota aldea que desde Filadelfia se encuentra a unas diez horas en barca por diferentes ríos de este rincón de la amazonía boliviana.

Sin embargo, es bien diferente la versión de los autonomistas que aseveran que estaban en Porvenir en "vigilia" ante la inminente llegada de campesinos armados.

Estos opositores afirman que sólo tomaron las armas cuando los campesinos mataron a Pedro Oshiro, funcionario de la Prefectura y vecino de Porvenir.

Hugo, activista autonomista, relata que salvó su vida gracias a que el arma con la que iban a matarlo se encasquilló y, tras recibir dos "culatazos" en la cabeza, se hizo el muerto.

Esto ocurrió justo después de que asistiera al asesinato a sangre fría de Oshiro.

Las feas heridas de su cabeza las muestra Hugo sacándose la gorra de béisbol con la que se cubre del duro sol amazónico, aunque lo hace con la mano izquierda porque la derecha la tiene vendada, ya que en esa recibió el machetazo.

Del hospital de Porvenir huyó hacia Brasil cuando el Gobierno declaró el estado de sitio y cuenta que le advirtieron algunos compañeros de que corría el rumor de que querían matarlo o apresarlo.

Desde entonces vive en el lado brasileño, en un improvisado albergue dispuesto por las autoridades de ese país, cuyas Fuerzas Armadas también se encargan de proporcionarle alimentación.