El ejército pacifista

"No hay ejército justo". André Malraux.

(EUROPA PRESS)

Soldados vestidos de camuflaje llevan sobre sus hombros dos féretros cubiertos con una bandera española. "Hemos perdido a dos valientes, a dos hombres de honor", dice la ministra, refiriéndose a los soldados profesionales, voluntarios, que se pudren en el interior de los ataúdes. Cadáveres con medalla pensionada para sus viudas: murieron en acto de combate, no construyendo un hospital o reparando una escuela. En una guerra en que "fanáticos radicales" ya han matado a 88 soldados españoles. En una guerra en la que, como sucede en todas las guerras, la verdad fue la primera víctima. Son las imágenes del día, grabadas por cámaras desplazadas a Afganistán para que los españoles podamos sentir el dolor, el orgullo y la grandeza de nuestro ejército.

No hay imágenes de las calles, pueblos y habitantes de Afganistán, el país en el que nuestros militares escriben los últimos renglones de la operación "Libertad Duradera", iniciada por Bush en 2001 para capturar a Bin Laden y, de paso, no perder de vista el petróleo de la región. En Afganistán viven 32 millones de personas, la mayoría soberanamente pobres: dos tercios de la población vive con menos de dos euros al día. ¿Saben ustedes cuanto costaba el blindado medio BMR que explotó el sábado? Pues entre 700.000 y un millón de dólares.

¿Por qué Afganistán y no, por ejemplo, el Congo? Porque Bush quería reforzar la presencia occidental en la parte del mundo donde se dirime el control de los países árabes. Y de paso, tener al alcance de la mano el proyecto del gran oleoducto afgano, que permitirá el acceso a las grandes reservas de este país y del sur de Rusia.

España es una potencia mundial a nivel militar con un gasto diario en este sector de más de 58 millones de euros. El pasado año la cifra de negocios de la industria armamentista española, formada por más de 180 empresas, creció en un 50%. Curiosamente, esa industria, con unos beneficios de 845 millones de euros sólo en el País Vasco, recibe ayudas públicas. Y poco importa que el 40% de las armas que venden nuestros empresarios tengan como destino países que no respetan los derechos humanos, y que pueden revenderlas a estados aún más conflictivos. Gajes del oficio: el ejército y la guerra son, como dijo el periodista norteamericano Tom Stoppard, el capitalismo con los guantes quitados.

Así las cosas, ¿seré un monstruo por considerar la muerte de un soldado en un conflicto armado un suceso lamentable, pero menos preocupante que los crímenes de guerra cometidos por las tropas de EEUU, nuestros aliados en Afganistán? O que la muerte de civiles afganos. O que la de los 1.191 trabajadores que, en un goteo espeluznante, fallecieron en accidentes laborales en España durante 2007. No olvidemos que la muerte de los dos soldados no han sido la única tragedia de la jornada: dos inmigrantes, uno de ellos un niño, llegaron sin vida en un cayuco al puerto de La Restinga, en la isla de El Hierro.

Los soldados abren el Telediario. Los inmigrantes tienen que esperar veinte minutos. Son muertos con diferentes graduaciones que nos recuerdan una de las grandezas de la nueva izquierda: la creación de los ejércitos pacifistas. "Sólo tengo veintiún años y ya sé que ha habido demasiadas guerras", avanzó un ingenuo Bob Dylan allá por 1963.

Un motivo para no ver la televisión

En mayo recomendaba en esta misma sección 'Una oración por la lluvia', imprescindible libro de Wojciech Jagielski. Hoy resulta no ya oportuno, sino fundamental para conocer de verdad los complejos problemas de un país tan distinto al nuestro como Afganistán.

Tampoco estaría de más echar una mirada a 'Masacre en Mazar', un documental del director irlandés Jamie Doran que cuenta la participación del ejército de los Estados Unidos en la tortura, asesinato y desaparición de 3.000 hombres afganos en 2002 en la región de Mazar-i-Sharif.