Merkel: ¿"Madame Non" o una canciller contra las cuerdas?

«Madame Non». Ese es el sobrenombre que le han adjudicado últimamente diversos medios de comunicación a la canciller alemana Angela Merkel por su reticencia a suscribir las propuestas del presidente francés Nicolás Sarkozy y otros socios de la UE para contrarrestar los augurios de recesión severa para el continente en el 2009.

(EFE)

Sarkozy y Merkel, dos titanes de la UE, frente a frente.

El no germano ha estado en el núcleo de los debates que han centrado la cumbre de la UE que se clausura hoy: la gran estrategia para la recuperación económica del bloque. Bruselas ha puesto sobre la mesa una iniciativa para que los 27 inviertan un 1,5% de su PIB en reactivar la economía, un paquete que alcanza la cifra de 200.000 millones de Euros.

En un gesto de última hora, Merkel ha retirado su oposición al plan y su aprobación figura ya en el borrador de conclusiones de la cumbre. No obstante, los líderes dejarán claro que cada Estado podrá decidir qué tipo de iniciativas desea aplicar, "teniendo en cuenta la situación de cada cual", algo que sin duda utilizará en su beneficio Berlín.

"Esto es una especie de 'Sálvese quien pueda' disfrazado de coordinación", señala José Ignacio Torreblanca, del European Council of Foreign Relations (ECFR).

Para Alemania, el mayor contribuyente neto al presupuesto de la Unión, el plan de relanzamiento económico de Bruselas significa que el ciudadano alemán acabaría pagando un 20% de esa factura. Merkel manifestó en recientes semanas no estar dispuesta a respaldar una estrategia que considera populista y que no está claro vaya a servir para estimular la economía alemana o la europea.

La canciller ha hecho explícitas algunas razones por las que se muestra escéptica con el proyecto: la inversión en infraestructuras —uno de los aspectos que contempla— no ayudará a las empresas basadas en la exportación a abrir nuevos mercados y Alemania depende en un 60% de las exportaciones.

Hasta la fecha, el Gobierno alemán ha adjudicado un paquete de 500.000 millones de euros en garantías del Estado a los bancos alemanes, ha creado un fondo de 12.000 millones para renovar los edificios públicos, fábricas y escuelas además de estimular la inversión privada durante los próximos años. Además, Berlín está considerando ofrecer subsidios al sector automovilístico y proteger su industria pesada.

Pero aparte de eso, Merkel ha declarado que quiere dejar "el resto de las opciones abiertas", es reacia a incrementar aún más su contribución a la UE y se niega a emular al Reino Unido en el recorte de impuestos.

En declaraciones recientes a la revista Newsweek, el ministro de finanzas alemán Peer Steinbrueck criticó al premier británico Gordon Brown por "abandonar" la prudencia fiscal y decantarse por políticas que "dejarán endeudada a toda una generación". El recorte impositivo planteado por los británicos, solo servirá —según Steinbrueck— para incitar un crecimiento basado en el crédito, "lo que significa repetir errores de los últimos años".

La posición alemana provocó una fuerte hostilidad en Londres, París y Bruselas. Y sus líderes no han dudado en hacerlo evidente. Este lunes, Gordon Brown, su homólogo Sarkozy y el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, se reunieron en Londres para debatir el plan de relanzamiento que la cumbre ha aprobado hoy, sin invitar a Merkel. La prensa anglosajona se ha poblado de titulares en los últimos días que proclaman el "aislamiento de Alemania" o el "euroescepticismo" de una Alemania en crisis.

"Juzgamos a Alemania con más severidad porque esperamos más de ellos. Esperamos que sea el socio responsable y no un socio recalcitrante, fieles a la tradición que dice 'Europa es cuando todo el mundo se pone de acuerdo y Alemania paga'. Pero no está claro que el modelo de respuesta a la crisis de Brown vaya a ser la solución", dice Torreblanca. "A Merkel le han puesto una pistola en el pecho para que acepte el plan", añade.

(REUTERS)

Las últimas decisiones unilaterales tomadas por Merkel le han hecho ganarse el enfado de algunos socios.

Lo que sí ha dejado en evidencia la crisis financiera es que Alemania está dispuesta a enfrentarse a Bruselas, si es necesario, para defender sus intereses nacionales y eso "es inusual, porque nunca lo había hecho antes", apunta Jan Techau, director del Alfred von Oppenheim Center de Berlín. "Es cierto que de ser el 'socio ideal', Alemania ha pasado a ser más asertiva en sus posiciones, pero no se la puede culpar por eso. Crea una dinámica distinta dentro de la UE. Pero Francia o el Reino Unido se comportan igual y nadie dice nada", apunta.

La negativa germana a reducir impuestos y la preocupación por la estabilidad fiscal es una postura que han mantenido tradicionalmente los líderes del país desde la posguerra, explica Techau. También lo es, agrega, el mantenerse escépticos frente a los "paquetes de recuperación económica", porque no se consideran herramientas muy útiles.

"La crisis con Merkel procede en parte del enfado de otros socios europeos por dos de sus actuaciones recientes: la primera fue su negativa a participar en un fondo paneuropeo para rescatar a los bancos que estaban con mayores problemas. La segunda, que garantizó —sin coordinarlo con el resto de la UE— el dinero que estaba en los bancos alemanes, con lo que el resto de los países tuvo que seguir esta medida. Eso le ha creado un mar de antipatías. Pero eso no debería destruir su imagen", subraya Techau.