Apple sin Steve Jobs

La separación no es, por el momento, más que temporal (hasta finales de junio, por razones de salud, si se cree lo que pone en la carta escrita el miércoles por el propio Jobs a sus empleados) pero podría durar mucho.

Digits

La duda está servida, sólo hay que ver la carta precedente, enviada hace apenas 9 días. En ella se declaraba víctima de un "desequilibrio hormonal" con un tratamiento simple ("straightforward"). Hoy reconoce que su estado es "más complejo", por no decir más grave. Digits, un blog de Wall Street, sugiere hipótesis francamente dramáticas.

Sin embargo, no se trata de una sorpresa. El anuncio de su no aparición en la Macworld sólo se podía explicar así, y yo ya había apuntado que su carta dejaba cabida a un posible agravamiento. Por una vez, lamento haber leído bien.

Sobre esta base se plantean en frío dos tipos de inquietudes, no inspiradas por el drama del hombre y de su familia.

La primera es cuestión de percepción, pero podría causar estragos a corto plazo. Ahora es difícil confiar en estos comunicados oficiales de una empresa especializada en el secreto extremo. Jobs desvela la verdad a trompicones, diciendo siempre menos de lo que en realidad pasa. Consecuencia: sólo nos queda dudar de lo que hoy dice con la mano en el corazón. Es duro decir esto cuando el hombre está gravemente enfermo, pero es el mensaje que él transmite, involuntariamente sin duda.

Convencido de que las informaciones dadas eran "engañosas" ("misleading"), John Carney ve en ellas incluso una fuente de eventuales procesos. La carta de hace nueve días había hecho aumentar las acciones de Apple. La del miércoles (anunciada después del cierre de Wall Street) ha acarreado una caída del 10%.

Poco importa si es un error.

"Es usted un imbécil si vende sus acciones de Apple mañana" (hoy, para los que están leyendo esta reseña), podemos leer con la firma del teclado de Robert Scoble. Había que venderlas la víspera o esperar con la confianza de que él (Jobs) ha puesto en funcionamiento "el mejor equipo" y que éste va a arrasar.

La segunda inquietud, la de fondo, concierne al futuro de una compañía que se encuentra entre las más prósperas. Valía 75.000 millones de dólares hace 24 horas y los beneficios obtenidos el año pasado se elevan a casi 5.000 millones.

El problema en sí es que ninguna otra compañía de esa talla depende tanto de su jefe. Tim Cook (que lo sustituye provisionalmente) es un tipo serio. El equipo reunido por Jobs es de muy buena calidad. Los sillones del consejo de administración los ocupa gente del calibre de Al Gore, el antiguo vicepresidente de los Estados Unidos y de Eric Schmidt, jefe de Google. Pero, sin duda, eso no es suficiente.

Jobs es un paranoico genial cuya obsesión por los detalles y genio inventivo han contribuido en dos ocasiones a hacer de la empresa creada por él en 1976 una de las marcas más populares del mundo.

"Steve Jobs es Apple" es una de las frases más frecuentes en los innumerables artículos escritos los últimos días sobre el tema. Seguramente es exagerada, pero encierra todo el problema.

"Todo el que piense que Steve Jobs es Apple tiene todo el interés en ver a Apple como Apple sin Steve", escribe el analista Mark Anderson en un correo electrónico enviado a los suscriptores de su Strategic News Service.

Su genio es también un método de trabajo, una forma de abordar la innovación en el campo de las tecnologías de la información, de comprender, de adelantar lo que esperan los usuarios. Y estoy seguro de que quedará algo de todo eso. Pero, ¿el qué?

Quizá tengáis ideas al respecto…

[Ilustración de la reseña de Digits, blog del Wall Street Journal, hecha con fotos de Associated Press]