Ya van cinco ejecuciones en la 'era Obama': ¿Hará algo?

A Frank, Darwin, Reginald, Virgil se ha sumado esta pasada madrugada Ricardo Ortiz. Su nombre engrosa la macabra lista de los muertos por pena capital en Estados Unidos. Estos últimos son especiales: son los ejecutados de la era Obama. Mientras todavía se oyen los aplausos por la decisión de cerrar la prisión de Guantánamo, arranca la primera polémica. Cerrar la cárcel de la base cubana ha sido un hito importante, pero la comunidad internacional espera más del nuevo presidente norteamericano. Un paso, como abolir la pena de muerte. Pero la opinión de Obama no está tan clara.

Ron Sachs POOL (EFE)

Abolir la pena de muerte era el segundo paso más esperado de Obama.

Marcel Berlins analiza el tema desde su columna en el diario británico, The Guardian. Recuerda que Obama, a la pregunta, "¿Apoya usted la pena capital?", respondió con un 'no'. Esto fue en 1996. Su opinión ha evolucionado y ahora se especula con que podría ser otro -uno de sus colaboradores- el que tachó esa casilla en el cuestionario.

En realidad, no es la única vez que Obama tiene que enfrentarse a este debate. En 2004, ya como senador por Illinois, lidero una iniciativa para lograr una moratoria en la pena de muerte, pero no porque fuera injusta, sino por estar "viciada". Como aspirante a la Casa Blanca matizó: "pena de muerte sí, pero en circunstancias especiales". En su opinión, los violadores de niños merecen morir.

Esta actitud comienza a despertar recelos entre las filas más progresistas. El articulista Peter Clothier, analiza en The Huffington Post el cambio de postura del mandatario y se pregunta si no se estará equivocando Obama al virar a la derecha.

Robert Matthews, experto de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (FRIDE) matiza. En primer lugar, recuerda que Obama fue nombrado como el senador más progresista de los Estados Unidos en 2007 según la prestigiosa revista National Journal y , esto, unido al hecho de que es afroamericano, es "una combinación muy peligrosa para muchos ciudadanos —conservadores— de Estados Unidos". De hecho, para él, "hay muchos indicios que llevan a pensar que Obama no está a favor de la pena de muerte".

Entonces, ¿qué ocurre? Matthews cree que Obama es, ante todo, "un político" y, de ahí que haya decidido "luchar por algunas cuestiones y por otras no". En otras palabras, Obama tiene una jerarquía de prioridades y no puede quemar cartuchos con temas que no le van a rentar políticamente, y sobre los que tiene dudoso poder ejecutivo. "Esta es una posición muy pragmática que puede cambiar con el tiempo", advierte Matthews que, aunque opina que el debate podría demorarse años, tarde o temprano tendrá que llegar.

Con las manos atadas

Sin embargo, no está tan claro que tenga poder para hacerlo. En realidad, la legislación estadounidense está hecha de tal forma que sólo la Corte Suprema puede prohibir la pena de muerte a nivel nacional, declarándola anticonstitucional. "Si abolir la pena de muerte dependiera de la voluntad individual de cada estado, la pena de muerte seguiría existiendo eternamente", asegura Matthews no sin cierta sorna. La misma de la que hace gala cuando recuerda que la Corte Suprema es infinitamente más conservadora que el Gobierno obamista. "Muchos magistrados —cuyos cargos son vitalicios— fueron nombrados directamente por Reagan, y por Bush padre y Bush hijo", explica. Por otro lado, señala que, "como mucho, Obama podría cambiar a uno o dos magistrados" si lograra un segundo mandato, algo que no afectaría apenas a la tendencia conservadora del alto tribunal.

CORTESÍA (EFE)

Ricardo Ortiz, condenado a pena de muerte, es hispano.

¿Qué puede hacer pues? Según Matthews, su única baza es el indulto, una medida no exenta de problemas. "El indulto de reos condenados por un estado podría ponerle en contra a las autoridades y a la población de esa región", señala el experto de FRIDE destacando que el enfrentamiento entre el poder estatal y el federal es un tema muy delicado en Estados Unidos.

Con todo, los defensores de derechos humanos siguen pensando que Obama debe hacer un gesto que reafirme su liderazgo. Según Amnistía Internacional (AI), decretar "una moratoria" de las ejecuciones federales sería "una iniciativa política, no individual", que arrastraría a las administraciones de algunos estados gobernados por 'demócratas' como el presidente. "Sabemos que no puede influir en políticas federales, pero muchos gobernadores de su partido cambiarían las legislaciones de sus estados si Obama diera el paso", señala un portavoz.

¿Por qué Guantánamo sí y no la pena de muerte?

AI cree que este sería un gran gesto, no sólo dentro de Estados Unidos, sino en todo el mundo, como ha sido el de ordenar la clausura de la cárcel de Guantánamo. Pero Robert Matthews cree que la dimensión que le ha dado la comunidad internacional a la violaciones de derechos en esta prisión es muy superior a los efectos de la pena de muerte en la imagen exterior de Estados Unidos.

"Guantánamo era un problema para Estados Unidos", reflexiona Matthews, refiriéndose al malestar que producía la existencia de un lugar como Guantánamo, tanto dentro como fuera del país. "Estaba afectando a la política exterior y, aunque la pena de muerte es moralmente censurable, políticamente, Guantánamo era mucho más censurable que eso porque es el símbolo de la caída moral de los Estados Unidos, un producto de una administración errada que estaba causando problemas", sostiene.

En realidad, únicamente hay que fijarse en las posturas de los políticos en los últimos años. Mientras que la cárcel de Guantánamo fue duramente criticada por muchos personajes públicos, sólo un gobernante se atrevió a manifestarse radicalmente en contra de la pena de muerte en Estados Unidos. Se trata de Mario Cuomo, gobernador de Nueva York entre 1983 hasta 1995, periodo durante el cual estuvo prohibida la pena de muerte en este estado. Cuomo llegó a escribir discursos que rozaban lo filosófico al respecto, pero aparte de él, son pocos políticos se han posicionado sobre un tema tan arraigado en la mentalidad colectiva de los Estados Unidos.

Tan sólo un colectivo —con escaso poder de presión— lleva como bandera la abolición de la pena y es precisamente el que ha sentido el triunfo de Obama como propio. Son los afroamericanos, un grupo que se siente especialmente agredido con la aplicación de la pena capital. "Es un sistema que está perjudicando a los pobres", apunta Matthews. Y no es ningún secreto que, muchos de ellos son negros (o latinos, o mendigos o drogadictos). Un dato: Frank, Darwin y Reginald —los ejecutados en los últimos días— son negros. Los demás son latinos.