Cenicienta azul se come a lobo proletario

El cine español de los años 40 ofrece una solución a los que nos quedemos sin trabajo: personas ricas que nos pidan la mano para entrar en nuestro círculo. ¿Alguna relación a la que todo el mundo quisiera conocer? ¡Sácala y que te vean! ¡Tu futuro reside en el pasado! ('Ella, él y sus millones').

Antonio Riquelme encarna a Don Antonio

La película de esta semana:

Madrid. Años 40. En la España de la estrechez, el hambre, el estraperlo y el cine que se hacía con "catering" traído de casa en la tartera —a la que era mejor no quitar ojo—, un cuento: plebeyo tocado por el hada Fortuna le pone zapatito de cristal a pie de sangre azul. Y se ve el pie. (Años después, ni el cine ni el país habían cambiado: Producciones García S.A.' Edgar Neville. 1956).

Sinopsis:

Arturo Salazar, hombre de condición humilde que escaló cuanta cima se propuso, enfrenta el más arduo de sus retos: ser admitido en la alta sociedad. Para ello recurre a los oficios de un noble calavera (parásitos simpáticos, todos los aristócratas que en la película aparecen) quien debe conseguirle por dinero una esposa entre las grandes familias con problemas. De cómo alcurnia y cuenta corriente están destinados a entenderse bajo la mirada aprobadora del buen pueblo. Y aun así...

‘Ella, él y sus millones’, de Juan de Orduña

Los osos tienen una marcada tendencia a subirse en los escudos nobiliarios. No llegan, tal vez, a los extremos de las águilas, los leones, los caballos, que han nacido seguramente para eso y que se extinguirán cuando ya no haya casas nobles, como dicen que se extinguirá el toro de lidia cuando no haya corridas, lo que preocupa al toro de igual forma que al que nació para llevarse bofetadas le preocupan la civilización y las buenas maneras. Ya nadie pega a nadie. "Y ahora, ¿qué?".

La supresión de los carteles de 'Prohibido escupir' implica que la persona ya no escupe. ¿Qué le pasa? Los graciosos ya no dicen piropos. ¿Para qué va a salir la mujer a la calle? Combinado este hecho con la pérdida de la agresividad y la atrofia del aparato salivar y flemático, es el fin de la raza; y si no, al tiempo.

El oso no. El oso tiene otras ocupaciones que garantizan su futuro. Está su piel en el abrigo o sobre el suelo. Están los dibujos animados. Están los muñecos de peluche, entre los que hay muchos más osos que leones y caballos. Y están las comunicaciones a las sociedades históricas: ¿murió Favila "a manos" de un oso?. Así planteada, la pregunta parece baladí, pero la Historia no sería lo mismo sin Favila, y la Historia no sería lo mismo sin los osos.

Familia noble, venida a menos, entronca con oso de origen proletario que, presumiblemente, escupe, o escupió, echó piropos y repartió bofetadas en su día. Todo un hombre. Sin embargo Diana, la elegida, le sale cazadora.

Una magnífica película en el género ("humor de teléfono blanco"), con un José Isbert, duque de Hinojares, tierno y eficaz como fue siempre y una de las escenas más logradas del cine español: la reivindicación crispada del hombre hecho a sí mismo que, de niño, fue pobre y la respuesta de su secretario: "¡Yo, si pudiera...!".

El rancio sabor del abolengo.

Ficha técnica

• Título original: Ella, él y sus millones
• Dirección: Juan de Orduña
• País: España, 1944
• Productora: Compañía Industrial Film Español S.A. (CIFESA)
• Duración: 120 min.
• Género: Comedia
• Guión: Alfredo Echegaray, Juan de Orduña, Manuel Tamayo, sobre la obra 'Cuento de hadas', de Honorio Maura
• Producción: Joaquín Cuquerella
• Música: Juan Quintero
• Fotografía: Willy Goldberger (como Guillermo Goldberger)
• Montaje: Juan Serra
• Interpretación: Rafael Durán (Arturo Salazar), Josita Hernán (Diana), Antonio Riquelme (Don Antonio), Roberto Rey (Carlos, Marqués de Minares), Luchy Soto (Noemí), Luis Peña (Joaquín Peña), Raúl Cancio (Loyola), Guadalupe Muñoz Sampedro (Adelaida, duquesa de Hinojares), Fernando Freyre de Andrade (Dimas), Ana María Campoy (Ana María), José Isbert (Ramón, duque de Hinojares), Juan Calvo (Lucas), Xan das Bolas (El guía)

Incursiones:

El pañuelo de bolsillo, el sombrero en el hombre: hay tantas cosas que en su día —no hace nada— parecían imprescindibles (véase el cine norteamericano de los 40) y que hoy apenas nadie echa de menos, que se pregunta uno si el día de mañana no habrá que ir a ver cine en los museos.

Juan de Orduña, actor ('Nobleza baturra'), escritor, director ('El último cuplé'), fue un hombre de su tiempo. De derechas. No porque en su tiempo le tocase ser eso, que sí que le tocó a un montón de gente: él, desde antes de la guerra. A sus anchas en el registro épico ('¡A mí la legión!'), el histórico ('Locura de amor', 'Agustina de Aragón', 'La leona de Castilla', 'Alba de América') —uno y otro con vocación de Imperio—, hizo también comedia ('Deliciosamente tontos', 'Ella, él y sus millones'), conservadora, ingenua y divertida, y firmó una de las muestras más tremendas —y, al tiempo, más curiosas— de moralina prehistórica: 'Bochorno' (1963). De ésta, hablaremos.

'La Nebulosa de la Memoria' invita a recuperar películas (apenas entrevistas en la televisión, medio dormidas en cines de verano) que dejan una huella imprecisa y aun así duradera. Esperamos vuestras sugerencias sobre títulos —aunque no lleven título— al hilo del propuesto...o de cualquier otro.