Thursday Night Live

Programar un espacio llamado 'Saturday Night Live' en la noche de los jueves es un insulto para todos aquellos políglotas que amamos y dominamos la lengua de Flaubert, Camus y Dumas. Y supone empezar con el pie cambiado un programa que, en su versión original norteamericana, lleva 33 años emitiéndose las noches del sábado. "En un principio pensamos en llamarlo ‘Jueves Night Live’, ha dicho el director de Antena de Cuatro, Fernando Jerez, en lo que podemos considerar un anticipo del enorme derroche de ingenio e imaginación vertido en el programa. Ingenio e imaginación que, por cierto, tuvo la continuación que se merecía en la película emitida por Cuatro inmediatamente después del flamante estreno: 'PorkyŽs'.

Los actores del Thursday Night Live.

'Saturday Night Live' es un programa legendario que combina sketches, cameos, monólogos y actuaciones musicales, y que presenta como gran novedad para la televisión española estar realizado en riguroso directo. ¿Como los informativos? Efectivamente, pero en este caso sin ocultar que los contenidos son humorísticos y de ficción. ¿Humorísticos he dicho? Analicemos el programa...

Mi primera obligación es señalar las diferencias entre el legendario programa original y la nueva versión de Cuatro. Mínimas. Sutiles. Casi imperceptibles. Incluso me atrevería a decir que la versión española es superior en muchos aspectos a la original. Piensen que en Estados Unidos los protagonistas han sido mindundis como Dan Aykroyd, John Belushi, Gilda Radner, Eddie Murphy, Bill Murray, Billy Crystal, Joan Cusack... Y sin embargo en el primer programa de la versión española pudimos disfrutar de actorazos del calibre de Edu Soto, Gorka Otxoa, Secun de la Rosa, Yolanda Ramos o la mismísima Eva Hache. Casi nada.

¿Invitados especiales? Tampoco tenemos nada que envidiar a los de la versión original. Ellos sólo han tenido acceso a semidesconocidos como Tom Hanks o John Goodman, mientras que en el primer programa cañí hemos disfrutado de la presencia de Antonio Resines, Nuria Roca y Fran Perea. ¿Se puede pedir más? Si, música de calidad. En los USA se han tenido que conformar con los Rolling Stones, Ray Charles, Tom Petty o Frank Zappa, por ponerles algunos ejemplos, mientras que nosotros hemos podido gozar nada más y nada menos que de El Canto del Loco.

A Aykroyd y Belushi algunos pocos les recordaran por 'The Blues Brothers', esa película sobre presidiarios, soul, coches y gafas de sol para la noche. Nadie olvidará jamás, sin embargo, que Antonio Resines ha sido el alma de ese clásico llamado 'Los Serrano', que Edu Soto ha interpretado el papel de Mortadelo y que Fran Perea... Ahora mismo no recuerdo quién es Fran Perea.

Esta es la diferencia, no sé si me han entendido, entre 'Saturday Night Live' y 'Thursday Night Live'. La versión española es la perfecta demostración de que comprar un formato de éxito y de calidad no es una garantía ni de éxito ni de calidad. Y de que el directo no está relacionado obligatoriamente con la frescura o la espontaneidad.

Resultó especialmente patético el tradicional arranque del programa, con un sketch en un ascensor que no tenía ni pies ni cabeza. Ni gracia. Y aún resultó peor el monólogo inicial, con Resines haciéndose el enfermo por haber tomado mucho Red Bull. Una delicia, de cualquier modo, si lo comparamos con el sketch de Barón Rojo durante la grabación de un disco.

Tenían razón los gurús de la NBC: no parece posible adaptar su formato en España. En el primer programa vimos como nuestros actores eran capaces de hacer malo el mejor sketch del mundo (que no era el caso). Y a guionistas idóneos para adaptar a la baja textos ajenos. Era la ausencia absoluta de un don. El don. El famoso, deseado, imprescindible y nunca suficientemente ponderado talento. Ese talento que derrochaba a toneladas el viejo y entrañable 'Saturday Night Live'.

Un motivo para no ver la televisión.

Los muertos del Carso.
Autor: Veit Heinichen.
Editorial Siruela.

Trieste, el cuartel general del comisario Proteo Laurenti, no es un lugar común. Situado en el extremo noreste de Italia, junto a Eslovenia y a orillas de Adriático, sufre una climatología espantosa. Sobre todo cuando le golpea la bora nera, un vendaval que hace que "los copos de nieve empapados de agua vuelen en posición casi horizontal sobre las calles". Unas calles vacías, por cierto.

En este panorama desolador se produce un crimen espantoso. Laurenti, policía que acaba de ser abandonado por su mujer, se enfrenta a este complicado asesinato en las peores circunstancias posibles. Helado, desmoralizado, triste... pero aún así mantiene los ojos muy abiertos: sus rivales son lo peor de lo peor. Fascistas adolescentes, comunistas radicales, contrabandistas o simples matones.

Como en libros anteriores, Heinichen utiliza al comisario para hablar de los lugares y las personas. Una trama inteligente y bien construida hace el resto, y consigue que el lector se deslice con suavidad sobre sus páginas. ¡Es un relajante placer leer cada volumen de la serie protagonizada por Laurenti!