El novillero Antonio Hernández burla la muerte

Valencia.-  A punto de caer desangrado por una cornada inmensa, y resistiéndose todavía a ser llevado a la enfermería, el novillero Antonio Hernández terminó burlando la muerte, hoy en Valencia, en el cuarto festejo de la feria taurina de Fallas.

FICHA DEL FESTEJO.- Novillos de Torres Gallego hermanos, bien presentados y de juego desigual. Los mejores, los dos últimos.

Antonio Hernández, herido en su primero.

Carlos Durán: dos pinchazos, estocada caída y descabello (silencio tras un aviso en el que mató por Hernández); estocada perpendicular (silencio tras petición); y media estocada (una oreja).

Adrián Torres: pinchazo y estocada (ovación); pinchazo y bajonazo (ovación); y pinchazo y estocada (aviso y vuelta tras petición).

En la enfermería fue operado Antonio Hernández de "cornada de 25 centímetros en cara antero-interna del tercio medio del muslo derecho con hemorragia activa profusa venosa, y tres trayectorias: una en dirección ascendente que llega hasta el ligamento inguinal; otra transversa que alcanza el paquete vascular-femoral profundo; y una tercera descendente que llega hasta el conducto de Hunter, afectando a los músculos sartorio y abductor mediano con existencia de laceración de las venas perforantes de la femoral profunda".

Añade el parte que el novillero tiene también "una cornada más de tres centímetros y otra de medio". Se le practicó "Control de hemorragia y reparación venosa mediante sutura. Pronóstico muy grave. Trasladado al Hospital General Universitario de Valencia.".

Firma el parte el cirujano jefe de la plaza, doctor Cristóbal Zaragoza, quien al final de la intervención, y dada la magnitud de la misma, pidió que se citaran también los nombres de todo el equipo de facultativos presentes en la operación: los doctores Ignacio Blanes, Daniel López Quiles, Fernando Carbonell y las anestesistas Sonsoles Aragón y Encarna Millana.

La plaza tuvo un tercio de entrada en tarde soleada y fresca.

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LA CORNADA, LA SANGRE

El parte médico lo dice todo. Una cornada tremenda, que en el ruedo pareció todavía más. Espantosa imagen la del novillero ensangrentado, y ensangrentando a cuantos se le acercaban para tratar de conducirlo a la enfermería. Sangre por todos lados.

Y qué frialdad la del herido, resistiendo todavía con sus mermadas fuerzas para permanecer en el ruedo. Mientras, los presentes arriba en el tendido y las cuadrillas que trataban de convencerle aún violentándole físicamente, notaban que por aquel tremendo boquete sin parar de brotar, se estaba yendo una vida.

Voló la muerte sobre el ruedo. Esa fue la impresión. ¿O acaso no es la sangre la misma vida? Y en aquel grifo intenso de rojo negruzco se adivinaba más muerte que vida.

No se trata ahora de enmendar la plana a los facultativos, y menos después de su brillante actuación en el quirófano -los médicos son los verdaderos triunfadores del festejo-, pero hubiera sido elocuente conocer el dato de la pertinente transfusión sanguínea, que no refleja el parte.

El caso es que ya no se habló de otra cosa. Todo el mundo pendiente de las noticias que llegaban de la enfermería, que por fortuna pronto empezaron a ser alentadoras. "Su vida no corre peligro. La cornada es grande, muy fuerte, pero 'limpia'". Y en cierto modo eso tranquilizó a todos.

Pero la cornada -en el primer muletazo al primer novillo- pesó mucho en los que se quedaban en el ruedo, fundamentalmente las cuadrillas, que a su vez influyeron en el desconcierto de los dos espadas, afligidos de ánimo y bloqueados de ideas. Los novillos de Torres Gallego, bajitos de raza, algunos con poca clase, sin embargo, no se comían a nadie. Y la impresión entre los toreros, ya está dicho, fue otra.

Durán, que se hizo cargo del novillo agresor, puso aparente voluntad y manifiesto desacierto tanto en éste como en los otros dos más que estoqueó. Ni siquiera en el quinto, al que cortó una oreja, llegó a convencer.

El linarense Adrián Torres anduvo también desorientado en sus dos primeros astados, entre muchos pases sueltos y deslucidos. Sin embargo, cambió el panorama en el último. Muy bien cuando acertó a colocarse, muy cruzado y presentando la muleta adelantada. Ahí mostró unas cualidades muy buenas, de un estilo recio y refinado. El temple, el gusto y la personalidad. No se entiende cómo el presidente le negó la oreja. Fue el último contratiempo de la tarde.