Ni el Gobierno, ni la oposición. Ni la derecha españolista, ni la nacionalista. Ni la izquierda mayoritaria, ni la minoritaria. Ni PSOE, ni PP, ni Convergencia i Unió, ni PNV, ni Ezquerra Republicana, ni Izquierda Unida, ni Iniciativa per Catalunya Verds, ni el Grupo Mixto (BNG, CC, Na-Bai, UPyD y UPN). Ni una palabra durante el Debate del estado de la Nación sobre las ventas de armas españolas. Como si el tema no existiera o como si los ciudadanos no quisieran saber. Silencio y ultraje ante un tema tabú.
Un grupo de hombres retiran proyectiles de mortero en Kuito (Ángola), durante septiembre de 1995.
Somos la octava potencia del mundo en esta especialidad. Formamos parte de un exquisito club en el que no tenemos que mendigar un puesto como nos ocurre en el G-20 y a ningún parlamentario se le ocurre hacer una simple pregunta, reflexión o comentario. Es cierto que el tiempo es oro para sus señorías, pero sólo es necesario utilizar alguno de los minutos dedicados a lanzar insultos y diatribas para reflexionar sobre un negocio que tiene que ver con la muerte.
Hay secretos que matan. Así se llamó la primera campaña que se hizo en España entre diciembre de 1994 y octubre de 1999 para "cuestionar las políticas del comercio de armas en España y poner el tema en la agenda pública". Amnistía Internacional, Greenpeace, Intermon Oxfam y Médicos sin Fronteras formaron parte de este lobby coordinado por el Centre UNESCO de Catalunya, dirigido por Vicenç Fisas.
Las cuatro organizaciones, que sumaban centenares de miles de socios, presentaron un 'Manifiesto por la transparencia en el comercio de armas'. Pero Felipe González, el entonces presidente del Gobierno español, no mostró interés alguno a pesar de que recibió una carta enviada en tres ocasiones por los responsables de la campaña.
No tenía tiempo para menudencias aunque unos años antes su Ejecutivo había autorizado la venta de armas a Irán e Irak cuando ambos países se enfrentaban en una brutal guerra que acabó como la nuestra: con un millón de muertos. Barcos españoles con hojas rutas falsificadas salían de puertos españoles con las bodegas atiborradas de armas. Como en aquellos años todavía existía en España una especialidad llamada periodismo de investigación, la vergonzosa trama se pudo conocer con gran bronca en el Congreso de los Diputados. Era 1987. El entonces ministro de Industria, Luis Carlos Croissier, ideó una excusa barata ante sus señorías: "Vendemos cinco o seis veces menos que Francia". Gracias a la bajeza moral del ministro me sentí aliviado al saber que éramos menos asesinos en potencia.
Un adolescente se prepara para el combate en Vinkovci (Croacia). Octubre de 1991
Las ONG iniciaron en 1999 una nueva campaña llamada 'Adiós a la armas centrada en las armas ligeras'. Pero con el Partido Popular en el poder el secretismo siguió endulzando los negocios de la muerte de nuestro país.
En pleno apogeo del Gobierno de José María Aznar, tan insensible como su predecesor a este tipo de temáticas, se entregó a la presidenta del Congreso las 100.000 firmas y adhesiones a la campaña apoyada por ciudadanos de a pie, decenas de organizaciones humanitarias, 300 ayuntamientos, 11 diputaciones provinciales y los parlamentos autonómicos de Aragón, Asturias, Baleares, Cataluña, Euskadi y Navarra.
En los siguientes años se lanzaron campañas como 'Armas bajo control' y se hizo hincapié en una mayor transferencia informativa mientras se batallaba por conseguir un Tratado Internacional sobre el comercio de armas ligeras con el objetivo de reducir el número de muertes por culpa de la proliferación de este tipo de armamento.
Un objetivo incumplido hasta la fecha a pesar de que es apoyado por 147 países. Pero el veto sigue creando un mundo a imagen y semejanza de las principales potencias industriales —Estados Unidos, Rusia, China, Gran Bretaña y Francia— que como se dice al final de la película El señor de la guerra, son las cinco mayores vendedores de armas del mundo.
El PSOE ganó las elecciones de 2004 esgrimiendo la bandera pacifista en contra de la guerra de Irak que, en realidad, era sujetada por más del 90% de la población española, incluido millones de votantes del PP.
Niños y mujeres militarizadas por el Ejército durante la guerra contra Sendero Luminoso Ayacucho (Perú), durante abril de 1990
La nueva mayoría parlamentaria permitió soñar con una definitiva Ley de comercio y control de armas. Pero la sensibilidad suele cambiar cuando se alcanza los salones del poder. El genio de los deseos es obligado a introducirse en la lámpara maravillosa y se impone el realismo más exquisitamente cínico.
A trancas y barrancas y gracias a la presión de varias ONG se consiguió avanzar en la consecución de una "ley sin agujeros" contra la voluntad del Gobierno socialista. Aunque hubo que esperar casi cuatro años, hasta el 28 de diciembre de 2007, para que se aprobase la Ley 53/2007 sobre el control del comercio exterior de material de defensa y doble uso.
El Ejecutivo socialista no desaprovechó el tiempo y nos convirtió en la octava potencia del mundo en ventas de armas. Entre 2005 y 2006, España duplicó sus exportaciones armamentísticas y en 2007 los ingresos crecieron un 10% más hasta un total de 932,94 millones de euros. Desde el inicio del nuevo siglo habíamos quintuplicado nuestras exportaciones armamentísticas.
Hace un año, en plena vorágine triunfalista, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, anunció a los cuatro vientos que estábamos a punto de sobrepasar en renta 'per cápita' a Francia. Cualquiera que conozca el país vecino debió pensar que se trataba de un insulto a la inteligencia y sentir vergüenza ajena. Pero es posible que al presidente se le traspapelase algún gráfico comparativo entre nuestra industria armamentística y la de los franceses y pensase que podríamos cogerles ya que los teníamos a tiro de cañón en 2007: sólo vendíamos tres veces menos.
Quizá Zapatero pensó que vender armas es sinónimo de educación y cultura, indicadores de desarrollo humano no tan preferenciales para nuestras autoridades, y se hizo un lío mental. Pero ya se puede quedar tranquilo: los franceses han pisado el acelerador y están de nuevo a años luz, es decir, a siete veces de distancia. Si aplicamos la regla Croissier de l987, concluiremos que seguimos siendo siete veces menos asesinos.
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