Glosario de la fauna de Cannes

CANNES.— El sol ha calentado la Croisette haciendo de este domingo un día en el que apetece pasear. A la espera de que lleguen buenas películas —las proyecciones de hoy, 'Vengeance' y 'Agora', han decepcionado— recorremos los dos kilómetros del paseo para catalogar a los asistentes del festival:

Los profesionales:

L. P. B.

Benjamin, de 28 años, y London, de 21, son estadounidenses. Han comido una ensalada 'niçoise' y un filete en uno de los muchos restaurantes y brasseries que hay alrededor de la Croisette. Ella es actriz y él publicista. Han venido al festival a promocionar una película en la que ella actúa, pero titubean a la hora de la fotografía. Temen las críticas, quizá por eso usan nombres falsos.

Los cinéfilos:

L. P. B.

El protocolo de Cannes exige una buena vestimenta para entrar a las proyecciones nocturnas en el Palais. Aunque el esmoquin no es obligatorio, es la elección de Jeremy y Tomas, dos jóvenes de 17 años que estudian cine en Alsacia. Es su primera vez en Cannes, donde estarán cinco días. Traen los colmillos afilados. Tomas es tajante al decir que ninguna de las películas que ha visto le ha gustado. Jeremy únicamente rescata 'Un prophète' (Jacques Audiard), proyectada ayer, sobre la supervivencia de un prisionero de origen árabe en una cárcel francesa. Los estudiantes de cine de todo el mundo tienen la posibilidad de acreditarse como Cannes 'cinephile' y entrar a algunas proyecciones.

Los periodistas:

L. P. B.

"Este año se han acreditado más o menos la misma cantidad de periodistas que el año pasado, unos 4.300", dice la asistente de Christine Aime, la responsable de prensa del festival. Imagina las toneladas de mala leche que puede provocar una mala película por parte de la crítica...

Los ‘aprovechaos’:

L. P. B.

"La vida en Cannes es cara. En algunos sitios los precios suben alrededor de un 20% durante estos días, pero hay otros que no los cambian", dice Patrick, un cannesino de 36 años. En diez días de festival la ciudad logra el 12% de su recaudación anual, según el diario 'Le Figaro'. Gente como Bernard (en la foto), hacen su agosto. Él se dedica a tomar fotos ‘glamourosas’ a los viandantes. Dice disparar unas 1.000 veces al día, pero mucha gente no le compra las fotografías. Normal, cuestan 20 euros.

Los frikis:

L. P. B.

Jaime (de 26 años y de Barcelona) no quiere salir en la foto. Trabaja como periodista para un medio español. En su maleta, además de una grabadora y un pequeño portátil trae una docena de películas. Es un cazador de autógrafos. Ha recorrido los festivales de Sitges, Sevilla, Berlín —y ahora Cannes— en busca de garabatos ilegibles. No se puede quejar. En cuatro días de festival ha logrado cazar a Francis Ford Coppola, Martin Scorsese y Park Chan-wook. El miércoles va tras Brad Pitt.

Los turistas:

L. P. B.

Si hay algo que abunda son las cámaras fotográficas y de vídeo. Guery Danie vive a cinco kilómetros de Cannes, en un pueblo llamado Vallauris. Ha gastado la tarde de este domingo en pasear por el soleado bulevar. Dice venir cada año a ver la decoración durante el festival, sobre todo la del hotel Ritz-Carlton. Según 'Variety' la crisis ha pasado factura este año ya que el negocio de los anuncios ha caído un 30%.

Los pijos:

L. P. B.

Jean (de París y de 30 años) habla un perfecto español porque vivió en Argentina. Es productor de cine y viene cada año. Gusta gastar sus tiempos libres en el exclusivo hotel Martínez, morada de las estrellas que deslumbran en la alfombra roja por las noches. "El hotel tiene un estilo clásico típico de Cannes", dice. A su alrededor descansan sobre tumbonas cuerpos bronceados de un tono tostado. Hay gafas de sol de diseñador por doquier.