Nada y todo tenían que ver el David Vegara que en abril de 2004 aterrizó en Madrid para convertirse en el número dos de Pedro Solbes y el que esta mañana ha hecho un discreto y elegante mutis por el foro para dejar su despacho a José Manuel Campa, tras un heroico mes de soportar la búsqueda de sucesor por parte de la ministra Salgado. Vegara prometió que aguantaría y ha cumplido sin un mal gesto, algo que la vicepresidenta Salgado le ha agradecido con una loa a su "excelente trabajo", para luego declararse "testigo de su calidad profesional y humana". El Vegara de hace cinco años era un joven economista de 38, con una breve experiencia en la política catalana, algo bisoño, que miraba con más que precaución a los buitres de la prensa madrileña. Pero ha bastado este tiempo para agrandarle en lo profesional y mantenerle entero en lo personal.
Plusmarquista.
Si en algo coinciden amigos y enemigos —estos últimos pocos y muy callados— es en que el barcelonés ha batido muchos récords como secretario de Estado, pero el más importante ha sido "el de haber cambiado poco o nada como persona en estos años tan duros, especialmente el último, con una crisis descabalgada y un Zapatero tan descabalgado como la crisis", comentaba una colega de equipo, mientras se producía el relevo del ya ex número dos de Solbes por José Manuel Campa.
Que Vegara se ha ido por la puerta grande —aunque Zapatero nunca le haya ofrecido la cartera de Economía— es una afirmación que levanta tanta unanimidad como la brillantez de su sucesor, pero eso es sólo una marca personal. El ex secretario de Estado del 2004 al 2009 pasará a la historia económica por haber sido el que "más tiempo ha ocupado el cargo en la democracia", ha recordado uno de sus antecesores, Pedro Pérez, a quién Vegara ha arrebatado el récord de permanencia por "poco más de viente días". "Con eso bromeábamos hace un rato", recordaba Pérez tras la toma de posesión de Campa.
El pasado 9 de abril, cuando Vegara anunció su dimisión por razones personales, sólo quienes le conocen le creyeron. Pocos días después, en su primera rueda de prensa tras su anunciada dimisión, hizo una aclaración que se ha reforzado en estos treinta días: "Quien piense que me voy por despecho es que no me conoce". Y es que David Vegara ya había decidido que se iría con su ministro, Pedro Solbes, le llamara o no Zapatero. Aunque Salgado y el presidente presionaron hasta el final, el catalán se mantuvo coherente. Eso sí, tenía que dejar el cargo con una transición ordenada, porque no en vano Vegara y Javier Vallés, el director de la oficina económica de Zapatero, han actuado como los auténticos 'sherpas' del presidente y de España en este intenso y durísimo ultimo año de crisis en las cumbres del G-20.
Por eso, cuando este mediodía dejaba su despacho y la que ha sido su casa durante cinco años, el caserón de la calle Alcalá, conduciendo su monovolumen modesto, color gris metalizado, sin ninguna alharaca, Vegara sentía un puntito de nostalgia, pero la satisfacción del deber cumplido. Y quizá la mejor prueba de todas ha sido esa despedida de abrazos y manotazos en la espalda que los buitres de la prensa le han dispensado nada más terminar el relevo. "¡Zapatero no sabe lo que se ha perdido!", ha dicho una joven promesa. "O quizá sí" ha murmurado una vieja bruja.
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