MADRID.- Son cerca de las ocho de la tarde en Santa Eugenia, la zona "noble" de Vallecas, en el sur de Madrid. En el parque de la calle Castrillo de Aza se reparten globos, abanicos y retratos de Juan Fernando López Aguilar, cabeza de lista del partido en el Gobierno para las elecciones europeas. Una treintena de abuelos, algunas madres, pocos jóvenes y muchos niños esperan a que comience el mitin. Al fondo del parque, otro grupo de madres cuidan de sus niños en el tobogán. Los chicos llevan los globos rojos en la mano, pero las madres no usan los abanicos socialistas y los abuelos tampoco.
Al candidato nº 9 le gusta hablar de Europa
"Santa Eugenia no es una plaza fácil para los socialistas. La gente de aquí quiere tomar distancia de Vallecas Villa", explica la concejala que acompaña al candidato invitado para hablar de Europa. "Hoy mismo no hemos sacado el coche con las siglas, porque ayer nos tiraron un huevo", añade. Esperan a que llegue el otro protagonista del acto, Antonio Miguel Carmona, secretario de Economía, Comercio y Turismo del Partido Socialista de Madrid. "Antonio les incendia y después llego yo, con Europa, para apaciguarlos" murmura el candidato a Europa.
No se equivoca en el diagnóstico. Tras la intervención de dos "compañeras" del distrito, Carmona entra embistiendo, desde detrás del atril que le separa del medio centenar de personas que le escuchan, unos de pie, otros sentados. Los niños corren por los alrededores globo en ristre mientras Carmona carga "contra la abuelita fantasma Esperanza Aguirre, que sale en todas las fotos" vinculadas a la corrupción. La presidenta de la Comunidad de Madrid "aparece y se borra de las fotos según la oportunidad del momento", continúa Carmona, que reparte tortas a la 'lideresa' un rato más y acaba de torear entre grandes aplausos.
Llega el momento de nuestro hombre, el candidato número 9. "Va en el número nueve por las listas a Europa", le chiva al oído una joven militante a su madre. Bajito y calvo, practica la habilidad de sacar partido a su físico: "Los compañeros de intendencia tienen problemas cuando me pongo detrás del atril —le queda algo más abajo de los hombros—. Alguna vez me han sugerido que me ponga alzas, pero ni en eso quiero parecerme a Aznar". Risas y aplausos. Será la única alusión con toque descalificador que se le oirá durante la intervención.
Se llama Enrique Guerrero Salom y sí, es el número 9 en las listas del Partido Socialista para Europa. Lo que la mayoría de los presentes no saben es que hasta hace un año fue uno de los grandes fontaneros de Zapatero, subdirector del gabinete del presidente en La Moncloa, la sombra del director, José Enrique Serrano, hacedor de discursos e ideas presidenciales. Es más. Este tipo bajito, agudo y empollón, ha sido jefe de gabinete de Solana, asesor y amigo de Rubalcaba o de Pedro Solbes. Socialista de los de Felipe, como dice un viejo de la asociación de Vallecas, pero enganchado a los nuevos durante la primera legislatura de ZP. No hubo hueco para él en las listas para las generales porque no tenía ninguna influencia en el aparato del partido. Siempre fue un hombre de Gobierno y sus cañerías, de forma que cuando Zapatero le sustituyó en el cargo por José Miguel Vidal Zapatero, su primo, Guerrero se quedó descolgado a sus 61 años. Europa, una de sus pasiones, se convirtió en la opción inmediata.
"¿Queréis saber por qué hay que votar el domingo, qué diferencia hay entre que ganen los conservadores, el PP europeo, o nosotros, los progresistas?", pregunta el número 9 a los asistentes.
Primero, por la deslocalización. Esa "palabreja" que se oye y que "quiere decir que si ganan los conservadores las fábricas de aquí, las de Vallecas, Fuenlabrada, San Blas, se trasladarán a otros países —quizá Rumania o Lituania—, donde los sueldos son más bajos y las prestaciones sociales, la sanidad y la educación, peores. Seremos nosotros los que nos haremos más pobres en vez de que rumanos o lituanos aproximen sus condiciones de vida a las nuestras. Porque en esos países y en otros continentes, como Asia, los sindicatos son muy débiles o inexistentes".
Aplausos y un susurro de un abuelo al otro: "A éste se le entiende".
Si ganan los del PP, continúa el candidato número 9, "volverán a recuperar la jornada de 65 horas, esa directiva que Mayor Oreja votó a favor. Es la que acababa con la jornada de 40 horas —acordaros, la impusieron los socialistas en España en 1983— y también establece que el trabajador tendrá que negociar sus condiciones cara a cara con el empresario. Sin los sindicatos". Guerrero recuerda que el programa del PSOE para Europa incluye la defensa del trabajo "decente", el llamado 'Pacto Social para el Empleo'.
Al final, simpatizantes y candidatos posan juntos.
Más aplausos y más niños que se pierden tras el balón, pero la plaza-parque está más llena. Ahora el medio centenar de personas ha crecido y algunos de los que tomaban la caña en la terraza del fondo se han levantado para ver quien es aquel tipo. No hay ni un medio de comunicación, ni del barrio, ni local, ni, por supuesto, nacional.
El candidato a Europa enlaza con la igualdad de las mujeres. Se le dan bien las señoras mayores, quizá porque les produce una cierta ternura su menudencia. Algunas se asombran de su "pico de oro". "Hijo, ¿por qué no te han mandado antes aquí?", le espetó la tarde anterior una mujer entradita en años en Vallecas.
Porque el martes 2 de mayo, Guerrero toreó en la Asociación de Vecinos de Palomeras sureste, una plaza con mayoría absoluta para el PSOE: "Picos como tú, que nos expliquen por qué ir el domingo a votar, más allá de aviones y trajes de chaqueta, eso es lo que necesitamos. ¿Por qué no te llevan a una tele o a una radio para que te entiendan todos los compañeros?", le insiste la señora. Y Guerrero, con cierta humildad o sabiendo que le escucha el senador Juan Barranco y el presidente de la Asociación de Vecinos de Palomeras, dice que a sus colegas "tampoco les dejan explicarse. Aunque vayas a una tele, no te preguntan siempre por Europa".
Enrique Guerrero Salom sabe de lo que habla. Tiene amigos periodistas en los medios de comunicación desde hace décadas. Ahora le siguen llamando para otros menesteres. Pero no para su campaña de a pie. Comprende que vender en una redacción un título serio sobre Europa, más allá de la frase del día sobre el Falcón de Zapatero, la pregunta retórica de Fabra de si se acuesta con Rajoy, o los brotes verdes de marihuana, es predicar en el desierto. Pero no se deja arrastrar y salvo algún guiño que pide el auditorio, él sigue dale que dale con la Vieja Europa.
"Tenemos que ganar estas elecciones para poder aprobar en Europa las conquistas para la mujer que tenemos aquí. La ley de dependencia, porque el 90% que las personas cuidan a los dependientes son mujeres; para llevar a Europa la obligatoriedad de la enseñanza de 0 a 3 años, para afianzar la ley del aborto..."
"Tenemos que ganar los progresistas en Europa para frenar el cambio climático. Ya os he dicho que la crisis económica es global y no podremos salir de ella solos, sino con los otros países de la UE, pero cuando la crisis desaparezca, que desaparecerá —murmullos escépticos entre los vecinos del local de Palomeras—, tenerlo por seguro, seguirá el deterioro del cambio climático. Sólo tenemos una tierra, un planeta y si seguimos emitiendo CO2 nuestros nietos no verán esta misma tierra".
Sí, Vallecas es una plaza más segura que Santa Eugenia para el candidato número 9, pero también más crítica. Un compañero le reprocha el incumplimiento de Kioto, porque "seguimos emitiendo gases y no habéis hecho nada". "Es verdad, aunque no será el caso este año. Como consumimos menos energía, vamos a contaminar menos" le responde.
"No lo olvidéis. Este domingo no se juega la continuidad del Gobierno Zapatero. Seguirá otros tres años, pero sí nos jugamos mucho en el futuro de la UE. Ese futuro sólo se gana con ilusión, con espíritu positivo y ¿habéis visto alguna vez una cara más triste que la de Jaime Mayor Oreja?". Fin y grandes abrazos, palmadas en la espalda.
La señora vuelve a la carga. "¿Por qué no vas a explicarte a la tele, a las radios? Compañero, me gusta que no uses el insulto". Algo avergonzado, hasta sonrojado, Guerrero trata de escabullirse, pero le libra la respuesta de otra dama que no tiene prisa por irse a casa: "¿Pero es qué tu no has visto que no les dejan explicarse? ¿No viste como a Juan Fernando, en el debate, le quitaban la palabra?"
Mientras los compañeros charlan a la puerta de la Asociación de Palomeras, el candidato Guerrero, número 9 del PSOE por Madrid, se despide de sus compañeros y desanda sólo el camino que le lleva hacia el tren para volver a Atocha. Este tipo que se ríe de sí mismo a la primera oportunidad, como cuando sus colegas o los periodistas le comparaban con una mezcla de Sam Seaborn y Toby Ziegler, los 'cerebros' de la comunicación del presidente en la serie 'El ala Oeste de la Casa Blanca', aprovecha el tren para pensar en la campaña de mañana. Tiene asumido que su discurso no tendrá eco en los medios, pero le basta con que una de las personas que le escuchan cada día, ya sea por la mañana o por la tarde, vayan a votar el 7-J.
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