Onetti bordeó "la locura" y "la desazón", según autora uruguaya

Montevideo.-  Juan Carlos Onetti bordeó "la locura", "la desazón" y "la indigencia material y afectiva", y no pudo evitar reflejarse en el "el espejo" de sus personajes, opina la autora uruguaya Mercedes Vigil, quien, no obstante, destaca la "coherencia" y "singularidad" literaria del gran escritor.

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(EFE)

Fotografía en la que se observan portadas de libros sobre la vida del escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, publicados recientemente en el marco del lanzamiento del "Año Onetti", para conmemorar el centenario del nacimiento del autor. EFE/Archivo

Con motivo del centenario del nacimiento del novelista uruguayo, que se celebra mañana, 1 de julio, Vigil evoca en una entrevista con Efe el perfil humano y literario de quien considera "uno de los mejores narradores de la segunda mitad del siglo XX de las letras hispanoamericanas".

"Hace poco tiempo que empezó a dársele el lugar que merece en la constelación de astros de la literatura universal", dice Vigil, una de las figuras más populares de las letras uruguayas contemporáneas y autora de novelas históricas como "La otra María" o "Hijas de la Providencia", publicada recientemente.

Según la escritora, Onetti (Montevideo, 1909-Madrid, 1994) fue "tan coherente" con su concepción de la literatura que "en pleno 'boom' latinoamericano, seguía buceando en la miseria interior de él y de cada uno de los seres humanos, mientras 'Gabo' (el colombiano Gabriel García Márquez) salía a pescar mariposas en Macondo y a imaginar mundos posibles".

"Eso habla de la singularidad de Onetti", apostilla.

Vigil resalta cómo el autor de "El pozo" (1939) y "La vida breve" (1950), que pasó sus últimos años de vida postrado en una cama, pobló su literatura de hombres divorciados, con muchos fracasos a sus espaldas y "relaciones tortuosas".

Así, "no hacía más que mirar el mundo y escribirlo con el cristal que él lo veía", sostiene.

"Es un poco como El Greco", añade, en referencia al astigmatismo agudo que padeció el famoso artista del siglo XVI, al que esta enfermedad le hizo pintar figuras alargadas.

Además, la autora recuerda que Onetti escribió novelas como "El astillero" (1961) en plena crisis de "fragilidad universal", algo que marcó "terriblemente" su literatura.

Según Vigil, también influyó en su obra "que no tuviera dinero para comprar pan, que se divorciara tres veces o que fuese hostigado por la dictadura, acusado de pornógrafo", tras formar parte del jurado de un concurso literario en el que resultó ganador un cuento que las autoridades consideraron subversivo.

No obstante, "millones y millones de seres vivieron en esas circunstancias y ninguno fue Onetti", agrega.

Vigil también recalca que al comienzo de su trayectoria literaria "nadie creía" en él y relata cómo su primer libro, "El pozo", vio la luz gracias al dinero reunido por los camareros y contertulios con los que Onetti compartía largas horas en el café Sorocabana de Montevideo.

La capital uruguaya nutrió, junto a Buenos Aires, buena parte de la atmósfera de Santa María, ciudad ficticia en la que transcurrieron muchas de las novelas y cuentos del autor.

Sin embargo, Vigil considera "difícil" reconocer en Montevideo la atmósfera triste y oscura de Santa María, refugio imaginario de un escritor al que la ciudad de asfalto y humo "lo atormentaba, lo aterraba", señala.

Según la autora uruguaya, "si Onetti hubiera vivido en este siglo (XXI), le habrían diagnosticado desde crisis de pánico hasta bipolaridad", pues tanto la literatura como "las cosas sencillas de la vida" eran para él elementos "torturantes".

"Onetti era absolutamente onettiano", sentencia.

A cien años de su nacimiento y quince de su muerte, Vigil subraya "la distancia" con que hoy se puede valorar su obra, situada "en el filo de la genialidad y la fragilidad", y considera que con ella se inaugura "una corriente fundacional en la literatura latinoamericana que lo trasciende absolutamente".