KABUL (AFGANISTÁN).- Una víctima de un bombardeo estadounidense o un coche bomba talibán se reduce a un simple número en los informes de los periodistas o de los organismos internacionales. Con suerte su nombre, muchas veces difícil de pronunciar, aparecerá al lado de un testimonio recogido en un hospital lúgubre. Pero, ¿qué ocurre con el resto de las víctimas anónimas que se producen en los continuos actos violentos de una guerra como la de Afganistán?
Un soldado vigila el lugar de un atentado con coche bomba. (Kabul, agosto de 2009)
Desde septiembre de 2007, la Organización Internacional para las Migraciones (IOM) desarrolla un programa de asistencia a víctimas civiles afganas en el que trabajan 130 personas, entre ellos, diez extranjeros. El procedimiento es muy sencillo: cuando el ruido de la explosión y el impacto en los medios se reducen al mínimo, los equipos de investigación se trasladan a los lugares de los hechos y, de forma muy discreta, inician la recogida de testimonios. Entrevistan a las víctimas que han sobrevivido, a los testigos oculares, a miembros de comisiones de derechos humanos, a las autoridades policiales y militares afganas o extranjeras.
En los dos primeros años de trabajo se han hecho cargo de 930 incidentes armados desde octubre de 2001, fecha en que comenzaron los bombardeos estadounidenses contra los talibanes, que han afectado a 8.000 familias en 29 de las 34 provincias del país.
Hasta la fecha han conseguido verificar un 30% de los casos más importantes que afectaban a 4.200 familias. El 70% sigue pendiente. El proyecto tiene una financiación anual de nueve millones de dólares aprobados por iniciativa del senador demócrata Patrick Leahy (conocidos como fondos Leahy) en el Congreso estadounidense y canalizados a través de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Estos fondos Leahy ya fueron utilizados en Irak por un consorcio de cuatro organizaciones humanitarias con el objetivo de asistir a las víctimas civiles provocadas por los militares estadounidenses.
Un hombre herido en la explosión de un coche bomba. (Kabul, agosto de 2009)
La mayoría de los casos están involucrados en escaladas del uso de la fuerza, operaciones militares realizadas por los distintos grupos de combatientes, bombardeos aéreos, explosiones de coches bomba o simples accidentes de tráfico con presencia de fuerzas extranjeras. "El programa no se plantea, ni decide, quién es el culpable del atentado, sino que se centra en la asistencia directa de las víctimas", explica la barcelonesa Nuria Fernández, una de las responsables.
La OIM dedica 4.700 dólares por familia, una cantidad que nunca se paga en metálico. La idea es financiar aquel negocio sostenible y rentable a largo plazo, que sirva a la familia para subsistir y conseguir una cierta independencia económica. Los niños reciben material escolar y, en algunos casos, se les consiguen profesores que se desplacen hasta su aldea cuando no existe una escuela cercana.
Cuando la víctima mortal es el cabeza de familia masculino, todo el esfuerzo económico se dirige a la viuda a la que se le ayuda con paquetes de costura, máquinas de coser, telares para hacer alfombras. En algunos casos se facilita asistencia médica a los heridos. También existe una partida especial para la reconstrucción de las viviendas afectadas por los combates que se producen a menudo en las aldeas de las provincias sureñas, especialmente en Hellmand y Kandahar, con gran presencia talibán. Unos 4.000 dólares son invertidos en materiales de reconstrucción y en el mobiliario.
Una mujer herida en la explosión de un coche bomba. (Kabul, agosto de 2009)
No existen programas similares que se basen en una asistencia tan personalizada. La oficina del presidente Hamid Karzai aprueba partidas económicas para ayudar a las víctimas de un Código 99, categoría utilizada para los casos de perfil político muy elevado, como, por ejemplo, los bombardeos estadounidenses. Las familias de las víctimas mortales suelen recibir 2.000 dólares en metálico y las de los heridos, unos mil.
Las unidades militares tienen fondos de compensación para las víctimas de operaciones sobre el terreno, que también se entregan en metálico. El Ministerio de Obra Social y Mártires tiene subsidios que se pagan durante toda la vida. Las cantidades varían entre ocho y veinte dólares al mes.
Un niño herido en la explosión de un coche bomba. (Kabul, agosto de 2009)
La población civil afgana lleva treinta años pareciendo una guerra detrás de otra. El número de muertos y heridos graves se calcula en millones. La Cruz Roja Internacional tiene 90.000 pacientes en su base de datos. Se calcula que existe un ejército de mutilados formado por 250.000 personas víctimas de bombardeos, minas o coches bomba.
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