Una de rejones exageradamente desmochada

Palencia.-  Los rejoneadores Pablo Hermoso de Mendoza y Sergio Galán cortaron dos y tres orejas, respectivamente, y salieron a hombros, en tanto Fermín Bohórquez obtuvo también un trofeo, hoy en Palencia, en la segunda corrida de su Feria de San Antolín, festejo, no obstante, arruinado en su esencia por el abusivo desmoche de los toros.

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FICHA DEL FESTEJO.- Toros de Mercedes Pérez Tabernero, terciados y exageradamente despuntados, que dieron buen juego aunque a todos en general les faltó final.

Fermín Bohórquez: pinchazo perdiendo el palo (oreja); y pinchazo que descordó (vuelta tras petición).

Pablo Hermoso de Mendoza: pinchazo y rejón (ovación); rejón (dos orejas).

Sergio Galán: rejón perdiendo el palo (oreja con petición de la segunda); y rejón (dos orejas).

La plaza tuvo tres cuartos de entrada en tarde agradable.

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MUY BIEN, PERO SIN PITONES

Fue una delicia de festejo, por el buen juego de los toros, aunque la mayoría al final de las faenas empujaron menos de lo debido por su condición de "medio rajados", lo cual, según se mire, pudo ser también una ventaja para los artistas y sus caballos, que dicho sea de paso se desenvolvieron con extraordinaria soltura y acierto. Tarde también inmejorable por el clima.

Pero no del todo. Porque hubo demasiadas ventajas del hombre y el caballo respecto al toro, al aparecer éste demasiado disminuido en sus defensas. Un animal bravo es algo muy respetable, que infunde temor, por su fiereza e ímpetu, empuje y agresividad, atributos que se sustentan precisamente en su aspecto externo. Y la apariencia de los de hoy de Mercedes Pérez Tabernero era de lástima. Sin pitones el toro bravo pierde su verdadero rasgo.

Está autorizado por el reglamento, por todos los reglamentos, el nacional y los de las comunidades autónomas: "el afeitado" es preceptivo en los festejos de rejones. Se da por hecho que se trata de un "arreglo" para preservar la vida del caballo. Pero una cosa es eliminar las puntas, redondeándolas, y otra muy distinta cortar como popularmente se dice por lo sano. Medio pitón más o menos, un tajo exagerado.

Siempre han cortado los "barberos" dejando las puntas como una moneda de 25 pesetas, conocida también como los cinco duros de antes, cuyo circunferencia viene a ser la de los dos euros de ahora. Pero el ensañamiento de esta tarde no está contemplado en ningún sistema monetario. No hay explicación, por no decir derecho, a tanto desmoche.

Así que los que más se divirtieron fueron los propios rejoneadores y sus cuadras, con la amable aquiescencia del público palentino. Diversión a tuti-plen, que diría el castizo.

Salieron a hombros Hermoso y Galán, y no pudo acompañarles Bohórquez en la Puerta Grande por el fallo al matar.

Los tres estuvieron bien, muy bien. Y con ellos, sus caballos, todos. Aunque la emoción, no hace falta repetir, se redujo a lo puramente estético. Lo excitante y conmovedor que produce el miedo por el riesgo, esta vez no.

Impecable Bohórquez, por el temple, el ritmo y la majestuosidad de su galope, unas veces corto, otras más largo; la exactitud para clavar siempre arriba, y el asombroso par a dos manos ajustándose una barbaridad con su caballo "Melero", repitiendo en esta suerte. Pudo haber sumado cuatro orejas, dos y dos, si llega a matar bien.

Hermoso anduvo sobradísimo, de valor y confianza. Los cites de poder a poder para terminar haciendo los embroques del estribo hacia el cuello del caballo -más ajustado, imposible-; los quiebros en un palmo; los galopes a dos pistas y cambios entre las tablas y el toro con "Chenel", y las piruetas con "Espartano". Crecido como nunca "Ícaro", desafiante y atrevido en un cara a cara con el segundo de la tarde, al que acabó arrinconando en tablas. Sumó dos trofeos que pudieron ser cuatro si mata mejor a su primero.

Galán se llevó más orejas que ninguno, pero por cuestión de suerte en la ídem suprema. Fue el que más veces pasó en falso, incluso "clavó" al aire en alguna ocasión. También le perjudicó las desordenadas intervenciones del peonaje. Lo más sobresaliente en su haber, un quiebro a caballo prácticamente parado, y el simulacro de arrimón, como en el toreo de a pié, en el último.

Bien. Todo muy bien. Pero sin pitones.

Por Juan Miguel Núñez