Portugal de nuevo en contienda electoral tras unos comicios controvertidos

Lisboa.-  Sin un respiro para los políticos, Portugal entra hoy de nuevo en campaña electoral para los comicios municipales del próximo día 11 tras unas controvertidas elecciones legislativas que han cambiado el mapa de la gobernabilidad del país.

Mientras la maquinaria electoral volvía a volcarse en la preparación de carteles, mítines y desfiles, la pérdida de la mayoría absoluta socialista en las elecciones del domingo sumía al país en una confusión de ganadores y perdedores que tiene a los líderes políticos en completo desacuerdo.

Los dos grandes partidos lusos y la estabilidad del país, aparecen en la mayor parte de las quinielas, aunque no juntos, como los grandes perdedores del día después de las legislativas de Portugal, donde los socialistas confían mantenerse en el Gobierno pese a su frágil mayoría parlamentaria.

Los comentarios y editoriales en la prensa y las declaraciones de políticos y personalidades tras la reseca electoral, coinciden en subrayar el revés que el futuro Parlamento portugués supone para la líder de la oposición, Manuela Ferreira Leite, el primer ministro socialista, José Sócrates, y la gobernabilidad de la nación.

El jefe de Estado, el conservador Anibal Cavaco Silva, envuelto en una de las más controvertidas polémicas de la campaña electoral, ha salido también erosionado del proceso, en opinión de articulistas, políticos y hasta de algunos dirigentes de su propio partido, el Social Demócrata (PSD, centro-derecha).

Cavaco, principal valedor político de Ferreira Leite, aparece en esos comentarios como parte de los daños colaterales y los errores de su ex ministra, cuya cabeza piden ya figuras como Luis Filipe Menezes, su antecesor al frente del PSD, por haber obtenido uno de los peores resultados en la historia socialdemócrata.

Por su parte, Sócrates sólo ha conseguido convencer a sus propios seguidores de que la victoria electoral del Partido Socialista (PS) fue "extraordinaria" y que logrará mantenerse en el Gobierno.

Fuera de sus simpatizantes, por la derecha y por la izquierda, es visto como otro perdedor de la jornada, en la que todos celebraron como un triunfo la caída de la mayoría absoluta.

La desbordada satisfacción de sus rivales, unidos por encima de las ideologías en el rechazo a la "arrogancia" del primer ministro, ha obligado a Sócrates a recordar que su partido y no los otros ganó las elecciones.

Varias voces del entorno socialista insistieron hoy desde los medios lusos en que podrán gobernar, aunque sea apoyándose alternativamente en la derecha o la izquierda para aprobar presupuestos y leyes y evitar mociones de censura.

Pero todas las figuras de la oposición destacan la debilidad y la amarga victoria de Sócrates y le creen condenado a no acabar la legislatura o vivirla en un hilo.

Las matemáticas del nuevo parlamento perjudican al primer ministro, que tiene 96 de los 230 diputados tras perder 25 frente a 78 del PSD, que gana tres.

El primer ministro cuenta además con la antipatía militante de los otros tres partidos de la Asamblea, uno de derecha y dos de la izquierda marxista, considerados ganadores con el resultado electoral porque aumentan su influencia y desplazan la política lusa hacia los extremos.

En total estas formaciones suman 51 diputados, unidos sólo en la aversión al jefe de Gobierno, y con líderes que por ahora se muestran mucho más tolerantes o coquetos con el PSD que con el PS.

Además, el reparto de cuatro escaños aún no adjudicados y correspondientes al voto de la emigración en el exterior favoreció en las dos últimas elecciones al PSD, que acaparó tres contra uno del PS.

En este escenario el otro gran perdedor de la jornada es, en la mayoría de los análisis políticos de la televisión y la prensa, la estabilidad del país que, tras la pérdida de la mayoría absoluta, varios dirigentes empresariales veían hoy ya con preocupación.

La primera prueba que debe pasar es la formación de Gobierno, pendiente de las consultas que emprenderá en los próximos días Cavaco, al que la tradición política, aunque no la Constitución, obliga a encargarlo primero al partido más votado.