PEKÍN (CHINA).- La primera vez que me encontré con Lifu, un joven de la escuela de cine que siempre viste de negro y al que todo el mundo confunde con un coreano, me di cuenta de que me adentraba en terreno desconocido. Los sitios a los que me llevaba no aparecían en las guías de viaje y no era el típico joven chino obsesionado con los estudios y el dinero. Fue gracias a Lifu, este veinteañero amante del rock británico, que comencé a explorar el Pekín más cool, los lugares donde se mueve la cultura underground en China.
Una de las tiendas de Nanluoguxiang.
La zona preferida de Lifu está en torno a la Torre del Tambor (conocida popularmente como Gulou), en el centro de Pekín, un lugar que todavía conserva el espíritu de pueblo de la que hoy es una urbe de 17 millones de almas. En medio de estas casas de un solo piso, hutongs enrevesados y el lago de Houhai, han surgido locales de diseño de ropa, restaurantes minimalistas, salas de conciertos, tiendas de música y cafés para bohemios. Una marca de ropa popularizó el espíritu de estos jóvenes alternativos en una de sus camisetas, donde tres caracteres y un corazón lo resumían perfectamente: "Amo a Gulou".
Mi amigo Lifu me hizo darme cuenta de una cosa: en Pekín, los lugares más cools están casi siempre relacionados con el Rock and Roll, un estilo de música que la mayoría de chinos consideran "demasiado ruidoso". Es por eso que el Mao Livehouse, un local en Gulou que programa conciertos de miércoles a domingo y cuenta con el mejor equipo de sonido de la ciudad, se ha convertido en uno de los lugares más emblemáticos de Pekín. Por aquí han pasado algunos de los grupos chinos más conocidos (Carsick Cars, Brain Failure, Lonely China Day, Queen Sea Big Shark), que tocan con la imagen de fondo de Mao Zedong (otra paradoja más de la nueva China) y ante los que la audiencia se vuelve loca. En los grandes conciertos, no hay nada como el Mao para romper con los estereotipos de la juventud china: saltos, empujones, compañerismo, gritos... lo importante es dejarse llevar por la música.
En eso están muchos otros locales de Pekín, como The Star Live, 2 Kolegas, 13 Club o Yugong Yishan. Otro del que uno no puede olvidarse, a pesar de estar en la alejada zona de las universidades, es el D-22. Este local es un refugio con estilo, sin vanas pretensiones, con mucha personalidad y con el rock independiente chino como bandera de su parrilla musical. El local tiene su propia discográfica, Maybe Mars, y se ha encargado de promocionar a algunos de los grupos underground más famosos del momento: Hedgehog, PK14, The Scoff o Joyside. "Dentro de 30 años, la gente en China va a pensar que estos años fueron una locura", me comentó Michael Pettis, el trotamundos estadounidense que dirige el D-22. Este bar es uno de los causantes de mantener esa locura todos los fines de semana.
Lo bueno de la escena de música alternativa de Pekín es que todavía no se ha profesionalizado. Todos los grupos, a pesar de que alguno haya cosechado premios internacionales, no se pueden desprender de un aire amateur al subir al escenario. Al contrario de lo que pasa en algunas capitales europeas, las oportunidades para los principiantes son muchas: mi amigo Lifu, con su reciente grupo Oliver, ya ha tocado en los principales garitos de la capital de China.
Lifu tocando en un concierto en el Mao Livehouse.
De vuelta a Gulou, el rock ha dado paso a una nueva tendencia en el mundo de la moda. Los que quieren ser diferentes en Pekín acuden a las numerosas tiendas que han surgido en esta zona, donde hay establecimientos de ropa de segunda mano, marcas alternativas asiáticas y toda una nueva fiebre de diseñadores independientes. Entre estos últimos, que se han instalado hace tan sólo un par de años, se puede echar un vistazo a las nuevas creaciones de Zakka, Plastered-8, la retro Bye Bye Disco o Navel. En China es complicado encontrar gente rara, pero en Gulou el paisaje urbano es distinto: pantalones sueltos, tatuajes, piercings, fundas de guitarra, pelos teñidos de cualquier color, sombreros del siglo XIX, hombres que se meten mano y camisetas reivindicativas forman parte de un barrio lleno de historias nocturnas.
Cuatro siglas, NLGX, (que incluso se han convertido en otra marca de ropa) llevan a otro de los templos de lo cool en Pekín: Nanluoguxiang. Este antiguo hutong, aunque se haya convertido en una atracción turística de tercer orden, ofrece la oportunidad perfecta para imitar a los bohemios parisinos: puedes comprarte una pipa a lo Sherlock Homes, escribir tus notas sobre las libretas de tapas de cuero a 40 yuanes (4 euros) y apurar tu café en los cómodos sillones que dan a la calle. Nanluoguxiang, con una red wifi que recorre toda la calle gracias a sus restaurantes y cafeterías, se ha convertido en el refugio de corresponsales, artistas, escritores y bohemios.
Todos estos bares, cafeterías y tiendas de diseño de Gulou se encargan también de promocionar otro tipo de actividades underground: desde pequeños conciertos con guitarra en el Guitar Bar hasta lecturas de poesía china en el Jianghu, pasando por grupos de Xinjiang en el hispano Salud, películas todos los días en cinéfilo 16mm o exposiciones de fotografía en el Interesting Photo. También es un buen lugar para comprar películas chinas y rusas de la época comunista, posters de la Revolución Cultural o la música alternativa que se escucha en los locales cercanos y que es imposible conseguir en el resto de la ciudad (y del país).
Lejos de Gulou, al noreste de la ciudad, tres números dan la clave para descubrir otro de los lugares más chulos de Pekín: 798, el distrito artístico más famoso de China. Este antiguo complejo industrial se ha reconvertido en un agradable conjunto de galerías de arte, librerías y cafés, un lugar imprescindible para tomarle el pulso al movimiento cultural de Pekín. Para aquellos que todavía quieran explorar más, Songzhuang, un pueblo situado a las afueras de la ciudad, se ha convertido en el lugar de residencia y trabajo de los artistas más marginales y desconocidos. Y Sunzhuangcun, cerca de la estación de metro Liyuan, donde los salarios son más asequibles para aquellos que viven de sus creaciones artísticas, también se ha transformado en un reducto interesante de los rockeros más ruidosos.
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