Peces de colores en los suburbios de Colombia

MANIZALES (COLOMBIA).-  En los suburbios de Cartagena (Colombia) ha surgido una nueva actividad económica artesanal alrededor de un producto muy poco corriente: los peces de colores. Ya son 14 las familias que se dedican a la cría de estos animales ornamentales aprovechando los patios de sus casas y una inversión inicial mínima. Una solución innovadora, sostenible y esperanzadora, que nada tiene que ver con otras formas de cría más tecnificadas e impactantes.

P. MARTÍN

David Pérez muestra las neveras en las que cría sus peces ornamentales.

Lo que empezó siendo un pasatiempo para David Pérez se convirtió en su actividad principal por necesidad, por la supervivencia de su familia. En el patio de su casa, este colombiano tiene 18 neveras viejas, tumbadas y llenas de agua, en las que nadan entre plantas acuáticas del país miles de peces de río multicolores.

La familia de David es una de las muchas que tuvieron que instalarse de manera precaria en el sector de Zarabanda, en los confines de la Ciénaga de la Virgen, un humedal colombiano en las proximidades de Cartagena de Indias. Mientras el centro histórico de esta urbe es reconocido como Patrimonio de la Humanidad y goza de un turismo masivo, la mayoría de la población se asienta en barrios periféricos de dudoso desarrollo urbanístico.

Ésta es la otra cara de Cartagena. La Cartagena que sufre del proceso de deterioro ambiental que produce el desarrollo urbanístico y el auge turístico de la ciudad. La Cartagena creada a partir de población desplazada del conflicto colombiano por muy diversas razones y procedentes de muy diversas áreas del país.

"Once años atrás vendía pescado por las calles del Carmen de Bolívar (Bolívar). De allí salí con mi familia por la violencia. A las seis de la tarde uno no podía ni salir a la calle. Ahora llevo diez años en Cartagena. Llegué sin nada, bueno, con dos peces que me regaló una bióloga en una visita que hice a Caucasia (Antioquia)", cuenta David.

Alrededor de este inmenso humedal (2.200 hectáreas de extensión y 22 millones de metros cúbicos de capacidad) viven unas 400.000 personas de escasos o nulos recursos entre las que los niveles de pobreza extrema superan el 80%. Una presión humana que, junto a los vertidos de aguas residuales de otros 300.000 habitantes de Cartagena, han llevado a la degradación ambiental del lago. De hecho, los pescadores han visto disminuidas sus capturas por la contaminación, lo que complica aún más la situación de las familias.

Además, asentarse en territorios inundables y cercanos a un humedal entraña muy diversos riesgos para la población local. Pues, aparte de los relacionados con la salud y la calidad del agua, las épocas de lluvia provocan fuertes inundaciones como las vividas recientemente el pasado mes de noviembre.

A pesar de todo, David Pérez encontró una salida muy innovadora y creativa, aprovechando además las condiciones ambientales existentes. Sin nada más que los dos peces Beta que trajo de Bolívar, comenzó a criar estos vertebrados de forma artesanal en los recipientes que tenía disponibles, botellas de todos los tamaños y otros envases de vidrio que inundan su casa y, por supuesto, las neveras. Cada espécimen puede ser vendido en el mercado de los acuarios por hasta 10.000 pesos (unos 5 dólares) y con el tiempo, David consiguió ganancias suficientes para ampliar el negocio a otras especies: peces Guppy, Sois sudafricanos, escalares, peces ángel, telescopios, espadas, monjitas...

"Estos peces son muy valorados en el mercado de peces ornamentales de Colombia, nos los compran desde Medellín, Bogotá, Cali", explica David. ¿Cuál es el secreto de que sean especialmente bonitos, de sus colores brillantes, de que crezcan rápido? Obviamente, la dieta. La cercanía de la Ciénaga y la falta de alcantarillado, hace muy común la presencia de pulgas de agua, gusarapos y larvas de mosquito que son recogidas en las calles por las familias de los productores y complementan la dieta a base de concentrado de los peces.

Recientemente, David Pérez y sus colegas y vecinos fundaron la Asociación de Peces Tropicales Ornamentales de la Costa (Petrorcosta), con la cual unificaron los precios de venta de cada una de las 12 especies que cultivan. A través de la asociación están recibiendo formación para fortalecer sus capacidades como microempresarios.

Esta cría artesanal de peces ornamentales no produce impactos negativos como la de otros criaderos más tecnificados, genera ingresos directos para las familias y quién sabe si quizás algún día esos peces lleguen a la lista de productos de consumo responsable.

*Piedad Martín está licenciada en Ciencias Ambientales y trabaja en la oficina del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Colombia.