"Me arrebataron a mi hija de los brazos y la arrojaron al fuego"

Grace Githuthwa sólo necesitó escuchar los cantos de guerra de los Kalenjin, partidarios del candidato derrrotado en las elecciones, Ralia Odinga, para darse cuenta de que estaba en peligro. Cogió a sus hijos y corrió a refugiarse, junto con otras doscientas personas dentro de la iglesia de Dios Pentecostal de Eldoret, en Kenia occidental. En poco tiempo, se vieron rodeados y Grace se temió lo peor.

(EFE/Str)

Una mujer llora, horrorizada, después de la matanza de 50 personas en una iglesia de Kenia.

Grace relató al enviado especial de 'The Guardian' cómo se vivieron aquellos momentos previos a la matanza que ha enturbiado aún más el maltrecho proceso electoral keniata. «Rompieron la puerta con un machete. Todo estaba tranquilo. Nosotros rezábamos. Sabíamos que era el final», recuerda.

Sucedió muy rápido. Los atacantes arrojaron colchones empapados en parafina dentro de la iglesia y bloquearon las puertas. Después tiraron cerillas y el edificio comenzó a arder. Según el relato de esta keniata, los jóvenes Kalenjin esperaban fuera y acuchillaban a todo el que veían.

Grace volvió a tomar a sus hijos entre sus brazos para tratar de ponerlos a salvo, pero sólo consiguió rescatar a dos. "Me arrebataron a Miriam y la arrojaron al fuego", relata Grace, que regresó más tarde a la iglesia esperando que "un milagro" hubiera salvado a su pequeña de tres años.

Quizá otro milagro es lo que esperaba Margarita Muthoni, de 38 años, que se acercó a los restos del templo calcinado para buscar a su sobrina de seis años. "La llevaba en mis brazos, pero se me cayó", se lamentó la mujer, que logró rescatar a sus seis hijos. Acto seguido levantó una manta y cayó al suelo arrodillada, deshecha en llanto.

"Iban armados con machetes"

A pocos kilómetros, un grupo de hombres Kalenjin permanecían sentados entre las rocas, árboles y postes telefónicos que bloqueaban las carreteras. Los jóvenes aseguron que se sintieron estafados por los resultados electorales que le dieron el triunfo al presidente Mwai Kibaki, y que esto ha provocado en ellos un deseo de venganza.

Estaban allí cuando ocurrió todo. "Informamos a los kalenjin de que los Kikuyus estaban armándose cerca de la iglesa y les dimos refuerzos", aseguró uno de los hombres. "Había bebés y niños pequeños, pero llevaban machetes. ¿Alguien con machete es inocente?", observó uno de los jóvenes tratando de excusarse. "No es nuestra costumbre matar mujeres y niños. Les dimos la oportunidad de salir de la iglesia, pero ellos la rechazaron y, entonces, los quemamos", continuó.

El miedo se ha extendido por todo el valle del Rift. En la ciudad de Cheptiret, cientos de personas permanecían armadas a ambos lados de carretera. Uno de sus líderes que se hace llamar Michael asegura que "no habrá un alto el fuego hasta que no se conozcan los resultados reales de las elecciones". Según él, nadie debe interponerse entre los violentos hasta entonces.

Michael cree que "hoy son arcos y flechas", pero que, "si los Kibaki no se rinden, traeremos armas de Uganda". Para él el origen del conflicto está muy claro. "Tratamos a los Kikuyus como invitados en el valle, pero nos defraudaron", dice Michael que sostiene que "nunca más" volverán a confiar en ellos.

• Lea la historia íntegra en 'The Guardian'