El secreto de un buen café ecológico: murciélagos

La próxima vez que disfrutes de una taza de rico café ecológico, que sepas que se lo debes en parte a los murciélagos. Estos animales de sombría fama han resultado ser eficaces guardianes de los cafetales, pues se encargan de tener a raya a las más de 200 especies de insectos aficionados a las bayas de donde se obtiene la deliciosa infusión.

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Murciélago orejón del género Micronycteris, con un insecto en la boca (Merlin D. Tuttle, Bat Conservation International)

En la agricultura orgánica o ecológica las plagas deben combatirse sin la intervención de sustancias químicas (pesticidas, por ejemplo). ¿Cómo? Mediante el denominado control biológico de las plagas, que consiste en mantener en la zona de cultivos poblaciones sanas de predadores y parásitos de los insectos dañinos.

En este primer grupo destacan los pájaros insectívoros, cuya presencia se fomenta con la construcción de nidos. Lo que se ignoraba es que los murciélagos también realizan una notable contribución en ese sentido. Lo ha revelado un estudio llevado a cabo en una finca de Chiapas (México), al demostrar que dichos mamíferos comen más bichos que las aves. ¿Cómo llegaron a esa conclusión los investigadores? Muy sencillo: Kimberley Williams-Guillén y sus colegas de la Universidad de Michigan dividieron el cafetal en cuatro sectores: a uno lo cubrieron con una red que vedaba el paso de los pájaros durante el día; al siguiente con una red nocturna que impedía a los murciélagos acercarse; al tercero lo cubrieron día y noche; y al cuarta lo dejaron tal como estaba.

Al cabo de un tiempo, los investigadores contaron los insectos en las plantas cubiertas por las redes y los compararon con el número de los presentes en los cafetos expuestos a la intemperie. Descubrieron entonces que la densidad de insectos, arácnidos, ácaros y escarabajos aumentó un 84% en los cafetos aislados de los murciélagos, se dice en las conclusiones del trabajo publicado en la revista Science.

Los inesperados ayudantes de los agricultores proceden de la siguiente manera: encaramados al acecho en las ramas más altas de los árboles, barren pacientemente con sus afinadísimos oídos los sonidos del entorno, hasta captar el ruido que producen los insectos al masticar o al arrastrarse por las hojas; y entonces… ¡zas!, en vuelo rasante arrebatan a su presa de los arbustos con los que estaban cebándose.

El estudio viene a recordarnos el papel ecológicamente benéfico de los quirópteros, que además de polinizar las plantas salvajes, dispersan sus semillas, devoran mosquitos a mansalva (¡hasta 600 en una hora!); y, por si fuera poco, producen un excremento –el guano–, considerado uno de los mejores fertilizantes existentes.

El reconocimiento de tales servicios obliga a contemplar bajo una nueva luz la pérdida biológica que entraña el declive de las poblaciones de murciélagos en todo el mundo. Desde mediados del siglo pasado, estos insectívoros se han visto perjudicados por el uso de pesticidas –que, al reducir el número de insectos, les privan de comida-; y por los incendios forestales y la deforestación –que les dejan sin hogares–.

Como suele suceder, nos damos cuenta del valor de las cosas cuando comienzan a faltar. Así, el interés del público y los científicos por los mamíferos voladores ha ido en aumento, mientras que, poco a poco, se desvanece su fama de criaturas agresivas (nunca atacan al ser humano y sólo muerden si se los coge). Por eso, si percibes a tu alrededor el revoloteo de unas alas membranosas, no pienses que se te aproxima un emisario del conde Drácula, sino más bien una pieza indispensable del engranaje de la naturaleza.