Cuando viajé a la Patagonia de niño, quedé fascinado por el espectáculo de las llamas que brotaban con furia de unos caños plantados en la estepa. Por aquí y por allá se quemaba gas natural salido de los campos de petróleo, que no se podía transportar a la lejana Buenos Aires. Más tarde descubrí que esa extraña práctica no tiene nada de patagónica: en 2006, se quemaron en el mundo 168.000 millones de metros cúbicos de metano.
En el vídeo se aprecian las luces nocturnas de las llamas cuando el cielo se encuentra despejado (NOAA)
El gas se quema en parte por razones de seguridad (para reducir exceso de presión en los pozos), en parte por falta de medios de transporte y comercialización, sobre todo en regiones mal comunicadas (a diferencia del petróleo, el gas no se puede almacenar ni transportar fácilmente). En países pobres como Nigeria se quema por ausencia de infraestructura para usarlo.
Durante mucho tiempo, al gas se lo consideró un incordio asociado al negocio que realmente importaba: la extracción de oro negro. En los años 20 del siglo XX se desarrolló la tecnología de los gasoductos, aunque fue después de la Segunda Guerra Mundial y de la introducción del gas licuado cuando su uso se difundió en países gasíferos (EEUU, sobre todo).
Su quema contribuye al 1,5% del total de emisiones de CO2 (400 millones de toneladas anuales). Lo quemado equivale al 5,5% del consumo mundial o, si se quiere, a la tercera parte del consumo anual de la Unión Europea. Por su valor de mercado, representa 69.000 millones de dólares (¡44.000 millones de euros hechos humo!). Bonito derroche, ¿no?
Conocemos esos datos gracias a un estudio de la Administración Nacional para la Atmósfera y los Océanos (NOAA), la agencia estadounidense dedicada a la investigación del medio ambiente. ¿Cómo lo averiguaron? Seguramente no a través de encuestas a los explotadores de los yacimientos. Su red de satélites puede detectar los puntos de combustión dispersos por el orbe a partir de las observaciones de luces nocturnas de las llamas cuando el cielo se encuentra despejado.
El cuadro trazado por los satélites a lo largo de 12 años muestra claroscuros: en ese periodo, 16 países han reducido los volúmenes de gas quemado y 22 los han incrementado. A la cabeza de los últimos figuran Rusia y los países petroleros de la región del Caspio, seguidos de Medio Oriente y el Norte de África.
El Banco Mundial, promotor de soluciones técnicas a los problemas ambientales, quiere acabar con esa práctica. Soluciones barajadas: instalar generadores alimentados con gas de modo de suministrar electricidad a las instalaciones petroleras y poblaciones aledañas; licuar el gas y despacharlo por barco a mercados distantes; reinyectarlo en los pozos con el fin de obligar al petróleo a subir; o emplearlo de materia primar en la producción de fertilizantes. Liberar el metano a la atmósfera no se recomienda, por causar un efecto invernadero 21 veces superior al del dióxido de carbono.
Sumémosle a ello el estímulo previsto por el Tratado de Kioto por reducir emisiones de CO2, traducible en créditos de CO2 canjeables en el mercado internacional de derechos de emisión. Esos datos ya se conocían; pero la escalada del precio de los hidrocarburos está surtiendo ahora un efecto vivificante en el combate contra la quema de gas: algunas grandes compañías se han puesto las pilas y han comenzado a diseñar proyectos dirigidos a rentabilizar una sustancia cada vez más cara.
En un mundo sediento de energía resulta absurdo tirar ese fluido a la basura sin ningún beneficio. Entre otras cosas, porque, comparado con otros hidrocarburos, contamina menos y produce energía más eficientemente.
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Soitu.es se despide 22 meses después de iniciar su andadura en la Red. Con tristeza pero con mucha gratitud a todos vosotros.
Fuimos a EEUU a probar su tren. Aquí están las conclusiones. Mal, mal...
Algunos países ven esta práctica más cerca del soborno.
A la 'excelencia general' entre los medios grandes en lengua no inglesa.
Según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDEA) casi la mitad de la energía consumida en los hogares españoles se debe a la calefacción y en la mayor parte de los casos no se hace de manera eficiente.
En: Twenergy
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