Las 'autopistas de viento' de las aves migratorias

Las aves utilizan la fuerza de los vientos oceánicos para sus desplazamientos migratorios, aunque esto les suponga desviarse a Brasil en un viaje de Canarias a Sudáfrica (lo que equivale a 3.000 kilómetros más de recorrido). Científicos españoles del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) han demostrado que existen 'autopistas de viento' que marcan el trazado y el calendario de las grandes migraciones oceánicas de estos alados, ya que estos caminos invisibles no están abiertos durante todo el año.

Los investigadores españoles estudiaron los vientos oceánicos con la ayuda del satélite QuikSCAT de la NASA y los programas de información geográfica (SIG) y establecieron una comparación con las trayectorias de las aves migratorias equipadas con diminutos geolocalizadores en sus viajes. Los datos procesados informáticamente demostraban de forma matemática que el recorrido de estos alados coincide con el trazado de los vientos. Estas "autopistas" invisibles explican por qué áreas geográficas separadas entre sí por miles de kilómetros comparten una gran cantidad de especies.

La pardela cenicienta (Calonectris diomedea) fue el ave elegida para el estudio por su migración de larga distancia. "Marcamos 52 pardelas cenicienta, algunas mediterráneas y otras de las Azores, de las que recuperamos 15 geolocalizadores con los que pudimos obtener los datos", explica Jesús Muñoz, científico del Real Jardín Botánico-CSIC, que junto a Angel Felicísimo, de la Universidad de Extremadura, y el ornitólogo Jacob González, de la Universidad de Barcelona, llevaron a cabo la investigación.

Este ave nidifica en Canarias y pasa el invierno frente a las costas de Sudáfrica y Namibia. "Aunque lo más lógico es pensar que las aves vuelan por la costa de África hacia el sur para llegar a Namibia y Sudáfrica, observamos que se desviaban hacia Brasil recorriendo 3.000 kilómetros más (un 33% más de su recorrido). ¿Cómo es posible que sea rentable para un pájaro de apenas 800 gramos de peso dar este inmenso rodeo?, se preguntaban los científicos.

El estudio, publicado en la revista científica PLOS-One (ver pdf -en inglés-), demuestra que estos alados se ayudan del viento oceánico para desplazarse, lo que les permite ahorrar energía. "Para ellos es más eficaz dejarse llevar por el viento que encontrárselo de morros", explica Muñoz, que añade que "estos 'vagabundos' del océano 'surfean' el aire; aunque para nosotros es inapreciable, las olas mueven una masa de aire delante de ellas, suficiente para que el ave pueda desplazarse fácilmente". Los geolocalizadores permitieron a los investigadores saber dónde se encontraban las aves en cada momento. "Estos aparatos electrónicos van implantados en las patas de las pardelas y determinan la latitud donde se encuentra el animal midiendo la luz y la duración del día", detalla el científico del Jardín Botánico. Otro de los autores del estudio, Ángel Felicísimo, lanza la siguiente pregunta en su blog: ¿por qué no usar GPS para marcar las aves?, cuestión a la que él mismo responde: "son muy caros y pesan demasiado para las pardelas, lo que puede afectar a la supervivencia del animal".

CSIC

El color azul señala el camino de las pardelas que proceden de las Azores. Las líneas rojas indican el trazado de las aves que parten desde Canarias. Estos trazados coinciden con las 'autopistas' de viento.

El otro gran hallazgo del estudio se produjo cuando los científicos se dieron cuenta de que las aves cruzaban el Ecuador en un momento muy preciso del año, con lo que se comprobó que existía una invisible "puerta" espacio-temporal un poco al norte del Ecuador que permanece cerrada durante meses debido a la existencia de calmas o vientos desfavorables. Sólo cuando las pardelas tienen los vientos a su favor, es cuando comienzan conjuntamente su gran viaje hacia el sur. "Por ejemplo, ahora en verano no les sería posible cruzar hacia el hemisferio sur por los vientos del monzón africano que soplan desde el Atlántico hacia el interior de África, porque se encontrarían con el viento de morro", explica Muñoz. La inmensa mayoría de aves emigran entre el nueve y el 30 de noviembre, tardan 6,3 días de media en llegar a Sudáfrica y vuelan 1.000 kilómetros al día ayudadas de las corrientes de aire.

El estudio señala que con este descubrimiento se puede analizar la forma en que los vientos oceánicos definen temporalmente los caminos y barreras de los movimientos aéreos a gran escala, lo que puede ayudar a comprender la dinámica de la dispersión de otros organismos e incluso de patógenos.

A la hora de volver al hemisferio norte, las pardelas suben desde Sudáfrica ayudadas de los vientos que las llevan directamente a Cabo Verde. El problema viene cuando hay que volar hacia las Canarias. En este caso, estos alados hacen 'la volta da mina', un término que hace relación a la ruta que seguían los marineros portugueses cuando regresaban a su país desde el Golfo de Guinea. En lugar de ir pegados a la costa africana, los navegantes se adentraban en el Atlántico, dirección Norteamérica, para después bajar hacia las Canarias y aprovechar así la fuerza de los vientos. Las aves hacen exáctamente lo mismo. Y si nos fijamos bien, concluye Muñoz, "la ruta completa de idea y vuelta de la pardela dibuja la forma de un ocho".