El largo rastro de la huella hidrológica europea

La organización WWF (conocida por su ingenioso logo del oso panda) acaba de publicar el informe de Huella hídrica o hidrológica del Reino Unido. Fue presentado en la Semana Mundial del Agua en Estocolmo celebrado de forma reciente, en una sesión en la que participaron el profesor Anthony Allan (2008 Stockholm Water Prize Laureate), el profesor Arjen Hoekstra (padre intelectual del concepto de ‘huella hidrológica’) y yo mismo, representando a un equipo dirigido por el profesor Ramón Llamas que, con financiación de la Fundación Marcelino Botín, estamos realizando un estudio sobre la huella en España y el comercio de agua virtual.

Ilustración sobre el agua virtual de la web www.traumkrieger.de

Como era de esperar, el informe WWF/UK demuestra que el 75% de la huella hídrica de un británico está asociada con su dieta, lo que come para alimentarse, y sólo el 3% se corresponde con el consumo de agua en el hogar.

Todo ciudadano europeo responde a este mismo patrón, con muy pocas variaciones. Primera lección: si queremos ahorrar agua en nuestro país o cuenca, cambiemos nuestro tipo de alimentación.

¿En nuestro país o cuenca, solamente? Nada más lejos para un británico, pues dos tercios de su huella hídrica se sufren fuera de las adorables islas británicas. De ahí que el informe WWF incida en evaluar la huella externa, su procedencia y en qué productos está incardinada. Aproximadamente, cada británico tiene una huella externa asociada a su alimentación de 757.000 litros al año.

Los números resultan abrumadores, pero no olvidemos que las plantas necesitan entre 50 y 100 moléculas de agua para fijar una molécula de CO₂ mediante la fotosíntesis. Por tanto, como omnívoros que somos nuestra huella hídrica alimentaria siempre será elevada. Además, el agua es un recurso renovable, no como el stock de gases de efecto invernadero en la atmósfera, que tan difícil resulta disminuir, o como el petróleo, que es, en principio, agotable.

En el curso de la sesión en Estocolmo, se suscitó una discusión muy relevante y relacionada con el reciente post de Carlos Romero en soitu.es, quien se preguntaba si la globalización es buena para el medio natural. La pregunta procedía de una persona de Kenia, quien reflexionaba sobre el riesgo de concluir negativamente sobre la idea de la huella externa de un país o una persona. Y lo hacía con el ejemplo de las importantes exportaciones de flores desde Kenia a Europa, contribuyendo a aumentar la huella externa de los importadores y los consumidores de flores.

El comercio de productos agroalimentarios es, con gran diferencia, el que más agua virtual encierra. La pregunta que se debe plantear es si el comercio sólo resitúa la huella hidrológica entre países, o realmente la aumenta. Incluso en el caso de que aumente globalmente, es preciso saber si aumenta en países donde el agua verde (agua de lluvia almacenada en la parte no saturada del suelo) aporta la componente más importante o, por el contrario, es agua azul (agua captada de las fuentes superficiales o subterráneas). Téngase en cuenta que la distinción cromática de las aguas es meramente semántica, porque en la realidad donde el agua verde se pueda infiltrar a capas subterráneas alimentará los flujos subterráneos y posiblemente superficiales en otras zonas.

Por entendernos, no es lo mismo una canal de bovino traída de Uruguay, Irlanda o Argentina, cuyo animal ha sido engordado en régimen de pastoreo, en grandes extensiones de prados no irrigados, que un bovino engordado en un cebadero intensivo de Huesca.

En conclusión, el aumento de la huella hídrica externa de un país no tiene necesariamente que contribuir a un mayor aumento del consumo de recursos hídricos escasos en alguna parte del mundo. Tampoco queremos concluir con un mensaje negativo sobre la magnitud de la huella hídrica de una persona; importa mucho más si aumenta o disminuye, y qué impactos y dónde se sienten en el caso de que aumente.

En todo caso, los estudios sugieren que, en términos de huella hídrica, es mejor el té al café, la carne de pollo a la de vacuno, y la dieta vegetariana a la que no lo es. Todos podremos decidir de manera informada en pocos años, pues muchas empresas como Nestlè o Coca-Cola están ya aceptando la idea de ir pensando en etiquetar la huella hídrica de sus productos.

*Alberto Garrido es profesor de Economía y Ciencias Sociales Agrarias de la E.T.S de Ingenieros Agrónomos, de la Universidad Politécnica de Madrid.

(Las conclusiones y puntos de vista reflejados en este artículo son responsabilidad únicamente de su autor y no representan, comprometen, ni obligan a las instituciones a las que pertenece).