El espejismo nuclear

Hace unas semanas se presentó en Madrid el libro 'El espejismo nuclear' de Marcel Coderch y Núria Almiron. El título y quien acompañó al primer autor en la presentación, Carlos Bravo de Greenpeace, nos informan bien a las claras de cuál es la conclusión del ensayo: la energía nuclear no es la solución sino el problema.

El tema, como es fácil imaginar, tiene una enorme complejidad. Tanta que libros como el de Coderch y Almiron no pueden ignorarse, sino más bien alimentar un debate que debe ser sosegado, riguroso y exhaustivo. A la postre, optar por la energía nuclear o renunciar a ella será una decisión de carácter político y por tanto de interés general para toda la sociedad y, sin caer en la exageración, en las generaciones futuras.

Antes de resumir las conclusiones fundamentales del libro, parémonos a reflexionar en unos pocos hechos. Primero, la primera oleada de reactores nucleares iniciada a finales de los años 60 tocó fin en EEUU en 1978 y en España en 1988. En EEUU, si entre 1971 y 1974 hubo 129 peticiones para la instalación de reactores nucleares, entre 1974 y 1978 la cifra se redujo a 13 y desde 1978 no ha habido ninguna nueva petición, y ningún reactor encargado después de 1973 llegó a ser operativo.

En España, las dos últimas centrales construidas – Valdellós II y Trillo I – entraron en producción en 1988. Segundo, en la actualidad sólo Francia, Corea, Rusia, India, China, Taiwán, Reino Unido y Finlandia tienen proyectos de instalación de nuevos reactores o en fase construcción. Tercero, los costes reales de puesta en funcionamiento aumentan exponencialmente a medida que su diseño trata de asegurar cotas crecientes de seguridad. Cuarto, ninguna empresa de seguros proporciona primas a los propietarios de las centrales que cubran contra las consecuencias derivadas de accidentes o fugas radioactivas con repercusiones sobre personas o el medio ambiente. Y quinto, ninguna empresa privada desea construir una central nuclear sin tener asegurada la compra de energía a un precio que permita recuperar los costes de la inversión durante su vida útil.

Cuatro dificultades

Coderch y Almiron ensalzan el rigor con que una de sus principales fuentes ha analizado las ventajas y los inconvenientes de la energía nuclear: The Future of Nuclear Energy. An Interdisplicinary MIT Study. Las conclusiones de este informe del Massachussets Institute of Technology (MIT) sugieren que la energía nuclear puede ser una opción futura para EEUU y para el mundo, y por lo tanto no debe descartarse. Ahora bien concluye que para que en lugar de una opción sea una realidad deben afrontarse cuatro dificultades, cuya resolución requerirá años y miles de millones de dólares en investigación. La primera dificultad es su elevado coste económico, frente a otras fuentes como el gas, el carbón y el petróleo. La segunda es la seguridad de las propias centrales. La tercera consiste en determinar dónde y en qué condiciones almacenar de manera segura los residuos nucleares. Y la cuarta es la proliferación en países sobre los que no existe confianza del uso que puedan hacer con el plutonio enriquecido ni sobre las condiciones de seguridad de los reactores.

A favor de las centrales nucleares se han esgrimido al menos tres argumentos. El primero es que no emiten CO₂ a la atmósfera. La segunda ventaja establecería que sus costes de funcionamiento no dependen de las cotizaciones del crudo y, por tanto, generan energía desde su vida útil a un coste independiente de la volatilidad de los precios de las materias prima y de los tipos de cambio. Tercero que existen menos riesgo de agotamiento de uranio, ventaja que incluso se puede ampliar con las centrales nucleares de cuarta generación, que emplearían los residuos de las más antiguas.

Coderch y Almiron tratan de refutar con argumentos cada una de estas supuestas ventajas de la energía nuclear. Con respecto a las emisiones de CO₂ se reclama un análisis de ciclo de vida de cada kwh producido, que integre todos los costes externos de la energía nuclear en pié de igualdad con las demás fuentes. Precisamente, el Proyecto Externe, financiado por la Unión Europea, lleva años haciendo estos cálculos, y concluye que la energía nuclear viene a tener un coste externo superior a la eólica, y unas tres veces inferior a las centrales de gas. No olvidemos que la construcción de las centrales nucleares tienen un gasto de energía que se empieza a compensar en el noveno año de funcionamiento, cuando la energía producida ya compensa la invertida en construirlas. En conclusión, un kwh de energía nuclear sí tiene un impacto en emisiones de gases de efecto invernadero, si bien muy inferior a las centrales de carbón y algo inferior a las de gas.

Más de 4.700 centrales nucleares

Sobre la supuesta inmunidad de la energía nuclear a los riesgos de la volatilidad del precio del crudo, Coderch y Almiron nos ofrecen un argumento algo más débil, en mi modesta opinión, y que se sustenta en el análisis del parón nuclear de los años 80. Así, las dos oleadas de encarecimiento del crudo en 1973 y en 1979 crearon fuertes presiones inflacionistas y crisis económica, con un fuerte aumento del paro y desaceleración en las economías industrializadas, dando lugar a una disminución de la demanda de energía y aumentos en los tipos de interés. Todo ello supuso que muchas centrales nucleares en funcionamiento entraran en pérdidas económicas que todos los consumidores hubieron de compensar mediante el pago de tarifas, o que los estados tuvieron que asumir diferentes fórmulas de exoneración o financiación, gravando igualmente a los consumidores. El relato de la historia de la moratoria nuclear en España debería ser leído por todo interesado, y sorprenderá a quienes han seguido el debate sobre la energía nuclear a partir de lugares comunes y análisis muy superficiales. Hemos calificado de débil este argumento porque se basa en una relación causa-efecto que explica y vincula la crisis de los 80 y el parón nuclear, pero no tiene porqué explicar el futuro. Finalmente, con respecto al uranio y su disponibilidad, Coderch y Almiron concluyen que una sustitución masiva de centrales de gas y petróleo por reactores nucleares (lo que equivaldría a construir más de 4.700 centrales), estaría frenada por la escasez de uranio y por el coste creciente de extracción en los yacimientos y con las técnicas menos competitivas.

Coderch y Almiron no han dicho la última palabra en el debate sobre la energía nuclear, ni mucho menos, pero se han molestado en aportar argumentos con los que tratan de desmontar ‘el espejismo nuclear’. Hace falta un debate pausado y racional, en el que los argumentos se sopesen y enfrenten con rigor y sin emotividad. En todo caso el mejor kwh es el que no se gasta, con o sin centrales nucleares. Hagamos lo posible por no necesitarlas.

*Alberto Garrido es profesor de Economía y Ciencias Sociales Agrarias de la E.T.S de Ingenieros Agrónomos, de la Universidad Politécnica de Madrid.

(Las conclusiones y puntos de vista reflejados en este artículo son responsabilidad únicamente de su autor y no representan, comprometen, ni obligan a las instituciones a las que pertenece).