Objetivo: no contaminar otros planetas

En los años 60 nos preocupaba que las misiones espaciales retornaran del cielo con un peligroso polizón: un microorganismo alienígena capaz de desatar una pandemia que no dejase títere con cabeza (Michael Crichton supo explotar ese temor en su primer best seller 'La Amenaza de Andrómeda'). Hoy, el miedo nos lo causamos a nosotros mismos, con el temor a que nuestras naves contaminen con patógenos terrícolas el Sistema Solar.

Escena de la película "La Amenaza de Andrómeda"

El ultimo grito de alarma lo acaba de dar el 'Commitee on Space Research' (Cospar). Para atajar el problema, este apéndice espacial del Concejo Internacional para la Ciencia propone una política de "protección planetaria", entendiendo por ésta el compromiso de no contaminar otros mundos, un modo de no poner en peligro las futuras investigaciones científicas.

No es una idea tan novedosa como suena. El Tratado del Espacio Exterior de 1967 ya lo prohibía en su artículo IX las "contaminaciones perjudiciales". El experto de la NASA Christopher McKay cuenta en 'Science' (ver pdf) que las dos sondas Viking que se posaron en Marte en 1976 fueron esterilizadas antes de su lanzamiento. Posteriormente, al constatar que el planeta rojo era inhóspito hasta para los microbios, Cospar concluyó que la esterilización no resultaba necesaria. De ahí que a nadie se le moviera un pelo cuando la sonda 'Pathfinder' y los todoterrenos 'Spirit' y 'Opportunity' viajaron con cientos de miles de bacterias a bordo. Con certeza, los microbios que se animaron a desembarcar fueron de inmediato achicharrados por los letales rayos UVA que acribillan la atmósfera marciana. Y las bacterias prudentes que permanecieron en el interior de los artefactos encontrarán un fin similar en el largo plazo, bajo el efecto de la radiación cósmica.

En 2003, Cospar revisó sus criterios. Una nueva valoración de los riesgos y de los objetivos de cada misión le ha llevado a sugerir el establecimiento de "regiones especiales", áreas en donde una eventual contaminación podría causar alteraciones irreversibles (zonas cubiertas de hielo, por ejemplo). De ese razonamiento se sigue la necesidad de la esterilizacion térmica de los futuros vehículos espaciales.

El escenario tan temido es el descubrimiento de vida en Marte, seguido de su inmediata modificación o extinción a manos de las bacterias terrícolas. Una interferencia inaceptable en términos científicos y éticos. El concepto clave aquí es "biológicamente reversible", es decir, que la exploración no suponga la introducción en otros planetas de organismos que después no puedan eliminarse y trastoquen el ecosistema autóctono.

Este año se llevará a cabo un encuentro internacional dedicado a examinar el asunto y a elaborar directrices. A Cospar le preocupan especialmente los trabajos de prospección en el subsuelo, pues allí, a salvo de los rayos que barren la superficie, podrían existir minúsculas formas de vida. Se hará preciso, por lo tanto, esterilizar concienzudamente el instrumental a utilizar en las perforaciones. En una palabra: promoverá el principio de que toda las pesquisas a llevar a cabo en Marte sean "biológicamente reversibles".

El contraste con los inicios de la exploración espacial no puede ser más marcado. En aquellos días épicos lo que exportábamos al universo era nuestra vocación expansionista y colonizadora, nuestro optimismo a toda prueba en la capacidad de la ciencia y la técnica terrícola para superar cualquier reto; ahora, nos disponemos a propagar nuestra conciencia ecológica, convenientemente adaptada a las grandiosidades cósmicas.